El cafetal Buena Vista, y el canopy de 1 600 m de largo son indiscutibles atractivos para el turista en la comunidad / Soroa es una de las joyas del Circuito Norte, por sus hermosos paisajes, la cascada natural, y su famoso orquideario con unos 20 000 ejemplares.
Un mundo inimaginable se encuentra detrás de este rústico cartel en el Parque Nacional Península de Guanahacabibes, declarado por la Unesco Reserva de la Biósfera.
El majestuoso Valle de Viñales, y la exótica finca La Guabina son atributos indiscutibles de la Ruta A, en el Circuito Norte del occidente de la Isla.
A la izquierda, La playa María la Gorda, muy demandada por crucerístas y devotos del submarinísmo; a la derecha, el faro Roncali marca el borde del Cabo de San Antonio, el extremo más occidental de la isla de Cuba.
El Malecón habanero es el destino final de la Ruta A, para poder parrandear hasta la madrugada en La Habana.

Mil kilómetros bordeando la costa de cinco provincias de Cuba

Aventura por cuenta propia a través de unos mil kilómetros bordeando la costa de cinco provincias de Cuba que limitan con el Golfo de México y el Océano Atlántico, para conocer las auténticas culturas del occidente del país.

El norte de la isla de Cuba da asiento a buena parte de las ciudades y pueblos más prósperos del país, acoge a la mayoría de nuestros habitantes, abriga vastas áreas agrícolas, mineras e industriales. Es también el centro neurálgico del sector de los servicios, con un imponente desarrollo turístico. Casi todos los mejores hoteles y playas del país están en la costa atlántica.
Más aún, o como consecuencia de lo anterior, la costa septentrional de la Isla Grande está bordeada por una vía única, aunque con distintos nombres, que permite explorarla desde su extremo occidental —el Cabo de San Antonio— hasta su filo oriental —la Punta de Maisí.
Hablamos del Circuito Norte. No siempre resulta amplio y expedito, pero puede transitarse a una velocidad propicia para contemplar los hermosos paisajes que la orlan: por un lado, casi siempre el mar; por el otro, extensas planicies, valles, montañas cercanas o en lontananza.
Si usted quiere agenda propia, tener su exclusiva experiencia, visitar los más famosos lugares turísticos, pero además alejarse del bullicio y lo más conocido, el Circuito Norte es el más adecuado, el que, por cierto, también tiene «Sur».

Mil kilómetros de viaje y algo más
Debido a un sinnúmero de circunstancias históricas, desde su bizarría hasta su condición de país-isla, Cuba dispone a lo largo y ancho de su archipiélago de un extenso y añejo patrimonio construido (arquitectónico, industrial, agrícola, social) muchas veces intocado, aunque en ocasiones en ruinas, debido al paso del tiempo, el rigor de los elementos y unas políticas desarrollistas «de siglo-XX» que, como en el resto del Tercer Mundo, miró más a las grandes urbes que a lo local.
En ella encontraremos una vívida cronología de más de 500 años que resume y explica, con sus testimonios tangibles e intangibles, el arraigamiento en el Nuevo Mundo de culturas provenientes de Europa, África, Asia y Medio Oriente, la precolombina. Todas están fundidas en eso que llaman lo cubano, seres y objetos ni mejores ni peores que otros, eso sí, diferentes.
Le proponemos empezar a conocer Cuba a través de un viaje por Pinar del Río, Artemisa, La Habana, Mayabeque y Matanzas, las cinco provincias occidentales.

Excelencias de Excelencias
Nuestra revista le sugiere una expedición muy particular que se cubre con plenitud por algo más de mil kilómetros en auto, desde el Cabo de San Antonio, Pinar del Río, hasta Varadero, Matanzas. El circuito está dividido en dos partes.
En esta ocasión describimos el primer rumbo, y en la próxima entrega, el segundo, con el que cerraremos la «primera temporada» de una apasionante gira por la Isla, en caso de que su voluntad sea vagar varios días a través del Circuito Norte.
Hoy le relatamos algunos pormenores de la Ruta A, que cubre el periplo La Habana-Artemisa-Pinar del Río-La Habana, y que puede cubrirse en tres días. La Ruta B, la que reservaremos para nuestro posterior número, avanza por La Habana-Mayabeque-Matanzas-La Habana, y también requiere de tres jornadas.
El circuito completo exige de seis días. Todo depende de su tiempo. Mas no importa de cuántas noches disponga para esta excursión, le aseguramos que merece la pena. Le esperan nuevas experiencias, buenas ideas, excelentes imágenes y tal vez… planes para regresar por más.

