¿Palabras en el arte o arte para las palabras?
Creación humana por excelencia, las lenguas y sus léxicos han nacido, vivido y muerto junto a la dramáticamente hermosa historia de la civilización. Parte del proceso es el modo de expresión propiciado por el arte en su devenir. Belleza y fidelidad al modelo fueron modos aceptados de medir la maestría de un pintor. Y bastaba esa palabra.
Hoy hemos de ir más allá y llamarle artista de la plástica, visual y hasta conceptual, para poder incluir a todos los que pintan, esculpen, hacen fotos, fotomontajes, videos, deconstruyen lo que se les ocurra, o realizan un performance o una instalación. Esta última ha ido ampliando su espacio en el diccionario de la lengua española.
De la acción y efecto de dotar de electricidad o teléfono alámbrico a un local, o «Recinto provisto de los medios necesarios para llevar a cabo una actividad profesional o de ocio» (instalaciones industriales, educativas o deportivas), ha agregado a su significado el de sustantivo femenino que define a la «organización de un espacio o conjunto de objetos con fines artísticos».
Si empleamos el término curador en un contexto lejano a las artes visuales, nuestros interlocutores —según sea su profesión o nivel académico— quizá piensen en alguien que se dedica al curtido de las pieles, a la cura de pescado o carnes, o al cuidado de «alguna cosa o conjunto de bienes de un menor o de alguien incapaz de gobernarlos».
Del entramado que propician las bienales y ferias de arte viene la universalización para todos los idiomas de términos como performance, dealer, marchand, videoart, Arco, Art Bassel y otras por el estilo, que sirven de eficaces enlaces comunicativos entre artistas, coleccionistas, curadores, críticos y personas que solo buscan comprar por menos y vender por más.
Otros términos como especulación, marketing, propaganda, inversión a largo plazo, vender piezas de museo y operaciones que alcanzan cifras como los 450 millones de dólares que un comprador pagó a la casa de subastas Christie’s por el cuadro Salvator Mundi de Leonardo da Vinci, son vocablos y maniobras que —más allá del comercio y la especulación bursátil— han logrado insertarse con significados bien claros en los mecanismos públicos y ocultos que mueven el mundo del arte en estos tiempos.
Quizá solo se trate de nuevos contenidos del término mecenas. Quién sabe.