Asombroso Nuevo Mundo
Millones de hombres y mujeres, de los más diversos confines, arman sus valijas cada año y se lanzan al encuentro del Caribe. Esa única palabra mágica basta para evocar el Nuevo Mundo de los descubridores de asombros, de los realizadores de sueños. A diferencia de cinco siglos atrás, cuando los intrépidos navegantes se embarcaban a bordo de frágiles veleros, la aventura en estos días de insomnio y stress comienza en casa, en un encuentro familiar, para decidir hacia donde enfilar proa en una confortable aeronave, o, quien sabe, en un formidable crucero dotado de inimaginables atracciones. Lo que importa, en todo caso, es el destino final. Un mundo nuevo, en constante renovación de ensueños, de infinitas delicias para los sentidos, para el descanso y los placeres de la vida. Así lo imaginan esos amantes que decidieron escaparse a una isla encantada, de recónditos parajes, para unir sus vidas en promesas de amor eterno. Así lo descubren los chicos revoltosos que pueden correr y jugar a su antojo, en playas de finas arenas blancas, como las que sólo habían visto en la televisión. Hasta los grupos de hombres y mujeres de avanzada edad en busca de un merecido descanso, apacible, propicio para el recuento y el placentero disfrute de las cosas buenas de la vida, encuentran el hotel con todo incluido, libre de preocupaciones, diseñado a la medida de sus deseos en los más mínimos detalles. Nadie escapa al encanto, a la incontrolable atracción de unas vacaciones que serán inolvidables, repletas de historias que comienzan con leyendas de piratas y bucaneros y se adentran en el multifacético legado cultural atrapado en los originales colores de artistas plásticos, artesanos, músicos y danzarines. Ni que hablar de las riquezas de la naturaleza, espléndida, irradiante de vida en los soleados amaneceres caribeños y de sorprendente colorido en los indescriptibles crepúsculos, salpicados por los últimos trinos de las aves canoras nunca vistas. Aquí, en el Caribe, se reveló por primera vez, ante los fascinados descubridores, ese Nuevo Mundo, que a la distancia de cinco siglos sigue deslumbrando a quienes tienen la suerte y la dicha de disfrutarlo con sus propios ojos, con todos sus sentidos.