Preliminares de la expedición (La Ruta A)
De occidente a oriente, el Circuito Norte comienza en la península de Guanahacabibes, en el poniente. Llegar a La Habana y transitar la vía de este a oeste y luego regresar por los mismos lugares sería redundante, es por ello que el primer día del rumbo La Habana-Artemisa-Pinar del Río-La Habana, nos dirigiremos hacia la principal ciudad pinareña, un tramo que cubriremos por la autopista que recorre el centro de la región.
El segundo día subiremos por el ducto secundario carretera a Luis Lazo, que nos llevará hasta Guanes, donde ya nos incorporamos al Circuito Norte. De ahí seguiremos rumbo hacia el Cabo de San Antonio, parte del Parque Nacional de Guanahacabibes, declarado por la Unesco, Reserva de la Biosfera. Regresaremos por el mismo lugar en dirección al poblado de Sandino, para adentrarnos por un vial terciario hasta Playa Colorada, donde después de una breve estadía nos dirigiremos a Mantua.
La tercera jornada la haremos desde Mantua hasta La Habana, con estancias principales en Cayo Jutías o Cayo Levisa, y el Parque Nacional Viñales, también Reserva de la Biosfera.

Comienza la aventura
Primer día .- Del amanecer a media mañana. Salimos hacia la ciudad de Pinar del Río por la autopista que enlaza a esta con La Habana. Son unos 150 km en el que haremos varias paradas para aclimatarnos y familiarizarnos con los hitos etnográficos y naturales que encontraremos. Es día de «instrucción».
La primera escala será en las ruinas del Cafetal Angerona, a la altura del puente de Cayajabos, Artemisa, donde giraremos a la izquierda. Es un lugar icónico, del que han escrito grandes autores. Angerona es famoso por el idilio entre el emigrante alemán Cornelio Souchay, quien compró los terrenos y echó a andar el cafetal en 1813, y Úrsula Lambert, una negra nacida libre, cuyos padres llegaron a Cuba huyendo de la revolución haitiana.
Ubicado en la Sierra del Rosario, donde hay un gran número de estas ruinas –las que podremos visitar en otros lugares del recorrido–, era parte del patrimonio cafetalero pinareño, pues hasta 1976, cuando se aprobó una nueva división político-administrativa, la comarca pertenecía a esa provincia.
De media mañana a mediodía. Seguimos por la carretera de Cayajabos y llegamos a Las Terrazas, una comunidad campesina fundada por la Revolución, célebre por la armonía de la vida de su gente y de sus construcciones con la naturaleza.
Destacan en ella otras ruinas de cafetales, como el de Buenavista, con su enorme tajona, el molino de piedra para procesar el grano y las estancias de los esclavos. También resalta el paisaje y el aroma a pino caribeño, el río San Juan y, para quienes gusten del deporte de aventuras, hasta un canopy de 1 600 m de largo sobre el bosque y la comunidad, que concluyen en el lago.
De mediodía a media tarde. Rumbo al pueblo de Candelaria, antiguo municipio pinareño que en 2011 pasó a ser parte de la naciente provincia de Artemisa.
Tras almorzar allí en alguno de los restaurantes privados (paladares) que ofrecen platos locales y comida cubana e internacional, subiremos a Soroa. Escenario habitual para el turismo de naturaleza, observaremos en todo su esplendor la exuberancia de uno de los dos grandes conjuntos orográficos de la Cordillera de Guaniguanico: la Sierra del Rosario, también declarada por la Unesco Reserva de la Biosfera.
La celebridad de Soroa, sin embargo, se debe a su orquidiario, un jardín fundado en 1943 por el abogado Tomás Felipe Camacho, oriundo de Islas Canarias, que tempranamente llegó a tener más de 18 000 ejemplares de orquídeas endémicas y exóticas.
De media tarde a la caída del sol. Ponemos rumbo a la ciudad de Pinar del Río. Es esta la tierra del mejor tabaco del mundo. A la vera del camino, ya entrados en Consolación del Sur, empezaremos a encontrar muchas vegas.
Al llegar a la capital de la provincia visitaremos el Palacio de Guash, que da asiento al Museo de Ciencias Naturales. Es una edificación ecléctica donde se conjugan el friso jónico, el pórtico hindú, el capitel dórico y la ojiva árabe. Un edificio «raro», pero admirable.
Antes de llegar a la casa familiar donde dormiremos, daremos una vuelta por la urbe. Convertida en Villa en 1859, adquirió el título de ciudad por decreto real de Isabel II el 10 de septiembre de 1867, y es capital de la provincia homónima desde 1878. Su arquitectura es muy peculiar, de tejas rojas, arcos y columnas toscanas, aunque más bajas y menos ornamentadas que las de otras ciudades decimonónicas del país.
Terminaremos la jornada en el centro nocturno Rumayor. Con su aliento de Tropicana, asistiremos a una puesta musical con su propio estilo. Allí también podremos acercarnos a la gastronomía local, como el pollo ahumado Rumayor, el lechón ahumado de la casa, o la crema de chocolate de Pinar, y, por supuesto, degustaremos la «bebida emblema» de la provincia, la Guayabita del Pinar.

