Gabriel García Márquez
Gabriel García Márquez y el séptimo arte Campechano, jovial y sencillo, como ajeno a su estatura universal, Gabriel García Márquez (Aracataca, Colombia, 1928) participó en el pasado mes de diciembre en la XXV edición del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana. Homenajes, participación en importantes eventos y hasta el estreno de la puesta en escena de adaptaciones de nuevas obras suyas, corroboraron una vez más el cariño y respeto de un público que le reconoce y admira quizás más como narrador que como cineasta, aunque en ambas manifestaciones su obra parece tener tan imbricados parentescos, como los de la estirpe de los Buendía en Cien Años de Soledad. El propio autor ha expresado que a través del cine tomó conciencia de que las posibilidades de la novela son ilimitadas. Su vínculo con la cinematografía es amplio y diverso, desde la elaboración y adaptación de guiones, hasta la adecuación de muchas de sus obras narrativas al séptimo arte. Países de América, Europa y Asia, han llevado las obras del Gabo a la pantalla. Como Presidente de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, Gabriel García Márquez y el comité de cineastas que la constituyen, dieron inspiración y apoyo a la creación de la Escuela Internacional de Cine y Televisión en Cuba (1986), institución que rinde ya sus frutos.
El mundo narrativo de García Márquez Una de sus virtudes narrativas es la extrema concisión, acrecentada con el tiempo, pues el autor está convencido de que “el problema de la literatura es palabras” y afirma que su lenguaje no es Colombia, sino el de su abuela, porque “ella hablaba así”. En cuanto a las peculiaridades del mundo que refleja en su narrativa, la crítica ha señalado muchas posibles influencias –incluso de escritores que García Márquez confiesa no haber leído antes de escribir algunas de sus obras-, pero quizás sea más reveladora la convicción que tiene el autor sobre la unidad del mundo registrado por la novela latinoamericana. Independientemente de influencias, existentes o no, es esa unidad la que ha encontrado expresión en sensibilidades abonadas por entornos, personajes y circunstancias de raíces comunes. Por otra parte, las palabras “magia”, “fantasía”, “exuberante imaginación”, abundan en los ensayos acerca de la narrativa de García Márquez y al respecto señala el autor: “La América Latina es así: totalmente fantástica aún en la vida corriente. Es el continente de la imaginación extravagante, del delirio, de la soledad quimérica y alucinante. Mis personajes son verdaderos en la medida en que reflejan esta realidad fantástica” No es de extrañar entonces que en la genial novela que lo dio a conocer al mundo, Cien Años de Soledad, haya nacido un niño con cola de puerco como fruto de un incesto; que un cura después de beber una taza de chocolate se eleve unos centímetros del suelo y levite; que Remedios la Bella, al sacudir una sábana se haya elevado al cielo o que en la mitad de la selva macondiana aparezca abandonado un galeón ¿ Realismo mágico? ¿Transposición poética de la realidad? No es entrar en disquisiciones literarias lo que realmente nos interesa, sino hacer énfasis en las singulares características de un universo poblado de tradiciones y extravagancias al parecer inusitadas, pero que están fuertemente enraizadas en la realidad americana. “Vivimos en un continente donde la vida cotidiana está hecha de realidades y mitos. Y nosotros nacemos y vivimos dentro de un mundo de realidades fantásticas” Así, con un amplio derroche de imaginación, pero desde la perspectiva de un observador sagaz de la realidad, la obra de García Márquez es única en el ámbito de las letras hispanas y universales de todos los tiempos.