Desde aquí arriba, un país es un rincón verde y con nubes, un gran desconocido. A veces la tierra es tan pequeña en el día a día, una calle, una parada de autobús, una habitación...

Hay que subirse a un avioncito después de vencer el pánico para darse cuenta de que somos nosotros los diminutos, no la tierra bajo nuestros pies, que aparece inmensa, apasionante, fuera por completo de nuestras manos.

A veces me produce ansiedad, porque cada pequeño espacio que descubro me hace tomar conciencia, una vez más, de que nunca podré conocer ni una insignificante parte de lo que es.

Entiendo bien a los que hacen de viajar una pasión, porque se convierte en algo que corre por las venas, en una especie de carrera contra uno mismo, una apuesta para poder decir: “yo conozco parte del mundo”.

Pero no, no es verdad, por cada lugar que descubrimos hay cientos que ni sabemos que existen.

Quizás por este motivo a algunos nos da por hacer revistas de viajes, o por leerlas, nos hacemos la ilusión de que encerrando los lugares en páginas, en letras, son más nuestros y podemos poner una cruz más en la columna del “aquí he estado yo”.

Sólo puedo decir que si sois de los nuestros, si sentís la misma clase de locura, bienvenidos a un número más de esta revista, a este planeta y no olvidéis que la tierra espera bajo nuestros pies.

Consuelo Elipe