Viaje de ensueño en Al Ándalus
Una de las ofertas más originales en trenes de lujo es la que nos presenta Al Ándalus, cuyos vagones de inicios del siglo XX combinan el encanto de esa época con el confort moderno. A bordo de este medio hicimos un rápido recorrido por varias ciudades de la región española de Andalucía.
Cuando leemos una novela ambientada en los primeros años del siglo XX suele aparecer un viejo tren de carbón con sus vagones de madera y una estación repleta de público despidiendo a unos y recibiendo a otros. Sonrisas y lágrimas nos provocan una sensación de nostalgia. He tenido la gran suerte de poder vivir la magia de un recorrido en un tren muy singular. La máquina, de los años veinte, nos lleva al pasado mientras realizamos un viaje de ensueño por tierras de Andalucía.
Se trata de Al Ándalus, algunos de cuyos vagones fueron construidos en 1929 en Francia y utilizados por la Familia Real Británica durante sus desplazamientos veraniegos desde Calais hasta la Costa Azul francesa. Comprado por RENFE y posteriormente abandonado en el 2006, ha sido asumido ahora por FEVE (Ferrocarriles de vía estrecha), una empresa con experiencia en el producto de trenes de lujo que, tras una cuidadosa y costosa restauración de esta joya ferroviaria, ha conseguido mantener el sabor de antaño y la decoración Belle Époque, al tiempo que introdujo todas las comodidades del siglo XXI. Así, este «hotel de cinco estrellas» vuelve a brillar con luz propia y se convierte en uno de los más lujosos del mundo.
Con 456 metros de longitud, Al Ándalus es uno de los trenes más largos del planeta. Tiene dos coches restaurante, un salón bar con una pista de baile, un salón de té, una preciosa recepción y siete coches suite con capacidad para 64 personas alojadas en sus treinta y dos suites, 12 estándar y 20 superiores. La tripulación está integrada por 16 profesionales entre camareros, guías, conductor de autobús, director de expedición, personal de mantenimiento y maquinistas. Este equipo altamente calificado y amable nos garantiza una estancia inolvidable.
El recorrido
El viaje se inicia en Sevilla y nos va introduciendo por esas tierras andaluzas donde se combinan sabores judíos, árabes y cristianos. Descubrimos la historia al tiempo que admiramos los valores arquitectónicos que esta región conserva, junto con sus paisajes únicos y espectaculares.
En nuestro recorrido, la primera parada fue Córdoba, ciudad donde confluyen las tres culturas antes mencionadas. Prueba de ello son la sinagoga y la famosa Mezquita o Catedral. Gracias a la época del año pudimos conocer los hermosos patios decorados con cientos de macetas en flor, que tradicionalmente participan en un peculiar concurso durante la primera quincena de mayo. La cena, servida en el famoso restaurante El Churrasco, nos deparó deliciosos platos de la gastronomía local.
Al final de cada jornada, el descanso está garantizado pues siempre dormimos a tren parado en la estación. A ello se agrega que cada suite está equipada con adelantos tecnológicos que aseguran el confort, como una buena insonorización, la posibilidad de regular nuestro aire acondicionado, varios canales de música ambiental, caja fuerte, minibar o un baño completo con una cómoda ducha. Como detalle curioso, cada día a las 8 de la mañana una persona pasa tocando una campanilla por el pasillo. El viajero comienza a escuchar un sonido lejano que se acerca armónicamente para volver a disiparse. De ese modo se nos anuncia el inicio de otra jornada a bordo de Al Ándalus.
El lunes visitamos Baeza y Úbeda. Empezamos por el Museo del Olivo, una hacienda en las cercanías de Baeza, en el corazón olivarero de Europa. En este recorrido recibimos las explicaciones del mejor guía que he tenido la ocasión de conocer, Andrea, de origen italiano, quien tiene, como el aceite de oliva, sus raíces en estas tierras jienenses. La comida fue en el Parador Nacional de Úbeda. Después de un largo, interesante y maravilloso día regresamos en el autobús a la estación de Linares-Baeza, donde aguardaba el tren. Cenamos a bordo mientras viajábamos a Granada, ciudad donde dormiríamos.
Una vez en esa urbe, nuestra primera visita fue la Alhambra, los jardines del Generalife y el Palacio de Carlos V, un interesante periplo muy bien ilustrado por un guía oficial. Tuvimos la ocasión de conocer también varias zonas restringidas al público, algo solamente posible en Al Ándalus. La visita duró toda la mañana y después fuimos a comer al Parador Nacional, en la misma Alhambra, un lugar privilegiado donde degustamos platos típicos. Por la tarde disfrutamos de algo de tiempo libre que utilizamos para descubrir otras joyas como la Catedral, la Capilla Real donde están enterrados los Reyes Católicos, Juana la Loca y Felipe el Hermoso, la Basílica de Nuestra Señora de las Angustias, que
aunque a veces pasa inadvertida para los turistas es la virgen más venerada en Granada. Por último estuvimos en la Cartuja, un convento de la orden de los cartujos. Cenamos en el Mirador de San Nicolás. Se trata de uno de los lugares más hermosos del recorrido, pues desde allí se observa una de las mejores puestas de sol que haya podido disfrutar, y vemos cómo el conjunto de la Alhambra cambia de color. Luego, en el barrio del Albaicín, vimos un espectáculo de baile flamenco, muy turístico pero, a mi juicio, bastante «flojo» para los amantes de este género.
