La Habana
Para los habaneros, su ciudad tiene un encanto particular, más allá de las magulladuras de algunas fachadas y el sofocante calor que la mayor parte del año se siente allí. Los extranjeros, sin embargo, aunque visiten por primera vez esa ciudad, comparten las emociones con los vecinos y disfrutan ampliamente recodos cargados de una magia especial, reconocida incluso por la Unesco en 1982, cuando le otorgara el título a la ciudad de "Patrimonio Cultural de la Humanidad". Realmente la Villa de San Cristobal de La Habana se fundó en 1515 bajo la tutela del gobernador insular Don Diego Velásquez. Los orígenes estuvieron en la desembocadura del río Mayabeque, al sur del lugar actual, pero la insalubridad de la zona, la baja costa, cenagosa, los mosquitos y otras dificultades obligaron a un traslado hacia el norte.
Por lo tanto, la fecha del asentamiento definitivo de la urbe fue el 16 de noviembre de 1519, , en el Puerto Carenas, lo que luego sería la bahía de La Habana.
Aun se respira entre las calles un ambiente marinero que en su tiempo significaba muchos velámenes cerca de las casas más antiguas, pues el puerto rápidamente se convirtió en punto de escala y aprovisionamiento de la flota española.
Precisamente, los barcos ibéricos se agrupaban en la ínsula para, cargados de oro, plata y otras riquezas provenientes del sur, navegar hacia la metrópoli.
Tal fue la importancia de la villa que comenzaron los ataques de corsarios y piratas, sobre todo a partir de 1537. El famoso francés Jacques de Sores, asaltó a los habaneros en 1555, realizando un saqueo durante un mes.
Estos ataques obligaron a que el monarca Felipe II ordenara un amplio plan de fortificaciones de las cuales se observan aún El Morro, La Cabaña, La Punta, La Chorrera y La Fuerza o las Murallas de La Habana, de la cual todavía quedan algunos fragmentos.
El prestigio y posición geográfica llegó hasta tal punto, que en las riberas se prepararon los astilleros de la armada española, de los cuales emergió, por ejemplo, el buque "La Santísima Trinidad" insignia de la controvertida "Armada Invisible" que Felipe II envió contra Inglaterra y luego fue destruida totalmente.
PASOS CORTOS Y PASOS LARGOS
Cuando comienza la caminata por La Habana Vieja, es bueno partir de El Templete,un edificio de inspiración griega levantado en 1828, durante el mandato de Francisco Dionisio Vives, en el mismo lugar donde estuviera una ceiba, el frondoso árbol junto a cuyas raíces se realizó la primera misa y se fundó el primer Cabildo en 1519.
En su frente se encuentra la Plaza de Armas, hoy un bello parque adornado con muchas flores y farolas de la época. En uno de los extremos, se encuentra el Castillo de La Fuerza.
Las obras de esa instalación militar comenzaron en 1558 y terminaron 20 años después. Ahora, uno entra por un portón bien arreglado, con pequeños cañones a un costado del foso, que aún conserva agua y un puente levadizo de maderas preciosas cubanas. Allí se muestran piezas de barro de artesanos y en su terraza, otrora espacio para los guardianes coloniales sobre la bahía, ahora se puede beber una cerveza, o un clásico mojito, el trago emblemático de la coctelería cubana a base de ron, limón, azúcar y hierba buena.
Alrededor de esa Plaza, se encuentran varias casas señoriales, dedicadas a museo, sitios verdaderamente interesantes, como el Palacio de los Capitanes Generales, Palacio del Segundo Cabo, Casa del Conde de Santovenia (actualmente Hotel Santa Isabel) o Casa de Obispos y Oficios, donde se encuentra el complejo gastronómico La Mina, entre otros lugares.
Sería muy interesante continuar la marcha al detalle, por esos lugares, sólo mencionaré algunas, porque la lista y las historias son muchas. Los castillos son imprescindibles en el recorrido, tanto los del lado oeste de la bahía como los de la franja este, en particular el Morro, el más simbólico (Castillo de los Tres Santos Reyes de El Morro) obra iniciada en 1589 por el ingeniero militar Juan Bautista Antonelli, concluido en 1630.
