Santuario de Palenque, Chiapas
Palacio Grupo G que pertenece al conjunto de ruínas encontradas en los alrededores de Tikal, Guatemala
Detalle de la inscripción que aparece en una de las estelas

Misteriosa para los contemporáneos, la civilización maya iluminó a América con el legado de una escritura autónoma, exquisita arquitectura y avanzados conocimientos de astronomía y matemáticas. Sumergidas en un largo y oscuro sueño en las profundidades de la jungla, las ciudades-estado mayas se levantan ante el asombro de quienes logran atravesar la espesura natural, para deleitarse con sus perfectos trazados urbanos y la majestuosidad de sus edificios. En el valle del río Homul y entre la tupida vegetación del Petén (Guatemala) se yergue Tikal, una de las más antiguas urbes (330 d.C), con el famoso Templo I de 45 metros donde descansa el soberano Ah Cacau, rodeado de joyas, pedrería y huesos tallados. Cuando los conquistadores españoles llegaron hasta ella, en 1697, cayeron de rodillas al contemplar la Gran Pirámide, la Gran Plaza, la Acrópolis del Norte y los cuatro Templos. Todas esas construcciones sintetizan lo que suele llamarse "la cuna maya". Las tierras bajas del Petén y Tikal (Guatemala) constituyen el núcleo central de esta civilización, donde se conjugaron de manera más armónica los rasgos distintivos de la edad de oro, que entre los años 633 y 830 d.C. ubicó a sus protagonistas en la cima de la historia americana. En la ciudad-estado de Chichén-Itzá, segundo nicho del imperio, sus habitantes, inspirados en el ímpetu de sus ancestros, hicieron resurgir la imponente cultura mesoamericana en la península de Yucatán, unos 200 años después de que se iniciara el retroceso hacia la oscuridad. Dueños del sistema grafo más complejo y avanzado de las culturas precolombinas, así como de la regla numérica vigesimal con el concepto del 0, los sacerdotes mayas siguieron el ciclo del Sol y la Luna con exactos cálculos matemáticos. Con ayuda de rústicos instrumentos y métodos aún desconocidos, realizaron asombrosas predicciones de los eclipses solares y lunares; observaciones de los cambios de estaciones y los solsticios y equinoccios. Develaron asimismo la trayectoria del planeta Venus. Dicen los estudiosos que las observaciones astronómicas y la cuenta del tiempo de los sacerdotes mayas fue quizás más precisa y perfecta que en el mundo occidental contemporáneo. El observatorio de Chichén Itzá así lo pone a prueba. Hacia 755 d.C. sacerdotes mayas registran un eclipse lunar y para el 1050 comienzan a predecir esos fenómenos hasta entonces inexplicables, mucho antes de que el rey de España, Alfonso X "El sabio" escribiera los conocidos libros del saber de Astronomía (1280). Sumergidos entre las barreras naturales todavía se aprecian, después de 13 siglos, los trazos de una amplia red de carreteras que cruzan el vasto territorio dominado en antaño por los reyes mayas y las obras de ingeniería para abastecer de agua y alimentos a la población. Tuberías subterráneas y baños de vapor se conjugan con lo mejor del intelecto y el arte de los finos decorados de estuco, y las estelas de piedra en que aparece estampado el calendario más avanzado del mundo en ese entonces. Los edificios civiles, templos y pirámides más altos de América dieron vida a las primeras ciudades construidas en los territorios de los estados de México, Guatemala, Belice, El Salvador y Honduras cuando los romanos veían desmoronarse su imperio (alrededor del siglo II d.C.). Tikal, Copán, Palenque, Bonampak, Río Bec, Chichén Itzá y Mayapán sobresalen entre los más de 40 centros que florecieron en Yucatán (al norte); las zonas bajas (centro) como Chiapas, las selvas de Tabasco, Campeche , Guatemala, Belice y Honduras; y las montañas (al sur). Esplendor sin límites, rituales y sacrificios humanos a los dioses; guerras intertribales; vida cortesana; leyendas que develan el mítico origen de estos pueblos; intercambio comercial con los foráneos, aparecen plasmados en grandes murales pictóricos y estelas de piedra, que hacen suponer el peso preponderante que para esa cultura tuvieron el saber y el arte.

