Cadencia encendida, ritmo vertiginoso, explosión erótica. Es el Palo de Mayo, danza de gran arraigo popular en la costa caribeña de Nicaragua, considerada un símbolo de fecundidad.

Los historiadores afirman que la base está en una danza ejecutada durante la época colonial por mujeres inglesas alrededor de un árbol engalanado con cintas blancas. Pero el suave ritmo marcado apenas con las puntas de los pies por aquellas recatadas damas y la falta de colorido no sintonizaban con el carácter de los negros, mestizos e indígenas lugareños. Fue así que lo modelaron con un toque jubiloso y atuendos más floridos acordes con su hirviente sangre, mezcla de rebeldías africana y aborigen. La danza es colectiva, fundamentalmente, aunque también se unen las parejas para ofrecer con sus sugestivos entrelazar de piernas y balanceo de caderas el punto erótico que tanto escandalizó a la iglesia. Muchas fueron las mujeres creyentes que portaban prendas masculinas para asistir a las fiestas. Esta festividad, consagrada a rendir culto a la vida, tuvo un momento de esplendor en la década de los 80 cuando las autoridades sandinistas crearon el festival denominado Mayo Ya. A su difusión, incluso más alla de las fronteras nacionales, contribuye una buena cantidad de grupos que a golpe de tecnología moderna, pero sin perder sus raíces, se dedican a la interpretación de esas piezas, ya sea para una celebración tradicional como para un festejo más acorde con los tiempos actuales. Tal como ocurre con otros ritmos como el reggae, la salsa, o el merengue, el Palo de Mayo conserva ese sello caribeño contagioso, sensual, propio de una aleación explosiva de culturas tan disímiles..