Segundo día .- La mañana. Tras el desayuno marcharemos por las colindancias de La Alameda hasta el nacimiento de la carretera a Luis Lazo, una calzada colonial que fue mejorándose a través del tiempo y que tuvo su esplendor en la primera mitad del pasado siglo, con el proyecto turístico panamericano, una idea que pretendía llevar la senda hasta el puerto de la Fe, en la bahía de Guadiana, Guanahacabibes, donde se haría una terminal internacional de ferris para seguir hacia México.
A pocos kilómetros de la ciudad, la Luis Lazo nos reserva una finca de caballos muy buscados. En La Guabina admiraremos una de las especies equinas menos conocidas, el Pinto Cubano, y también bellos sementales de Appaloosa.
El camino intramontano de la Sierra de los Órganos se extiende por unos 70 km y concluye en el poblado de Guanes, atraviesa hermosos valles y montañas, y pequeños caseríos que nos contactan con auténticas costumbres campesinas.
Asistir a una canturía o guateque, nos permitirá conocer el Punto cubano o Punto guajiro, recientemente declarado por la Unesco como Patrimonio Mundial Inmaterial. En cada lugar del país el Punto tiene su peculiaridad, por lo que las tonadas que escuchará por Pinar del Río no serán iguales a las de otras regiones de la Isla.
Además de otros valores que reserva el camino, como los naturales y espeleológicos, podremos observar uno de los hitos de la ingeniería vial de inicios del siglo XX, los puentes de hierro de Luis Lazo, fundidos en Estados Unidos.
Mediodía. Antes de almorzar en una de las «paladares» de Guanes platos a base de pescados y mariscos, recorreremos el poblado.
De ancestrales raíces, las que se remontan al cacicazgo de Guaniguanico, por donde anduvo el almirante Cristóbal Colón dos años después del descubrimiento, el extremo costero de Pinar del Río es famoso por el asentamiento de corsarios y piratas y por tesoros escondidos. Y no son supercherías. Una de las fortunas que aún se busca es el Tesoro de la Catedral de Mérida, que tras ser enviado a La Habana, en agosto de 1642, para protegerlo de los piratas, la expedición fue perseguida y hundida por los filibusteros cerca de aquí.
Primera parte de la tarde. Nos dirigimos hacia esa joya natural de Cuba que es la Península de Guanahacabibes. En el recorrido hasta el Cabo de San Antonio, donde se asienta el faro Roncali, avistaremos una de las áreas boscosas más imponentes, y expresiones únicas de la flora y la fauna local, tanto endémicas como migratorias en el caso de las aves, incluidas especies introducidas –venados– y asilvestradas como el ganado vacuno.
En La Bajada también está el asentamiento poblacional más occidental de Cuba, y bordeando la costa hacia el sur, las instalaciones de la playa María La Gorda, muy demandadas por cruceristas y devotos del submarinismo.
Segunda parte de la tarde hasta el anochecer. Regresamos y al pasar el pueblo de Sandino tomamos la carretera terciaria que nos lleva a la comunidad rural Bolívar para seguir camino hacia Playa Colorada. Todavía es un lugar «ingenuo», modesto, pero en poco tiempo comenzará a convertirse en un complejo turístico internacional de gran calado; según planes, será uno de los más grandes de América Latina.
Antes de llegar a la comunidad Bolívar subimos por el entronque al Ají, para reincorporarnos al Circuito Norte, y de ahí enfilamos hacia Mantua. El origen de Mantua, que nació poco más al norte, en la zona conocida como Los Arroyos, se atañe a marineros italianos que naufragaron por allí en algún momento de la primera mitad del siglo XVII, tras haber evadido inicialmente el laberinto de arrecifes que caracteriza la zona.
La localidad constituye la única de Cuba donde se venera a Nuestra Señora de las Nieves, cuyo templo principal es la Basílica Santa María La Mayor, de Roma y de Mantova. La zona también es muy reverenciada por todos los cubanos. Fue donde terminó la exitosa Invasión de oriente a occidente del Ejército Libertador, a finales del siglo XIX.

