JARIPEO
Recuerdo que asistí a una charreada mi primera vez en Puerto Vallarta y todo me llegó con el encanto de lo genuino. Los trajes de los charros, sobre todo sus espaldas bordadas, los sombreros, el conjunto que hacían montados a caballo mientras oíamos la música. La fuerza de los caballos corriendo y saludando y los charros dominando al animal. Mientras, en las gradas, la gente se divertía con las piruetas, con la destreza de los floreadores, la monta de los toros y las caídas.
El tequila subía y bajaba en cubetas y todo parecía relajado y auténtico. Asistir a un jaripeo ayuda a apreciar y entender mejor qué es México; se puede sentir la fuerza de sus gentes y cómo entienden incluso las relaciones entre hombres y de hombres con animales. El jaripeo para muchos es el antecesor de la charreada actual, aunque para otros es solo la monta de toros. Quedándonos con el primer concepto, en el jaripeo participan diferentes equipos que deben ejecutar las diez suertes charras, algunas individualmente y otras como equipo, pero un charro no debe hacer más de tres, aunque existen las charreadas llamadas “charro completo” que consiste en la ejecución de siete de la diez suertes por un solo charro.
Las diez suertes que constituyen la charreada se pueden dividir en dos tipos de faenas -las realizadas con la reata y las faenas sin ella- y son: Cala de caballo, peales en el lienzo, las colas, el jineteo de toro, la terna en el ruedo que incluye lazar la cabeza al toro y lazarlo de las patas, el jineteo de yegua, las manganas a pie, las manganas a caballo y el paso de la muerte.