Por las más diversas razones, en los últimos tiempos los rankings mundiales han coincidido en señalar al Estado más pequeño de Sudamérica entre los mejores del mundo que deberían ser visitados. Y para reafirmar que tantas miradas no están equivocadas, el Grupo Excelencias acaba de reconocer a Montevideo con el prestigioso Premio Excelencias por distinguirse como «ciudad y destino turístico inteligente», en la más reciente edición de FITUR, en Madrid.
A pesar de la poderosa competencia que representan sus llamativos vecinos Brasil y Argentina, Uruguay, sin embargo, cuenta con valiosos atributos que desde hace un tiempo demuestran que no se trata de un país en lo absoluto secundario, y no solo por la manifiesta belleza de sus paisajes.
Marcadas estabilidad y tranquilidad en medio de tiempos algo convulsos, una naturaleza admirable que permite vivir auténticas experiencias, aguas termales, una industria vitivinícola que comienza a ser significativa y hasta con una posición de defensa de los derechos para la comunidad LGBT, hacen que cada vez se torne más atractivo este país que se enorgullece de la amabilidad y la hospitalidad de sus habitantes, siempre dispuestos a compartir el mate, esa bebida peculiar que los acompaña a diario.
Los rasgos coloniales de Colonia del Sacramento, las fantásticas playas de Punta del Este o la posibilidad de navegar por la agreste costa que va desde Rocha hasta Punta del Diablo, se han ubicado históricamente entre los principales motivos a la hora de buscar los incentivos que conduzcan a emprender este viaje al sur de América del Sur. Sin embargo, las palmas se las lleva la cosmopolita Montevideo, que ha conseguido ubicarse como líder dentro del turismo sostenible y respetuoso con el entorno, al promover, de manera sistemática, buenas prácticas en lo ambiental, lo sociocultural y lo económico. Ha sido de ese modo como ha logrado atraer a turistas con códigos éticos, que abogan por una cultura de calidad, de excelencia, de protección del medioambiente y por involucrar, desde el respeto más absoluto, a las comunidades.
Y no es que Montevideo desestime ese poder que posee de poder ofrecer su valorado producto de «sol y playa», sino que ha elegido seguir potenciando todo aquello que hace aún mayor sus encantos: su magnífico centro histórico, donde la modernidad convive con una llamativa arquitectura que combina las improntas del art nouveau y el art déco; una impresionante cartelera cultural en la que convergen múltiples expresiones del arte; numerosos espacios públicos como plazas y plazoletas que se erigen como lugares privilegiadosde intercambio y construcción colectiva; disímiles rutas y rincones gastronómicos que invitan a descubrir la ciudad a partir de sus platos típicos...
Para vivir Montevideo habrá que bailar tango, vibrarcon los coros de las murgas y dejarse «someter» por el candombe; pero también adentrarse en la vida cotidiana de los barrios sin dejar de disfrutar los encantos del campo, de la zona rural. Y todo ello, manteniéndose bien apegado a lo que la señala como destino turístico inteligente, al haber incorporadoel conocimiento, la innovación y la tecnología en función dealcanzar la necesaria sostenibilidad económica, medioambiental, social y cultural y a la hora de configurarunaoferta turística no solo atractiva, sino también más dinámica.
Ideal, como ya se ha dicho, para el turismo cultural, Montevideo no termina de proponer alternativas al impulsar con fuerza asimismo el de reuniones, el rural, el city short-breaks (de fin de semana), de deportes, o de alta segmentación (idiomático, por ejemplo). Y es que desde el principio se ha propuesto conocer a fondo al turista que la elige, sus gustos y preferencias, para así encontrar la mejor forma de enamorarlo.
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