Tercer día.- De la mañana hasta antes de que se ponga el Sol. La jornada será para mimarnos. Día de playa y de valles. Puro ocio... y retorno a La Habana. De Mantua a la capital, empero, hay poco más de 200 km. Antes de salir, tenemos que resolver una disyuntiva. ¿Playa y después Viñales? ¿O viceversa? Si escogimos iniciar con un baño de mar, entonces saldremos de Mantua hacia Cayo Jutías y pasaremos parte de la tarde en Viñales. ¿Al revés?, entonces Viñales y al mediodía, ¡para Cayo Levisa!
De Mantua a La Habana por el Circuito Norte, veremos un paisaje donde se combinan los llanos y las montañas. La economía local destaca por la minería, el tabaco, la agricultura cañera, la pesca y, por supuesto, el turismo. También se ubica la «joya de la corona» de la economía cubana presente y futura: la Zona Especial de Desarrollo Mariel.
Con alrededor de 4 km2 cuadrados de superficie, a Cayo Jutías puede accederse a través de un pedraplén (carretera de piedras levantada sobre el lecho marino) de pocos kilómetros, cuya entrada está próxima al poblado de Santa Lucía, municipio Minas de Matahambre. La playa tiene más de 4 000 m de largo, y además de lo inhóspito y virginal del área terrestre, puede practicarse el buceo.
Luego del baño matutino en Cayo Jutías, la brújula marcará con insistencia Viñales. Seguro que de este lugar ha leído y escuchado hablar. Si su decisión desde Mantua fue visitar Viñales, y pasar parte de la tarde en la playa, entonces después de salir del Valle, ponga rumbo a Cayo Levisa.
Con una extensión de casi 3 km2 cuadrados, se accede a él en barco desde Palma Rubia. Como está cerca de tierra firme, el viaje no lleva más de 20 min, pero es muy agradable la brisa y el entorno.
El lugar dispone de un centro turístico con cabañas y tiene todas las condiciones creadas para la práctica del buceo.
Al atardecer. Se acabó la expedición. Rumbo: La Habana. Las buenas energías seguro lo acompañarán en su viaje de retorno. Al entrar a La Habana, adéntrese por la Quinta Avenida y transite por el Malecón. Las luces de la ciudad siempre despiertan nuevos deseos. Es noche de parrandear hasta la madrugada. ¡Ya habrá tiempo de dormir en el avión!