Cruzar el Atlántico: del reto a lo cotidiano
ACOSTUMBRADOS A TRASLADARSE EN LUJOSOS BUQUES TRASATLÁNTICOS, NO POCOS AÑORABAN MATERIALIZAR EL RECORRIDO ENTRE AMÉRICA Y EUROPA A BORDO DE UN AVIÓN CON EL CONSIGUIENTE BENEFICIO DE CONVERTIR EN HORAS LO QUE DEMORABA 15 O 20 DÍAS
Lo que para muchos hoy es algo normal, cruzar el Atlántico en un confortable jet a reacción, fue en la primera década del desarrollo de la aviación una quimera no solo para los viajeros sino para los pilotos de aquellas antiguas aeronaves.
Los primeros aviones en atravesar el Atlántico fueron volados por pilotos ansiosos de establecer un récord y protagonizar una hazaña. Muchos lo lograron, pero otros murieron en el intento. Los británicos John William Alcock y Arthur Whitten fueron los pioneros en conseguirlo por la parte norte en 1919, al salir de Canadá y aterrizar en Irlanda. En 1922, los portugueses Gago Coutinho y Sacadura Cabral lo lograron por el Sur. Cuatro años después alcanzaron la fama los españoles Ramón Franco y Julio Ruiz de Alda al cumplimentar este mismo tramo, mientras que en 1927 dio el salto el norteamericano Lindbergh al hacer la travesía Nueva York-París.
Con el lógico desarrollo de la aviación a partir de los años 30 del pasado siglo, se pusieron en marcha los vuelos comerciales con pasajeros entre América y Europa, y viceversa. Con la utilización de potentes tetramotores anfibios, empezaron a ganar notoriedad los vuelos en dirigibles.
La II Guerra Mundial impuso una pausa obligada hasta que, finalizado el conflicto, las compañías aéreas asumieron esos vuelos con nuevas aeronaves, con escalas o puntos de reabastecimiento.
Con la entrada en escena de los cuatrirreactores, en 1958, la compañía inglesa BOAC, seguida por la norteamericana PANAM, establecieron vuelos itinerantes sin escalas entre Nueva York y Londres, también entre la ciudad de los rascacielos y otras capitales europeas.
Los vuelos transoceánicos sin escalas se fueron generalizando por otras compañías al contar con equipos como los B-707 y DC-8, que revolucionaron el mercado aerocomercial. Cuando entraron en servicio los gigantes B-747, el cruce del océano se hizo algo muy normal.
Desde aquellos tiempos hasta la actualidad, la introducción de nuevas aeronaves de largo alcance y con gran capacidad de pasajeros, ha hecho que las rutas trasatlánticas sean unas de las más densas en relación con el número de pasajeros. Impensable para aquellos que hace casi cien años se lanzaron a la gran aventura, hoy rebasar el Atlántico o el Pacífico se ha convertido en algo cotidiano.