Yo aprendí a hacer canciones en Cuba
Me atreví a intentar hacer canciones en Bolivia al oír a Silvio y a la novísima. Conseguí discos piratas de Frank Delgado y de Santiago Feliú y rocé el misterio de Noel Nicola. Los copié y los canté descaradamente donde fuera (quién fuera como ellos). Pero en Cuba comprendí la importancia de una canción en la sociedad.
No era consciente de este compromiso en los cantores, como los llamaba Mercedes Sosa. Leonard Cohen es exquisitamente preciso cuando usa el término «obrero de la canción», y esta realidad superaba todas mis pretensiones pueriles. Cuánto alberga una canción, una trova, o como se le quiera llamar (en Colombia, trova es lo que en Cuba sería repentismo, o paya en Chile, es decir, la improvisación en décimas). Actualmente me he adentrado en la investigación de cancionistas, otro término cariñoso que le escuché al músico colombiano Alejo García al referirse a los cantautores.
En un principio, parte de mi motivación por recorrer este continente es el de entablar una conversación implícita y musical con mis hermanos creadores.
Hace poco volví de un viaje a Cuba que me ha dejado, como siempre, satisfecho en mi empeño de abrazar su música. Es indudable que Cuba forma parte del bastión fuerte de la cultura universal, pero igual de innegable es su aporte al oficio de hacer canciones, desde la vieja trova tradicional, pasando por sus increíbles géneros derivados del son, hasta la trova madura y experimental de nuestra generación. Allí escuché a jóvenes que rondan los 17 años, con canciones hechas y derechas, como el mismísimo Silvio a esa edad, y también vi a maestros con los que tuve la suerte de compartir, como Freddy Laffita en Las Tunas y Fernando Cabreja en Holguín, tal vez hoy un poco relegados a su suerte en un país como tantos, centralizado en su capital. Otro inolvidable momento fue cuando visité las tumbas de Sindo Garay y Bladimir Zamora en Bayamo.
Romerías de Mayo en Holguín fue un momento clave, de reencuentro entre trovadores del país y entre otras manifestaciones artísticas, siendo uno de los festivales más importantes de Cuba. Pero existen también eventos importantísimos como el Longina en Santa Clara, Canto Adentro en Ciego de Ávila, Al sur de mi mochila en Cienfuegos y el Carlos Puebla en Manzanillo, ideales para agendar un buen turismo musical en Cuba. Cabe destacar sitios como La Bombilla Verde, la Fábrica de Arte y el Diablo Tun Tun en La Habana, y el Mejunje de Santa Clara, como algunos de los mejores sitios para disfrutar de la trova actual.
Los cubanos dicen que debajo de cada piedra hay un trovador y no se equivocan ni exageran. Hay relevo, muy consciente y crítico con su contexto actual y con grandes desafíos por venir, en un mundo donde cualquiera puede hacer una canción para mover las nalgas, pero pocos para trascender en el sentimiento de todos los pueblos que atentos escuchan. ¡Cantautor: a tus canciones!