Caribe oriental
Islas de fantasía que se dan la mano.
En este mar siempre evocador de leyendas de otros tiempos y que sigue inspirando a literatos y cineastas con historias de aventuras, piratas y amores de películas, se desgranan Antigua y Barbuda, Granada, St. Kitts y Nevis, Santa Lucía y San Vicente y las Granadinas, en la parte de Barlovento del Caribe, un paraíso de buen turismo y solaz cada vez más unido en aras de la sostenibilidad, el futuro y el turismo.
Con aportes foráneos y mediante la cooperación entre gobiernos, comunidades, sector privado y organizaciones no gubernamentales, estas pequeñas islas caribeñas acaban de suscribir un proyecto (Sustainable Financing and Management of Eastern Caribbean Marine Ecosystem Project), que tiene como objetivo la preservación y gestión sostenible de los ecosistemas marinos del Caribe oriental –enorme tesoro–, incluida la protección de más de 100 mil hectáreas de hábitat en el mar. La iniciativa viene a secundar con una acción práctica concreta el llamado Reto Caribeño (Caribbean Challenge), lanzado en 2008 por los países del Caribe y que busca que el 20 % de los litorales de la región estén legalmente bajo categoría de protección en 2020. En esta línea trabajan los diferentes países caribeños desde hace años y con ese mismo propósito la CTO ha insistido a sus 32 miembros en la necesidad de unirse, sin contar los esfuerzos a nivel político realizados por la Asociación de Estados del Caribe para que la ONU declare a la región Zona de Turismo Sustentable en toda su extensión. El Caribe oriental es uno de los sitios del mundo de mayor importancia en cuanto a biodiversidad por la riqueza biológica de sus ecosistemas marinos y costeros, pero está sujeto a graves peligros y múltiples riesgos generados de la explotación turística o pesquera no regulada. El consenso y la unión de cara a esta realidad, resultan impostergables y estratégicos para el conjunto de países miembros de la Organización de Estados del Caribe Oriental (OECO). Hace apenas unas semanas el bloque aprobó una política común de turismo que abarca planes conjuntos de seguridad, transporte, desarrollo de productos, procedimientos aduaneros, de inmigración y de sustentabilidad ambiental y cultural, así como la libre circulación interterritorial de sus ciudadanos para trabajar, establecer empresas o prestar servicios; mientras avanza en la implementación de mecanismos para la coordinación de ayudas a los países miembros en caso de catástrofes naturales u otras contingencias, así como para la cooperación en materias económicas, políticas y sociales. Sus miembros cuentan también con una moneda única (el dólar del Caribe Oriental), una asamblea parlamentaria y un sistema de seguridad; están asociados a una entidad financiera que controla su comercio exterior y entre otras batallas comunes, enfrentan el polémico Impuesto al Pasajero Aéreo (Air Passenger Duty, APD), creado en 1994 y encarecido en 2010 en niveles exorbitantes, con significativa afectación para los pasajeros que viajan a las islas caribeñas, saliendo de aeropuertos del Reino Unido. Según la CTO, de 2009 a 2010 se reportó en la región una caída promedio de 10,8 % en los arribos de turistas desde Inglaterra, mientras que en septiembre de 2010 hubo un descenso de 11,6 % en las búsquedas de destinos caribeños en Internet respecto a igual mes de 2009, de acuerdo con estadísticas de Cheapflights.co.uk. Fundamentalmente por este motivo, la tendencia hacia la baja en la demanda ha seguido agudizándose, y en el primer semestre de 2011 los arribos británicos fueron 20 % menos que en igual etapa de 2008. Precisamente este fue uno de los tópicos más discutidos en la Conferencia sobre el Estado de la Industria, celebrada recientemente por CTO en San Martín. Sus participantes manifestaron, una vez más, un rotundo rechazo al APD, el que consideraron una herramienta inefectiva y, además, discriminatoria con la región, la cual acordaron seguir denunciando hasta su eliminación. También abogaron por trabajar aceleradamente en diversificar su emisión más allá de los EE.UU., Reino Unido y Europa; captar nuevos nichos de público, abrirse más a los mercados latinoamericanos, así como a Rusia, China y hasta a las propias islas vecinas, que pudieran generar decenas de miles de turistas anuales, si fueran menos los obstáculos y más las vías de transporte intracaribeño. Liat, REDJet y otras de las principales aerolíneas de la región pueden ser vitales en estos objetivos. Hoy es demasiado alto el número de pasajeros que para trasladarse de una isla a otra tienen que buscar un destino intermedio, lo que puede consumir prácticamente un día completo y le añade un costo significativo al viaje. Al respecto llamó la atención el Congreso Juvenil de Turismo, también celebrado en San Martín en paralelo con la ya referida conferencia. Los jóvenes propusieron igualmente facilitar a los ciudadanos de la región descuentos en las tarifas aéreas en vuelos a los destinos caribeños, reducir impuestos y crear programas de estímulo y fidelización –tipo recompensas–, para quienes acumulen viajes a través de estos países, entre otras posibles acciones. Construir un Caribe más atractivo y diverso, significa transitar hacia una oferta que junto a playas y deportes náuticos pondere sus valores naturales únicos, las tradiciones de sus pueblos y aspectos culturales de gran colorido e interés, como festivales o carnavales; hacer más fáciles los viajes dentro de la región y, sobre todo, desarrollar un turismo más inclusivo e implementar mecanismos comunes de trabajo que preserven su imagen de belleza para las generaciones futuras. Ese sentido de compromiso y responsabilidad encuentra en los países del Caribe oriental una magnífica referencia de cuánto puede hacerse y lo mejor de todo, de cuánto está por hacerse, para que la región siga siendo uno de los destinos más populares y exitosos del planeta.