¿Quiénes fueron los mayas? Según las posiciones más consensuadas, este conglomerado humano agrupó a etnias integradas en una comunidad lingüística, pese a la variedad cultural, tales como: Huastecas, Tzetzal-Maya, los Tzotzil, Choles, Quiché, Chortis y otros. De origen realmente desconocido, se supone que los abuelos y padres de estos grupos llegaron en sucesivas oleadas migratorias a Mesoamérica, procedentes del sur del actual territorio de E.E.U.U. Los habitantes de las tierras altas del sur dieron los primeros pasos fundacionales entre los años 2500 y 1500 a.C para crear lo que llegó a ser una poderosa y vasta civilización que extendió su foco cultural hacia el centro, donde alcanzó pleno apogeo con el período "clásico" (siglos III-IX d.C). Luego se sucedieron los llamados siglos oscuros (X-XVI) que marcaron la "decadencia" del imperio; las ciudades quedaron vacías y los habitantes buscaron refugio en la selva, hacia el norte. Aún con la llegada de los españoles se percibían en algunas regiones reminiscencias del pasado. Como pueblo sedentario se servían de la agricultura para alimentar una población superior a los 10 millones, –uno de los centros más densamente poblados del planeta–, con una dieta basada en el maíz, frijoles, chile, camote (batata) y yuca. También cultivaron el henequén, algodón, lino, tomate, tabaco y aguacate. Entre las bebidas exquisitas prefirieron el chocolate, conocido en estas tierras hace 2.600 años, y según el científico W. Jeffrey Hurst, lo consumían con especias muy distintas a las que se conocen en la actualidad. El cultivo del maíz, símbolo de la cultura mesoamericana, los distinguió de los nómadas que poblaron tierras vecinas y los territorios del Caribe. Por eso, en su cosmovisión, la figura de Chac, el dios de la lluvia, el clima y de "la gran nariz" ocupa un sitial importante en el panteón politeísta. Fueron excelentes artesanos en las técnicas del hilado, tinte y el tejido a base de algodón y la fibra de agave, además empleaban plumas de aves de diversos colores. Los artefactos de cerámica, bellos por sus motivos y colores, recogen, al igual que las numerosas esculturas, relatos de las dinastías y el poder de las ciudades-estados así como descripciones de la flora y la fauna o de la climatología. Para los antiguos mayas, el año y "la vida en sí" comenzaban cuando el sol cruzaba el cenit el 16 de julio y se prolongaba 365 días, agrupados en 28 semanas de 13 días cada una. El nuevo año se iniciaba el mismo día en que el almanaque marcaba el número 365 por el calendario solar. Además, 360 días del año se repartían en 18 meses de 20 días cada uno. Las semanas y los meses transcurrían de forma secuencial e independiente entre sí. El conteo del tiempo (el ritual o tzolkin) corría siempre el mismo día, una vez cada 260 días, cifra múltiplo tanto de 13 (la semana) como de 20 (el mes). Con la llamada "cuenta larga" de los días, anotaron en las estelas de piedras todas las fechas importantes del imperio. Los estudios realizados aseguran que la medición del tiempo de los mayas fue mucho más compleja y exacta que la ofrecida por los métodos conocidos hasta la aparición del calendario gregoriano en el siglo XVI. El sistema político que se impuso en estos predios nunca llegó, sin embargo, a ser tan complejo como en otras culturas y latitudes, porque como subrayan los investigadores con acierto, la élite maya concentró la energía de su reino en el perfeccionamiento intelectual y artístico, más que en la complicada urdimbre política y la burocracia.

