© ALEXIS TRIANA
Centro histórico de Trinidad.

Trinidad es una de las más importantes reservas arqueohistóricas y culturales. Su frente a la mar nos brinda una línea de costas de extensos fondos coralinos y bondadosas playas.

Soportando la enorme carga de la pobreza, provocada tras el colapso de la economía azucarera en el controvertido siglo XIX cubano, irrumpe en la escena trinitaria la Asociación Pro Trinidad, en los primeros cuarenta años del siguiente siglo. Armados de una incondicional entrega a la salvaguarda de la memoria histórica local, sus miembros, provenientes de diversos sectores de la sociedad y liderados por el historiador Manuel Bécquer Medina, emprenden importantes proyectos socioculturales encaminados, entre otros objetivos, al reconocimiento de una ciudad que había preservado incólume su patrimonio edificado e inmaterial.
Su perseverancia en insuflar aliento renovador al «viejo cadáver azucarero» se vio coronado con la declaratoria oficial de Trinidad como Monumento Nacional, reconocimiento que sería de vital importancia para su futuro y actual destino turístico. El deslumbramiento por la mágica ciudad atrajo a numerosas personalidades de Cuba y el mundo, sucediéndose además los congresos nacionales de Arquitectura, Historia y Arqueología, programación de exposiciones, conciertos y la potenciación de fiestas populares. Las publicaciones periódicas de la época dan fe de la singularidad de una ciudad que dinamizaba lo mejor de su cultura, en medio de un escenario político y económico signado por más de medio siglo de pobreza y abandono.
La triunfante Revolución Cubana marcó un giro en el panorama cultural cubano y en particular de la vieja ciudad histórica. Sanar las profundas lesiones en el patrimonio edificado por la erosión y la inactividad en su salvaguarda se convirtió en prioridad para una joven Revolución que, a pesar de luchar por la estabilidad política ante las amenazas de su enemigo histórico, cartografió un programa para la recuperación de antiguos edificios de alto valor simbólico, restaurados con una pulcritud irrepetible.
Sin lugar a dudas el turismo, insertado en espacios históricos-culturales, dinamiza la economía a un ritmo incomparablemente más rápido que muchos otros sectores productivos. Trinidad es hoy un magnífico referente de tal afirmación. Incorporar esa industria sin humo a un territorio de tan alta significación para nuestra historia, cultura e identidad ha estado en el punto de mira de varias generaciones de estudiosos y conservadores de la ciudad. Tal dicotomía se ha convertido en el reto principal a enfrentar tomando en cuenta, además, los complejos procesos que vive hoy Latinoamérica y el Caribe, impuestos por la globalización neoliberal. 
Se trata pues de procurar una armoniosa convivencia entre la tesaurización, restauración y exposición de lo mejor de nuestro arte popular, y su puesta en valor para el disfrute del creciente turismo nacional e internacional, el cual cobra cada día un mayor protagonismo en el desarrollo integral y sustentable de Trinidad.
Resulta un requerimiento indispensable para poder brindar un producto con altos estándares en el sector cultural rellenar espacios vacíos en áreas como el teatro, la danza, el ballet, festivales, eventos y congresos internacionales, capaces de satisfacer las exigencias que demanda el turismo cultural, el cual se acerca cada vez más a las ciudades de valor excepcional.
Trinidad es una de las más importantes reservas arqueohistóricas y culturales. Su posición frente al mar nos brinda una línea de costas de extensos fondos coralinos y bondadosas playas; es, además, una ciudad abrazada por el Valle de los Ingenios, declarado junto con Trinidad Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1988. A esa fértil llanura, conjunción de paisaje natural y reservorio de flora y fauna endémica junto a los restos arqueológicos de antiguos ingenios para la fabricación de azúcar, le sirve de telón de fondo el macizo montañoso de Guamuhaya, conocido como Sierra del Escambray, un parque natural depositario de la historia de nuestras guerras emancipadoras.
Si existe un lugar donde se vive día a día eso que Alejo Carpentier llamó lo real maravilloso americano, esa es Trinidad, y es que aquí la maravilla se hace realidad. Solo que para su disfrute pleno se requiere el rediseño cuidadoso de un Plan de Manejo Integral capaz de redimensionar el sector de los servicios culturales con el fin primero de continuar elevando el nivel de la población, y que el turismo pueda disfrutar a plenitud lo mejor de nuestras manifestaciones artísticas.
De tal suerte estaríamos en condiciones de poder brindar a Cuba y al mundo una ciudad histórica con un mar de posibilidades en mil paisajes.