Se debe andar por la Plaza Vieja, la de la Catedral -por supuesto, entrar a esa iglesia de altos quilates- enredarse entre los callejones adoquinados, donde el sol hace levantar chispas, sobre todo en los veranos.
En materia religiosa, además de la Catedral es bueno aparecer por el Conveto Santa Clara, hoy sede del Centro de Restauración y Museología, la Iglesia del Espíritu Santo, la del Santo Angel Custodio y la de Nuestra Señora de la Merced, o la de Paula, con su paseo del mismo nombre, muy cerca de los muelles. Por allí, también está el embarcadero de "la lanchita de Regla", un poblado ultramarino conectado por este bote que realiza decenas de viajes en el día y la noche. Desde la otra orilla, el Cristo de La Habana (una escultura monumental) mira con sus brazos abiertos a toda la ciudad, un sitio verdaderamente maravilloso para desde allí tomar fotos y observar el paisaje, a un costado del Instituto de Meteorología.
EL REINADO DE HABAGUANEX
El cacique Habaguanex, cuentan, reinaba a la llegada de los españoles en 1492, en una amplia franja que actualmente abarca desde la capital hasta el Mariel, muy al oeste, en la zona rural de La Habana. ese es el nombre que lleva la compañía que ahora opera la industria turística propiamente en la zona añeja citadina.
La villa de San Cristobal de La Habana tiene mucho que ofertar y ello lo conocen en profundidad las autoridades insulares.
Los algo más de 4,5 kilómetros cuadrados que ocupa la parte vieja de La Habana, son en estos momentos un hervidero por los planes de recuperación de inmuebles y el desarrollo de la compañía Habaguanex S. A. Esta firma se fundó en 1994, asentada en los objetivos de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, Eusebio Leal Spengler. Entre las ideas siempre estuvo la reconstrucción del centro histórico y favorecer el entorno social. Operan 78 establecimientos entre hoteles, tiendas, mercados, restaurantes, cafeterías y aires libres.
LA HABANA MODERNA
El auge comercial de una urbe como La Habana, convirtió a la ciudad en un sitio muy atractivo para naves con cargamento, reparaciones en astilleros y la presencia de personas de distintos lugares.
Realmente, después de la demolición de La Muralla de La Habana a finales del siglo XIX, rápidamente las edificaciones crecieron, los comercios, los cafés y lugares de recreo ampliaron sus ofertas, dando primero origen a una capital extra-muros y luego a la aparición de nuevos barrios.
Sitios como el populoso Vedado, con su loma de pirotecnia, donde los españoles hacían pruebas de explosivos, zonas bajas y altas, se fueron transformando. Es entre los años 40 y 50 que se aprecia un verdadero auge urbano y el crecimiento poblacional hasta alcanzar La Habana un territorio de más de 700 kilómetros cuadrados, sin contar la parte rural que se extiende hacia el sur, incluyendo Batabanó, donde se situará el primer asentamiento.
Aparecen entonces El Vedado, Marianao, 10 de Octubre, Centro Habana, Guanabacoa, Regla, entre otros. En esos centros se desarrolló la industria y el comercio, la cultura floreció y se edificaron hoteles como el Habana Libre, Riviera, Vedado, o el Nacional.
Muchas historias y leyendas acaparan estos lugares, hasta que entre los años 60 y 70, las viviendas de los representantes diplomáticos y empresariales, sus oficinas y negocios se asentaron por lo general en el elitista barrio de Miramar en la parte oeste.
Por allí también crecen los trabajos de las inmobilarias, los complejos de ventas y las arterias conducen con facilidad los coches, por donde hasta sólo unas decenas de años se veía una vegetación muy crecida.
Tales matices, otorgan un toque de distinción a la ciudad, que por la parte este cuenta con sus propias playas, como Santa María del Mar o Guanabo, a donde se llega en automóviles en sólo unos 20 minutos de camino y se disfruta de toda una infraestructura turística agradable y muy apreciada tanto por los residentes locales como extranjeros.
Esta Habana moderna, con su Mausoleo a José Martí, Héroe Nacional, y Plaza de la Revolución -donde se realizan los actos políticos más significactivos del país- es el espacio de vida y acción que tanto gusta a los visitantes, con un impacto de colores y de gentes muy alegres y comunicativas.