Arquitectura De la mano con el arte y la religión, la arquitectura maya sobresale como la única en su clase y más perfecta del Nuevo Mundo con finísimas decoraciones en bajorrelieves, pinturas y calados. Los templos de Palenque, Chichén-Itzá, Uxmal, Mayapán, Copán, Tikal, Uaxactún y otros sitios, llegaron hasta nosotros como la más alta expresión del arte y estilo constructivo de esa etapa. Por el valor estilístico que ostentan y los motivos recreados, fueron centros ceremoniales de alabanza a los dioses y castigo para los cautivos y esclavos capturados en las batallas y durante las incursiones en territorios vecinos. Entre las características más prominentes que denotan las construcciones civiles está el uso de la piedra caliza, mezclada con hormigón o cemento, y la madera para las puertas y las escasas ventanas. Las pirámides escalonadas estaban recubiertas con bloques de piedra pulida y llevaban una escalinata ricamente tallada en una de sus caras. En la mitología maya las pirámides representan las montañas. "Ascender a ellas significaba llegar al cielo, trascender lo terrenal y penetrar en el espacio celeste". El énfasis premeditado en la altura y la verticalidad, apuntan a que construían las pirámides "mirando siempre al cielo y a sus dioses", sus edificios eran los más altos de la América prehispánica. Otro rasgo de la arquitectura es el famoso arco maya o el sistema de la falsa bóveda (estilo Palenque) por aproximación de filas de bloques de piedras para cubrir espacios alargados o estrechos. Los colores vivos y decoraciones con esculturas, dinteles tallados y mosaicos de piedra, venían a componer otros detalles de las paredes casi verticales, con base moldeada y las esquinas compuestas de los templos, para acentuar aún más la impresión de altura. El templo El Castillo en Chichén-Itzá es un ejemplo clásico de cómo los mayas unificaban el sentido del arte, la ciencia y la religión, todo esculpido y con impresionante precisión. Los escalones de sus cuatro caras suman 364 días aunados a la base del templo, los que en total representan los 365 días del año. Seguramente en esos centros se realizaban ritos para revivir el acontecimiento que marcaba el inicio de cada año, como una forma de revitalizar el cosmos, emprender viajes sagrados al cielo o al más allá. Pacal el Grande, hijo de Zac Kuk, uno de los soberanos más importantes de Palenque, que reinó entre 615 y 683, mandó construir el Templo de las Inscripciones sobre su tumba cubierta por un bello relieve, la más rica de las encontradas hasta hoy en la región. Esta pirámide contiene asimismo uno de los grabados jeroglíficos más extensos de toda el área mesoamericana.

Los códices Investigadores de diversas generaciones y latitudes han recorrido un largo trecho de más de siglo y medio de historia para descifrar el enigma de la escritura maya. Los jeroglíficos, misteriosas cadenas de signos o combinaciones de estos, grabados en estelas de piedras, dinteles y otros soportes arquitectónicos y pictóricos, contienen anotaciones de importantes acontecimientos, pasajes históricos de guerras, soberanos, mitología, tragedias y ritos. Al ser plasmada en piedra, madera, huesos, conchas o en vasijas, la escritura maya ha soportado el paso del tiempo y las inclemencias de la naturaleza, y ha sembrado la incógnita permanente del hombre moderno en torno a su significado. Sólo los sacerdotes de los ídolos llamados ah k´ins y, en ocasiones, algún noble, entendían esas figuras y letras, inscritas en sitios públicos como plazas y fachadas de edificios y templos importantes. Los famosos códices de Dresdensis, Peresianus y el Tro-Cortesianus, confeccionados de papel amate extraído de la corteza de los árboles, hicieron las veces de almanaque para predecir estaciones, cosechas, fenómenos meteorológicos y estampar fechas renombradas. El Templo de las Inscripciones, donde descansa el rey Pacal, es una muestra de la íntima relación entre los jeroglíficos y el mundo real, con la indicación precisa de sitios y personas. La llegada de forasteros; los matrimonios en el entorno real, relaciones de hijos y hermanos; así como la sucesión de dinastías mayas, muertes y funerales, aparecen también entre los asuntos tratados por los artistas de la pluma.

Bonampak y las guerras Igual que la religión, los tributos y la cacería de cautivos, las guerras desempeñaron un papel preponderante en la formación y permanencia del estado maya. En la literatura especializada persiste aún la idea de que los antiguos mayas eran "un pueblo pacífico y teocrático", a pesar de lo que hablan los ya famosos murales de Bonampak, descubiertos en 1946, con abundantes escenas bélicas. Los textos e iconografías con motivos guerreristas dan cuentan de la existencia de fosas con cráneos en Colhá (Belice). Allí, los arqueólogos desenterraron una concentración de cráneos de unas 30 personas supuestamente decapitadas. Con la sangre y el sacrificio de los prisioneros capturados en las batallas, los soberanos mayas glorificaban su poder y engrandecían el imperio, según relataron los escribas y pintores. Los murales del Templo B-XIII de Uaxactún, uno de los más antiguos del área (cerca del sigloVI) y el más importante quizás de esa civilización, y las Pinturas de Bonampak no sólo aportan abundante información sobre costumbres de la época, del clásico tardío, sino que refuerzan estos puntos de vista al repasar cuidadosamente los innumerables pasajes de la guerra. Los murales de Bonampak, la ciudad de los "muros pintados" (en lengua náhuatl) fueron ordenados por el gobernante Chaan Muan entre los años 790 y 800 d.C. en las tierras que ocupa hoy Chiapas, y estuvieron ocultos hasta 1946.

