Desde hace 25 años funciona en Cuba este centro, como un sistema perfectamente engranado para proteger la calidad y el desarrollo del habano.

Aclamado por fumadores de todo el mundo, el Habano es hoy el puro de mayor prestigio y calidad en el mercado, capaz de complacer a los más exigentes paladares, y para mantener ese reinado necesita de firmes guardianes, como el Instituto de Investigaciones del Tabaco. Está ubicado en la finca Tumbadero de San Antonio de los Baños, al sur de La Habana y su fundación, hace 25 años, estableció como objetivos principales de la institución cuidar la tradición tabacalera cubana y aportarle los beneficios derivados de los avances científico-técnicos, en función del desarrollo y calidad de las producciones de este rubro.

Camino bien despejado Aunque desde 1937 funcionó en San Juan y Martínez, Pinar del Río, una Estación Experimental del Tabaco y, asimismo, desde 1940, otra en Cabaiguán –actual provincia de Villa Clara–, fue la inauguración de este Instituto, el hecho que permitió conformar una red nacional de estudios para la atención del tabaco en Cuba, con un criterio integrador de sus frentes básicos: biología, agronomía e industria. Así lo aseguró para Excelencias el ingeniero agrónomo Vladimir Andino, director de esta institución, que tiene un colectivo de 397 trabajadores (206 en la sede principal), con 43 investigadores, entre ellos, 8 Doctores en Ciencias y 27 Másteres. Estos especialistas han resultado imprescindibles para mantener la calidad y liderazgo internacional del mejor tabaco del mundo a partir de la obtención de variedades resistentes, manteniendo todas las características organolépticas esenciales que forman parte de la identidad del tabaco negro cubano. Llevar estos avances al campo, a la vega, y difundir las nuevas exigencias agronómicas y fitosanitarias, constituye otro de los permanentes espacios de atención del centro. Eumelio Espino Marrero, Director de Desarrollo del Instituto, nos avanza su opinión. Premio Habano del Año, merecedor de la orden Carlos J. Finlay, por sus relevantes estudios e investigaciones, autor de varios libros y numerosos artículos, este hombre de ciencias adora escudriñar la genética y es, a la vez, un permanente animador de lo nuevo. Por eso reconoce que una de sus tareas más importantes en el mundo del tabaco hoy es la difusión e introducción de todos los avances, tanto en tecnología como en variedades, en el universo tabacalero del país directamente a partir de los productores. Atenderlos y acercarse a ellos, según la opinión de Espino, ha conducido a una alta tasa de disciplina tecnológica en los diferentes procesos de la producción tabacalera, fundamental en los resultados por cosecha y la calidad de la materia prima. Con estos fines trabajan 550 supervisores integrados en un sistema especial que abarca los 22 000 campos de tabaco que se siembran en la Isla, encargados de transmitir y velar por la aplicación de las sugerencias científico técnicas de los 10 especialistas que realizan estas funciones en el Instituto del Tabaco. Los supervisores, además de facilitar el acceso a los conocimientos y prácticas más eficientes a todos los productores, controlan su labor y son un ente indispensable desde el punto de vista del seguimiento de aspectos indiscutibles de la tradición y la calidad del habano, como el tipo de tabaco que se siembra, el suelo en explotación, el clima de la zona donde está la vega y la experiencia productiva del hombre. Todos han de funcionar a la perfección para asegurar la mayor calidad del tabaco negro cubano de características únicas, que se utiliza para elaborar un Habano. Los catadores marcan el tanto La tercera voz experimentada e ineludible en esta historia del Instituto de Investigaciones del Tabaco es la de Juan José López Freire, Jefe de la División Industrial y, además, un catador por excelencia, muy vinculado al mundo gourmet, de la sommeliería y de las expectativas del fiel fumador de habanos. Es parte de su responsabilidad poner un «granito de arena» a las ligadas, tanto para el control de la calidad en las fábricas, como de los nuevos productos que presenta Habanos, S.A. De esta manera muchas de las novedades más celebradas por los fumadores de todo el mundo llevan su sello y el de los integrantes de las comisiones de cata en cada una de las fábricas del país, los llamados técnicamente, Paneles de Evaluación Sensorial del Habano. Esto funciona como necesidad y como exigencia y constituye un mecanismo fundamental no sólo para la calidad permanente de los habanos que se producen como marcas o líneas ya establecidas, sino también para la validación de las ligadas y nuevos productos que se proponen. Considerando que Habanos, S.A., avanza y marca las tendencias y gustos del mercado y de sus clientes, con su sólida posición de líder y paradigma del tabaco Premium, no es difícil entonces imaginar la enorme responsabilidad que recae sobre estas comisiones de cata. Así el proceso que antecede al lanzamiento de un nuevo producto, se convierte en una muy rigurosa, compleja y delicada tarea, que consume años de tanteos y estudios y un prolongado tiempo de pruebas y valoraciones como una gran pesquisa o consulta multilateral, desarrollada de manera minuciosa y sin dar un solo paso en falso, con el protagónico papel de los catadores, encargados de poner en función su agudeza sensorial para evaluar el aroma, la fortaleza, el tiro, la combustión y hasta parámetros de formato y calidad en el torcido, según los exigentes requerimientos fijados de conjunto por Tabacuba, Habanos, S.A., el Instituto del Tabaco y el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Protegida Habanos. Sólo al final de esta minuciosa labor, según los niveles de coincidencia en la valoración positiva de estos aspectos, se llega a un producto que puede empezar a tener vida propia y ser parte de la selecta familia del Habano.