Actriz española Victoria Abril en compañía de Alfredo Guevara.
Escena de ¨Nueces para el amor¨, de Alberto Lecchi, Argentina, ganador de un Coral.
Director argentino Fernando Birri, uno de los fundadores del Nuevo Cine Latinoamericano con el norteamericano Francis Ford Coppola.
Santiago Álvarez, director cubano, varias veces jurado del Festival y uno de los exponentes del nuevo Cine Cubano.
Actor cubano Jorge Perugorría en una escena de ¨Fresa y Chocolate¨.

Del 3 al 10 de diciembre de 1979 tuvo lugar el I Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano y Caribeño en La Habana, Cuba, bajo los auspicios del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), encabezado entonces por su Presidente-fundador, Alfredo Guevara.

En el discurso inaugural, Guevara subrayaba el hecho de que “con armas nuevas, nuevas y no mejores, pero nuevas y también legítimas, una generación de jóvenes se empeñará en alcanzar con el cine la hazaña intelectual y política de nuestros escritores y artistas que, durante siglos (...), trabajaron como sabios y orfebres la imagen de Nuestra América, descubriéndole su unidad profunda, las maravillas de su diversidad, la originalidad de su historia...”

La cita de La Habana tuvo como antecedente al Festival de Cine de Viña del Mar (1967 y 1969), convocado por el chileno Aldo Francia y colaboradores, y cuya edición inicial se convirtió en la primera reunión consagrada en nuestro continente a la obra de quienes creaban cine independiente, reflejo de una imagen “otra” de nuestra realidad que se apartaba de los cánones promovidos durante décadas por la producción cinematográfica más comercial.

El Nuevo Cine había nacido desde mediados de los 50´, cuando se empezaron a producir, en diversos puntos de la geografía latinoamericana, documentos cinematográficos cargados de compromiso con los problemas de nuestras naciones. Títulos como Río 40 grados, de Nelson Pereira dos Santos (Brasil), El Mégano, de Julio García Espinosa y otros realizadores (Cuba) y las obras de la Escuela documental de Santa Fe, encabezada por Fernando Birri (Argentina), figuran entre los primeros ejemplos.

Los 60´ - años de la ira, según el cineasta chileno Miguel Littín - serían el contexto en que se afianzaría esa visión más crítica y plural de nuestras culturas y realidades, como movimiento que tuvo entre sus pilares a Glauber Rocha y demás representantes del cinema novo brasileño; mientras, en La Habana, Santiago Alvarez realizaba algunos de sus clásicos, Tomás Gutiérrez Alea provocaba con Memorias del subdesarrollo, Las doce sillas, La muerte de un burócrata..., entre otros filmes, y el joven Humberto Solás entregaba su Lucía.

En Chile, se recolectaban los frutos de la existencia, desde 1957, del Instituto Fílmico de la Universidad Católica; el boliviano Jorge Sanjinés (quien estudió Cine en la Universidad de Santiago de Chile) desnudaba la realidad social, particularmente, la del indígena de su país. La llama del nuevo cine prendía, a pesar de la crítica situación impuesta por las dictaduras que dominaron el escenario político de la región durante muchos años.

En 1974 se fundó en Caracas el Comité de Cineastas de América Latina, con el fin de defender a los realizadores del continente de las amenazas – efectivas en varios casos – de los poderes militares. Cinco años después, cuando parecían agotadas las opciones para mostrar ese arte diferente por el que arriesgaban sus vidas tantos cineastas, La Habana abrió sus salas al Nuevo Cine, y no ha vuelto a cerrarlas en los últimos 25 años.

El Festival de La Habana El contexto único en que surgió, ese entorno agresivo en que intentaban prosperar las obras del nuevo cine latinoamericano, convirtieron a La Habana en un remanso de paz y reencuentro para los realizadores del área. Y si bien en los últimos años han surgido o renacido eventos similares en América Latina y el mundo, es imposible y, más aún, ingrato, soslayar el rol que a lo largo de sus 25 años ha desempeñado el Festival cubano.

Desde las primeras ediciones se fueron delineando los países punteros, tanto en la producción, en la calidad de sus obras, como en la repercusión e identificación del público cubano con éstas. Brasil, Argentina y México han sido – en casi todas las épocas – grandes favoritos del concurso, si bien otras naciones, entre ellas Cuba, Venezuela, Chile, Perú..., han insertado títulos y realizadores en la nómina de ganadores del certamen.

Nombres como Geraldo Sarno, Tisuka Yamasaki, Carlos Diegues, León Hirszman... de Brasil, comparten la gloria del nuevo cine con los jóvenes Andrucha Waddington, Walter Salles, Karim Aïnouz, José Henrique Fonseca, Claudio Assis...; los mexicanos Arturo Ripstein, Paul Leduc, Juan A. de la Riva, Felipe Cazals, Jorge Fons... hacen lo propio con Luis Carlos Carrera, Alejandro González Iñárritu, Maryse Sistach...; argentinos como Adolfo Aristarain, Fernando “Pino” Solanas, Luis Puenzo, Juan José Jusid, Eliseo Subiela...continúan produciendo mientras emerge una generación de autores como Carlos Sorín, Lucrecia Martel, Diego Lerman, Pablo Trapero, Daniel Burman...

El peruano Francisco Lombardi y el boliviano Jorge Sanjinés, siguen siendo una referencia, como los cubanos Tomás Gutiérrez Alea, Santiago Alvarez, Julio García Espinosa, Humberto Solás, Fernando Pérez... aunque por la Isla se dejan ver las inquietudes creativas de generaciones que se abren paso desde los 90´, con Arturo Sotto y Enrique Alvarez entre los primeros, y poco después Humberto Padrón, Pavel Giroud, Lester Hamlet, Esteban Insausti, Ian Padrón...

Sin embargo, una pregunta flota en el aire: ¿cuánto de los conceptos ideo-estéticos que le dieron origen está aún en el Nuevo Cine Latinoamericano? Alfredo Guevara, uno de los fundadores del Movimiento y animador principal del Festival de La Habana, nos respondió en una ocasión que éste surgió no como escuela o estructura cerrada, sino como “corriente” ética, estética, que pretendía convertirse en expresión integral de una muy compleja realidad, opinión que comparte otro protagonista, el chileno Miguel Littín, cuando ante similar cuestionamiento afirma que el Nuevo Cine Latinoamericano no reconoce fronteras ni se apega a dogmas o creencias, sino que se alimenta en la dialéctica de la vida.

Una vez más, “con armas nuevas, nuevas y no mejores, pero nuevas y también legítimas”, el movimiento cinematográfico que quedara instituido como tal a finales de la década de los 60´ del pasado siglo, se reinventa y renueva, en la diversidad y unidad de nuestras culturas, y para atestiguarlo está el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.