Mexicano por nacimiento, cubano por crianza, hispano por la vía materna y con sangre del istmo por la paterna, Rómulo Castro confiesa que es ante todo «irremisiblemente panameño», aunque con todo lo anterior «y con lo que de todo el mundo a uno se va adhiriendo, compongo y canto, pues a todo ello me debo».

Este cantautor que ha compartido escenario junto a su grupo Tuira con artistas internacionales como Franco De Vita, Ilan Chester, Carlos Varela, Javier Ruibal, Editus, Danilo Pérez, Joan Manuel Serrat o Rubén Blades —a quien lo une también haber colaborado en dos discos que le valieron el Grammy a Blades (La Rosa de los Vientos, 1996 y Tiempos, 1999)—, confesó en entrevista a Excelencias que Panamá ha marcado su obra con un sello indeleble.

Aunque fue miembro del grupo Trópico de Cáncer y director de Liberación y Arkanar, es con su actual banda, Tuira, creada en 1991 y que toma el nombre de uno de los ríos más caudalosos del país centroamericano, que se ha consolidado su vocación de búsqueda de lo más autóctono de la música panameña para fusionarlo y modernizarlo con un toque distintivo.

—¿Cómo influyeron en su formación musical México, Cuba y Panamá, tan ricos en ritmos y sonoridades? —Mis ‘influencias’ mexicanas resultan menores, pues aunque allí nací, desciendo por vía materna de republicanos españoles que se asentaron allá tras el exilio y no tomé conciencia de mí mismo sino en Cuba, a donde llegué a residir con mi familia con tan sólo dos años de edad. Así que mi ‘formación» musical’, mucho más empírica que académica, tiene raíces cubanas, panameñas y españolas.

«De Cuba, la trova y el son de mi Santiago «natal»; que devienen en increíble alquimia de España y África. De Panamá, la magia ritmática del Darién, la poesía y las cuerdas de Azuero; en las que a los dos ‘viejos’ continentes se suma lo aborigen vital. Con eso –y con lo que de todo el mundo a uno se va adhiriendo- compongo y canto. A todo ello me debo».

—¿Qué influencia ejerció la obra de Blades en su labor como compositor? —Me tocó estar ‘activo’ en Panamá cuando Rubén Blades regresó. Tuve el privilegio de que seleccionara dos de mis canciones para el proyecto que acabó llamándose como una de ellas: La Rosa de los Vientos. Me honró nuevamente cantando otras tres de mis canciones en Tiempos. Pero el hecho de que ambos discos merecieran el codiciado Grammy me llena de orgullo y ha hecho posible el que mucha otra gente conociera mi trabajo junto al Grupo Tuira.

—¿Cómo valora el papel de las grabaciones musicales en la difusión de su obra? —La industria discográfica, hoy en jaque «virtual», está diseñada para «vender» y no para «promover» ¿Cuánto de lo que se vende no mereció siquiera ser promovido? ¿Cuánto de lo que debió promoverse nunca se hizo? Y si este problema es grave en el ‘Primer Mundo’, el ‘Tercero’ requiere a gritos de políticas públicas de promoción del arte. «En lo personal, sin embargo, pues algo de ‘suerte’ me ha tocado. Me refiero más bien al montón de talento que como sociedades permitimos perder, sin saber siquiera que existe; sin sospechar que seríamos mucho mejores en su compañía».

—¿Qué representa para su obra esa confrontación con públicos diversos y con otros compositores y estilos musicales? —Desde mi específica circunstancia panameña, me resulta vital cantar que estamos aquí, que somos más que un canal y que tenemos mucho que aportar al mundo. Y esa posibilidad la encuentro en cada nueva oportunidad de cantar dentro y fuera de mi tierra.

—¿Planes y proyectos a corto y largo plazo? —Acabo de publicar en Panamá mi primer libro, que es también –por supuesto- un disco. Se llama Palabra decantada. Empezó siendo un intento de «poemario» al que se le fueron adhiriendo partituras, testimonios, fotografías, dibujos y hasta un intento de ensayo. El disquito que lo acompaña tiene también sus particularidades –creo- pues es el primero «en vivo» y con sólo guitarras y voces. Respondiendo estas preguntas me sentí casi como reescribiéndolo, pues es como esta entrevista, pero sonoro y en casi trescientas páginas.

«Por lo demás, pues ya el Tuira se dispone a empezar el largo y vital calvario de su cuarto disco, y ya hay un par de proyectos internacionales en la gatera. No vivimos de lo que nos gusta, pero nos gusta lo que hacemos para vivir. Lo importante es seguir teniendo proyectos: ir. Ya después veremos si llegamos».