Cuando Panamá La Vieja, a solo 8 km del centro metropolitano de Ciudad de Panamá, constituía la primera ciudad española fundada en la costa del Pacífico de América y centro de las más importantes rutas comerciales en la historia del continente americano (allí era trasladado todo el oro y la plata encontrados por los españoles en América), un monumento, específicamente una iglesia, exhibía con orgullo su altar fabricado completamente con el oro traído de otras regiones de América.

Movido por la codicia, el pirata inglés Henry Morgan, en el año 1671, dirigió un ataque contra esta primera ciudad incendiándola, destruyéndola y saqueándola al mismo tiempo; los curas de la iglesia, avisados de la catástrofe que se avecinaba, procedieron a pintar de negro el altar para protegerlo de los asaltantes; este fue el único monumento que sobrevivió al ataque del pirata Morgan en Panamá La Vieja.

Más tarde, al ser trasladada la ciudad hacia lo que hoy se conoce como el Casco Antiguo, el altar fue llevado a la iglesia hoy conocida con el nombre de San José. A ella se dirigen miles de turistas para admirar la grandiosa obra.

El hecho en sí está rodeado de leyendas con aristas que se contradicen; así, por ejemplo, muchos afirman que realmente el altar original fue usurpado por los españoles y que lo que admira el visitante de hoy es una obra maravillosamente reconstruida con pan de oro.

No obstante las encontradas versiones sobre el particular, la obra permanece allí, viva, como una muestra de las maravillas que guarda el mundo americano.