Desde la ventanilla de un Twin Otter de 20 pasajeros, en el vuelo diario de Aeroperlas que sale del Aeropuerto Marcos Gelabert, de la Ciudad de Panamá, podemos ver la extensa cadena de bajos cerros que encierra contra el mar a las estrechas llanuras que terminan en playas de arenas blancas, manglares o abruptamente en arrecifes, todos bañados por cristalinas aguas. Kuna Yala, la tierra de los kunas, es un extenso arco de más de 300 kilómetros que forma parte del norte del territorio panameño. Siguiendo la curvatura costera, se encuentra una cadena de 365 islas e islotes interrumpida por un maravilloso mar interior. Sobre todo este entorno natural levantan sus poblados, pescan y sobreviven los kunas, enfrentando los retos que derivan del cambio climático y la vida moderna. Poco a poco pasan bajo nuestra nave los caseríos de nombres indígenas y el pequeño avión aterriza en Corazón de Jesús, poblado entre los más grandes del lugar, con un sorprendente puente que une a dos de estas islas. Vuelve a despegar después –cada poblado importante kuna tiene un pequeño aeropuerto–, y en minutos vemos la isla de Sapibenega, que alberga uno de los mejores hoteles de la comarca. Ahí están sus seis cabañas con balcones al mar, su edificio principal que sirve de muelle y su mirador. En Sapibenega, los carpinteros kunas han hecho uso de todo su repertorio y sapiencia en función del turismo. Este hotel Todo Incluido con sólo 18 camas, es ideal para el turista que quiere tener un contacto natural con esta bella región de islas y bosques primarios y con una cultura que ha cambiado poco sus formas de vida durante siglos. Sapibenega genera su energía eléctrica a partir de paneles solares, el agua fresca de las montañas cercanas, se traslada por tuberías submarinas y elimina las aguas residuales con bacterias que las convierten en abono. En el verde césped del hotel Los Kamus, flautas de 7 cañas tocadas por 6 hombres con sombreros comienzan a interpretar una melodía triste e hipnótica. Las mujeres con coloridas vestimentas y molas, agitan rítmicamente maracas. La danza tiene mucho de gimnástica, con enérgicos giros y saltos estéticos. La danza kuna es un espectáculo respetuoso de color y música y es uno de los grandes atractivos del viaje. Otro gran encanto del hotel es la ambientación: sus amplias habitaciones decoradas con molas, sus finas sábanas, sus sobrecamas, todo alusivo al mundo kuna. Las molas pueden adquirirse en Playón Chico, a buenos precios. Son costuras, verdaderas obras de arte, con técnicas del apliqué que describen animales, escenas mitológicas y paisajes de Kuna Yala. Son famosas en todo el mundo y se ha escrito mucho sobre ellas. Los kunas no aceptan la inversión de los wagas, las personas que no son kunas. Cada poblado tiene un jefe, un sahila, una casa del consejo y un gran Consejo Kuna en el que se representan todos los poblados. Han desarrollado una manera de turismo que se ha convertido en una alternativa a la forma convencional de mover su economía basada en comercialización, el intercambio de cocos con barcos colombianos, o la pesca de langostas y langostinos. Uno de los hitos diarios de la estadía en Sapibenega, es la llegada de los buceadores a bordo de cayucos, con velas para vender estos productos. En las cenas, el hotel ofrece langostinos, langosta y centollos, todos platos muy sabrosos. Los dos días con sus noches pasaron rápidamente. El avión aparece en el horizonte, sobre el mar. El ruido de sus motores no puede apartar de nuestros oídos el dulce sonido de los kamus, el rumor de las olas que visitaron ininterrumpidamente los pilotes que sostienen las cabañas. Regresamos y ya empezamos a extrañar aquella playa de aguas turquesas, de palmeras enmarcadas por el cielo azul de Kuna Yala.