Caribe Sonoro
Uno de los máximos exponentes de la nueva trova en Cuba, e indiscutible paradigma de la nueva canción latinoamericana, Silvio Rodríguez Domínguez (San Antonio de los Baños, 1946) se eleva más allá de sus fronteras de espacio y tiempo para convertirse en figura antológica de la cancionística universal. Poeta de alto vuelo, avezado guitarrista, intérprete de excelencia y excepcional compositor, a lo largo de casi cuatro décadas de ininterrumpida labor, el artista ha logrado cautivar un público multigeneracional que no sólo canta y disfruta con sus canciones sino que piensa y siente con cada propuesta ética e ineludiblemente estética del trovador.
Creador original y extraordinariamente prolífico, su música se enmarca dentro de los cánones de lo nacional y lo universal, lo tradicional y lo moderno, todo imbricado dentro de un decir auténtico y de gran fineza de espíritu, que aboga por los más altos valores de la humanidad. A partir de sus textos, el amor, el compromiso, la ternura, la lealtad, la rabia, la conciencia, la crítica, la autocrítica, la nostalgia, la indignación, entre otros muchos matices del comportamiento humano, invaden el territorio de su canción, convirtiéndola por derecho propio en una suerte de apuesta por la vida y de credibilidad en el futuro mejor. La era está pariendo un corazón, En el claro de la luna, A dónde van, Sueño con serpientes, El Rey de las flores, Rabo de nube, Unicornio, Alas de colibrí, Te doy una canción, Mujeres, Óleo de mujer con sombrero, Ojalá, Expedición, Cita con ángeles, entre otras muchas de comprobada calidad, son de esas propuestas del artista, que en cualquier escenario, ante todo tipo de público y frente a las más diversas generaciones, provocan la más definitiva seducción, convirtiendo su quehacer artístico en un fenómeno de alta popularidad.
Teniendo a su haber numerosas giras internacionales y un importante y variado catálogo discográfico que abarca más de .veinte títulos, algunos de ellos galardonados nacional e internacionalmente, su producción trasciende del dominio del patrimonio nacional para convertirse en parte indispensable del patrimonio musical hispanoamericano.
A propósito del CD “Cita con ángeles”
Producida en 2003 por el sello Ojalá, Cita con ángeles constituye la última propuesta discográfica del destacado artista, con once números de su más reciente producción. De aliento eminentemente trovadoresco y menos arriesgada en cuanto a factura instrumental, el nuevo disco se enuncia desde la mesura y el equilibrio sólo permisible en una etapa de madurez creativa.
Economía de recursos tímbricos en función de su meditado y culto verbo, concreción semántica entre música y texto literario, intimismo reflexivo sobre lo propio y lo de todos, fidelidad al entorno trovero sin reiteraciones facilistas, cubanidad universalizada desde su siempre original estilo, son de los fundamentales aciertos que caracterizan y logran cautivar en este fonograma.
La entrega artística del creador es un sincero canto a la vida desde una habitual filantropía ejemplarizante. Más allá de su placibilidad personal, y siempre con mirada aguzada y reflexiva sobre su época, el artista alude a través de la excelencia de su canción, a la pesadumbre histórica de las actuales y pasadas guerras –Cita con ángeles y Sinuhé–, a la muerte –Pedacito de papel al viento–, a la demencia irresponsable y al descalabro humano –Camelot y Quiero cantarte un beso–, acudiendo, no obstante, entre tanto paisaje desolador, a la inevitable y salvadora presencia del amor en sus múltiples matices –Mi casa ha sido tomada por las flores, La leyenda de los dos amantes, Letra de piel, Alabanzas–, incluido como indispensable y legítimo incentivo para que brote la canción –Qué se yo.
Reafirmándose en su aliento trovadoresco más representativo, no obstante, Silvio se asiste de la entrañable colaboración de otros destacados músicos del patio, que de una u otra manera, en casi su totalidad, han estado vinculados a diferentes etapas de su quehacer creador. De este modo, figuras disímiles y paradigmáticas dentro del amplio espectro musical cubano, tales como Leo Brouwer, Juan Formell, Frank Fernández, Pancho Amat, Chucho Valdés, Tata Güines, José María Vitier, Niurka González e Ilmar López Gavilán –estos dos últimos muy jóvenes, pero no por ello menos excelentísimos músicos–, así como los hermanos de la misma trinchera del trovar: Noel Nicola, Vicente Feliú y Amaury Pérez, se adscriben con suma humildad, sin intención personalizada y bajo la égida del compositor, a este hermoso y bien logrado intento de convertir a un disco en una respetuosa y dedicada cita.
Corre por cuenta del propio autor el trabajo de orquestación, perfilado desde la aureola de bardo, y que comedido y austero sintetiza la factura instrumental, la mayoría de las veces a manera de dúo, trío o cuarteto camerático. Tal es el caso de la epilogal Qué se yo, concebida para flauta y guitarra; o la no menos sucinta Letra de piel, bordada entre aires cosmopolitas por clarinete, guitarras y teclado; o La leyenda de los dos amantes, bien enraizada en la tradición, entretejiendo flautas, teclado, cuatro y guitarras. Todo lo contrario resulta la canción Cita con ángeles, suerte de sagrada convocatoria donde coinciden por única vez prácticamente todos los músicos participantes en el fonograma; mientras Alabanzas, incitadora al canto y expositora de los rasgos estilísticos más característicos del compositor, aun cuando cuente con flauta y teclado, reserva la absoluta primacía para la guitarra del trovador.
Cabe señalar que si a la obra del destacado artista se suman el magnífico y atinado acople de los once números presentados; el certero y original tratamiento de imágenes y diseño del experimentado Eric de Haro, así como la lograda grabación de Giraldo García, sobran razones para afirmar que el CD Cita con ángeles se enuncia por sí mismo como una oferta cultural de lujo.