Misteriosa desaparición Siempre que intentamos penetrar en los recovecos más profundos del mundo maya hasta llegar a su mismo ocaso, de pronto nos aparece un inmenso muro de contención, casi inalcanzable, estático, mudo y sordo ante la súplica de una explicación certera sobre la misteriosa desaparición de este poderoso imperio. La historia de la humanidad está llena de páginas enteras de pueblos y ciudades antiguos que fueron reducidos a polvo y cenizas; y con ellas, aparecieron disímiles versiones sobre una presunta hecatombe, invasiones foráneas, epidemias devastadoras y catástrofes naturales, como causantes de la gran tragedia. Para el caso maya, la ciencia sigue hoy los indicios hacia un presunto agotamiento de las tierras por la deforestación que provocó el método de cultivo tumba y roza. Las acciones forzadas por el hombre para modificar el entorno, provocaron –tal como se apunta– un desastre ambiental en los territorios mayas. Para el año 900 los pobladores comenzaron a abandonar en masa las ciudades-templos, según asevera un equipo de investigadores de EE.UU., en una investigación publicada en septiembre de 2002. La interferencia humana, unida a la sequía, colapsaron las fuentes de abastecimiento de agua en los "bajos", las llamadas zonas de pantanos y lagos. A medida que la población crecía, poco más de 10 millones de personas en un área de 250.000 km2, la explotación agrícola cedió a la deforestación de la zona. La ruptura del equilibrio ecológico provocó graves crisis agrícolas devenidas verdaderas hambrunas, las cuales empujaron a los habitantes hacia el norte. Bajo esas terribles condiciones, los graves conflictos políticos no se hicieron esperar y el pueblo perdió "la fe en sus gobernantes" (Sylvanus G. Morley ). Otra tesis asegura que fue la aparición de desastrosos enfrentamientos entre el campesinado y los sacerdotes, provocados por la falta de tierras fértiles, alimentos y las continuadas presiones para seguir con el pago obligado de los tributos, uno de los pilares que mantuvo unido al imperio por más tiempo (Thompson). Sin embargo, todos los caminos trillados hasta ahora indican que pudo ser una fuerte sequía la responsable del golpe final a esta civilización. O una guerra interna entre dos poderosos reinos, el centro de una de las más recientes hipótesis que develan los viejos jeroglíficos. Después del caos que se apoderó de la mayoría de los territorios mayas, la parte norte gozó de al menos 20 años más de prosperidad hasta el derrumbe final, cuando los conquistadores tocaron el suelo en Yucatán, en 1541. Los jeroglíficos de Dos Pilas, en la selva de Petén, Guatemala, y los dibujos de Bonampak hablan presumiblemente de que fue una guerra de grandes proporciones entre las poderosas Tikal y Calakmul a la que sucedieron numerosas contiendas sin que ningún bando obtuviera la victoria definitiva, la que pudo provocar la desaparición del mundo maya. Descifrar los jeroglíficos mayas constituye una suerte de ventana a través del tiempo hacia una de las sociedades más antiguas de América, su historia y un mundo que se mantuvo inaccesible a los contemporáneos durante siglos.

durante su época de esplendor los mayas contaban con una poblacion de 10 millones de personas y formaban uno de los nucleos más desarrollados y poblados de la tierra.

la élite maya concentró la energía de su reino en el perfeccionamiento intelectual y artístico, por ello el sistema político nunca llegó a ser tan complejo como en otras culturas.

en los grandes murales y estelas de piedra los mayas relataron por medio de complicados jeroglíficos los rituales religiosos, las guerras, las fechas señaladas y las creencias sobre su origen.

México es uno de los países que contiene más ruínas mayas. Las construcciones encontradas en El Caribe mexicano (arriba) y el santuario de Palenque, Chiapas (abajo) son algunas muestras de ello. En las imágenes vemos aglunos ejemplos de las pirámides que construían “mirando al cielo” y dos piezas de delicada artesanía maya.