- Federico García Lorca regresa a Granada
Los años de universidad suelen ser muy fructíferos. Uno sale de casa por primera vez, hace amigos, se empapa de cosas nuevas, crea otras… Y si, además, te toca compartir residencia con genios como Salvador Dalí, Luis Buñuel, Manuel de Falla o Rafael Alberti, tu destino está escrito.
Federico García Lorca llegó por primera vez a la Residencia de Estudiantes de Madrid en 1919, como estudiante de Derecho, y nunca más se despegó de aquella «fábrica de intelectuales». Hasta su muerte, en 1936, pasó de ocupante de las habitaciones destinadas a los estudiantes a ser conferencista en el refinado salón donde él mismo afirmaba haber oído «cerca de mil conferencias».
La Residencia fue «una de las experiencias más vivas y fructíferas de creación e intercambio científico y artístico de la Europa de entreguerras; una casa abierta a la creación, el pensamiento y el diálogo interdisciplinar de donde surgieron muchas de las figuras más destacadas de la cultura española del siglo xx».
«Aquí trabajo, leo, estudio. Este ambiente es maravilloso… pero lo principal para no poder marcharme no son mis libros… sino que estoy en una casa de estudiantes», escribía en abril de 1920 a sus padres, quienes no veían conveniente su permanencia allí. «Cuando un hombre se coloca en un camino, ni lobos ni perros han de hacer que vuelva atrás. A mí ya no me podéis cambiar. Yo es que he nacido artista, como el que nace guapo, como el que nace cojo… Dejadme las alas en su sitio, que yo os respondo que volaré bien. Si me devolvéis a Granada, me ahogo».
Y no pudieron cortarle las alas ni apartarlo de aquel sitio, sin el cual quizás no existiría parte de la vanguardia española, de la Generación del 27, e incluso los Premios Nobel de Juan Ramón Jiménez y Severo Ochoa. Allí quedó el recuerdo de sus conversaciones, de la lectura de sus poemas, de sus veladas cantando y tocando el piano, «alborotando celdas y jardines», como escribiera Rafael Alberti.
La Residencia, cuenta su sobrina Laura García-Lorca de los Ríos, «fue un lugar fundamental en la vida de Federico, y en otro plano, en la de mi padre. Quiénes, cómo, qué ideas le rodearon. También le sirvió como protección frente a una sociedad conservadora a la que él tanto incomodaba… Lo que vino después difícilmente se podía imaginar: la guerra, el asesinato de Federico, el exilio, la España a la que no pudo sobrevivir la Residencia ni el mundo que se estaba construyendo y en el que esa casa jugó un papel crucial, formando a los jóvenes que iban a situar a España en el centro de un proyecto progresista y moderno».
Federico abandonó la Residencia de Estudiantes en 1928, siendo amigo de una pléyade de estrellas y ya con un primer libro de poemas publicados, obras de teatro en cartelera y hasta exposiciones de dibujos, pero volvió siempre que pudo, como conferencista o para dirigir los ensayos de La Barraca… hasta su prematura muerte.
Simbólicamente, el autor de Romancero gitano regresó otra vez a la madrileña Colina de los Chopos en 1986, dos años después de que su familia creara la Fundación Federico García Lorca, y allí han permanecido su biblioteca y su archivo las últimas tres décadas: unos cinco mil manuscritos, impresos, fotografías, dibujos, obras plásticas y objetos personales.
Ahora este legado regresa definitivamente a Granada, para quedarse en el fantástico edificio construido expresamente para albergar los fondos de dicha Fundación. Federico se despide otra vez de la Residencia y lo hace con la exposición Una habitación propia. Federico García Lorca en la Residencia de Estudiantes. 1919-1936, comisariada por el catedrático de literatura Andrés Soria.
La muestra reúne unos doscientos objetos, la mayoría recuerdos de su estancia allí, donde llegó a tener una habitación propia. La mitad de ellos forma parte de las piezas que está previsto lleguen en junio a Granada, y el resto proviene de los archivos de la propia Residencia y del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, en especial tres cuadros que Dalí regaló al poeta y que la familia vendió a esa institución para financiar la Fundación. El más fascinante, Sifón y botella de ron (1924), lo tenía Lorca en su cuarto madrileño y, más tarde, en su casa de Granada, como atestiguan varias fotografías de la época. Están también las primeras ediciones de Romancero gitano, Mariana Pineda y algunas otras obras creadas en sus años de residencia. Otra pieza significativa es el mono de trabajo azul que usaban los miembros de La Barraca, compañía que fundó en 1932 y con la que, en palabras de Pablo Neruda, «recorrió los caminos de España representando el viejo y grande teatro olvidado: Lope de Rueda, Lope de Vega, Cervantes».
«Granada está viviendo un día histórico. Hoy empieza a saldarse la deuda que Granada tenía con su poeta más grande, con su poeta más universal», afirmó en la inauguración de la muestra Francisco Cuenca, alcalde de la ciudad, quien agradeció la generosidad de la Fundación Lorca y su voluntad de entender que esta era una gran oportunidad para seguir apuntalando la identidad cultural de los granadinos.
Para Laura García-Lorca de los Ríos, hija de su hermano Paco y actual presidenta de la Fundación, este anticipo de su legado «no es una vuelta, sino un principio. Son papeles de una fuerza extraordinaria. Los tenemos que cuidar, porque es un tesoro enorme y muy frágil».
A esto se ha sumado la reapertura, tras seis meses en rehabilitación, de la casa-museo Huerta de San Vicente, residencia de verano de la familia Lorca entre 1926 y 1936, en la que el también dramaturgo escribió sus obras Así que pasen cinco años, Bodas de sangre y Yerma, y donde se alojó en los días previos a su detención y asesinato, en agosto de 1936, al comienzo de la Guerra Civil Española.
Ambas acciones se engloban dentro del Año Lorca, organizado por el Ayuntamiento de Granada para celebrar el 120 cumpleaños del poeta andaluz más universal, así como el centenario de la publicación de Impresiones y paisajes, su primera obra. Una habitación propia… estará abierta al público hasta el 24 de junio, en el Centro García Lorca, ubicado en la céntrica plaza de La Romanilla, de la ciudad de Granada.