El miércoles, el movimiento me hizo madrugar. Partimos muy temprano hacia Ronda. Fue hermoso ver el amanecer entre las serranías. Llegamos pronto a la ciudad y visitamos con un guía local la Plaza de toros y el Tajo, el acantilado de unos 180 metros de altura que delimita a la localidad. Es imposible no asombrarse cuando alguien observa esta auténtica maravilla de la naturaleza. Tuvimos tiempo libre para disfrutar de unas tapas típicas rondeñas y volvimos al tren, donde nos sirvieron el almuerzo para continuar nuestro viaje.
Llegamos por la tarde a Dos Hermanas y desde allí tomamos el autobús que nos llevaría a Cádiz. Hicimos una visita panorámica desde este transporte y confieso que la estancia me supo a poco, pues Cádiz es una ciudad para recorrerla y disfrutarla al menos durante un día y arribamos pasadas las seis, lo que nos impidió acceder a sus monumentos. Además, dispusimos solamente de hora y media libre, que dedicamos a recorrer la zona cercana a la Catedral. La cena fue en el restaurante El Faro, uno de los más emblemáticos locales de la urbe. Luego partimos en el autobús hacia Dos Hermanas para desde allí tomar rumbo a Jerez de la Frontera, donde dormiríamos esa noche.
El jueves, después del desayuno en el bufet del tren, el autocar nos trasladó hasta las bodegas de González Byass para realizar una interesantísima visita guiada. Posteriormente, en la Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre, presenciamos el espectáculo «Como bailan los caballos», de gran belleza. Es lamentable que aquel momento mágico quedara un tanto enturbiado por la imposibilidad de realizar fotos, siquiera con el móvil. Obsesionado con la idea de impedirnos tomar fotografías, el personal del lugar requería a cualquiera que sacara un teléfono, aunque lo hiciera para enviar un mensaje de texto. Pienso que por muy importantes que sean los derechos de imagen de un sitio o las postales de la tienda de suvenires, debería primar el derecho que tenemos como individuos a conservar un recuerdo personal, mientras la foto no sea utilizada con fines lucrativos. No obstante, el espectáculo merece la pena.
Al concluir, el autocar nos trasladó hasta San Lúcar de Barrameda. Tuvimos la suerte de llegar en tiempo de feria y pudimos
disfrutar en las calles del colorido de numerosas mujeres vestidas de gitanas. La comida, a base de pescados, fue en Casa Bigotes, otro lugar emblemático de Andalucía. Fue la mejor de todo el viaje e incluyó, para terminar, un delicioso arroz a la marinera. Después nos dirigimos al embarcadero para dar una vuelta por el Guadalquivir y pasear unos treinta minutos por el parque de Doñana en una visita guiada. Recomiendo a los interesados en esta excursión que lleven repelente de mosquitos, pues esos insectos abundan durante el trayecto. Una vez de vuelta en San Lúcar de Barrameda, tomamos el autocar para regresar al tren que nos esperaba en Jerez. En esta ciudad pudimos disfrutar de tiempo libre y relajarnos, algo que con el ajustado programa no se consigue muy a menudo. Por la noche cenamos a bordo, tuvimos un espectáculo y la fiesta de fin de viaje, que deparó sorpresas que no les develaré, y así se animan a realizar este fascinante recorrido. Esa noche dormimos en Jerez de la Frontera.
El viernes partimos hacia Sevilla, adonde llegamos después del desayuno. El autocar nos llevó a la Plaza de España e iniciamos una visita guiada por esa hermosa ciudad, recorriendo a pie los Jardines de Murillo, el barrio de Santa Cruz y la Catedral, único monumento al que entramos. De camino al autocar, solo vimos el exterior de la Maestranza. La visita acabó otra vez en la estación de Santa Justa, a las 13:30. Allí recogimos las maletas del autocar y nos despedimos. Nos faltó por conocer los Reales Alcázares, la Torre del Oro y el Archivo de Indias, aunque solo hubiese sido de pasada.
Luces y sombras
El viaje en Al Ándalus es muy recomendable. Cierto que el programa es ajustado y el precio puede parecer alto, pero nos permite ver y admirar aunque de forma fugaz lo mejor que guarda Andalucía. Es como un menú-degustación que comprende lo que podemos ver, hacer y sentir en aquella maravillosa tierra llena de historia, arte y mezcla de culturas. La gastronomía está muy cuidada, los restaurantes muy bien seleccionados, la atención del personal a bordo es exquisita. En el autocar que nos traslada por carretera podemos dejar objetos personales, pues desde el primer día hasta el último está a nuestra disposición. Las suites superiores son espaciosas, con cama de 150 x 200 cm, baño individual completo y todas las comodidades de un hotel de lujo. Estas facilidades se complementan con visitas guiadas en los distintos idiomas de los viajeros y acceso a los principales monumentos de las ciudades incluidas en el trayecto, algunas como la de la Alhambra, irrealizables de otra manera.
Reunidos al final varios participantes en este viaje, le otorgamos al tren Al Ándalus una nota media de 8,5 sobre 10, en la que destacamos al personal como lo mejor de la experiencia, y como lo más flojo, el bufet del desayuno.