En el corazón de la tierra del mejor tabaco del mundo, un valle prehistórico marca para siempre al visitante. Nadie que allí vaya puede olvidar sus míticos mogotes, o el olor peculiar de una vega al salir el sol

Si usted se asoma una mañana antes de despuntar el sol al mirador del hotel Los Jazmines, quizás entienda por qué tantas personas de todo el mundo coinciden en comparar a los míticos mogotes de Viñales, con prehistóricos paquidermos dormidos en pleno valle.

Allí, entre la neblina de un amanecer, no cuesta trabajo imaginar que algún día, cansados ya de su larga inactividad, los mogotes sacudan su lomo de piedra y echen a andar por el valle en busca de la serranía.

Viñales es, sin duda, una tierra encantada. La naturaleza, allá por el período Jurásico, le regaló una geografía excepcional, con mogotes formados de piedra caliza, a los cuales la erosión les ha dado una forma singular, y que por su propia conformación están totalmente horadados por cuevas y oquedades, muchas de las cuales son recorridas por ríos subterráneos.

No por gusto la UNESCO proclamó este sitio como Patrimonio de la Humanidad, por unir a sus encantos naturales una historia rica en tradiciones y leyendas, que se remonta mucho antes de la fundación del pueblito de Viñales, allá por 1789, y que está aderezada por un pasado prehistórico de fósiles y vestigios de cuando era una tierra sumergida.

A este lugar, ubicado en la provincia más occidental de Cuba, Pinar del Río, puede llegarse por carretera desde La Habana, en un viaje que dura aproximadamente cuatro horas, y que en su último tramo antes de llegar al centro del valle requiere de la pericia del chofer, por las curvas cerradas que debe atravesar antes de franquear el lomerío de la Sierra de los Órganos.

En el trayecto, es imposible no detenerse en el Mirador de Los Jazmines, desde donde se contempla todo el Valle de Viñales; en la Cueva del Indio, que puede recorrerse parte a pie y parte en lancha; en el valle de Dos Hermanas y su Mural de la Prehistoria; o en el propio pueblo, con pintorescas casas muchas de las cuales datan del siglo XIX, y donde la Casa de Don Tomás ofrece un guisado original y un trago de «Trapiche», elaborado con jugo de piña, ron, rodajas de toronja, miel y aderezado con un tronquito de caña.

Si es de los quiere, no obstante, conocer a fondo los misterios de la naturaleza, debe entonces llegarse a la cueva de Santo Tomás, la más larga de Cuba y una de las más extensas de América Latina, que con sus 45 kilómetros de largo todavía tiene tramos inexplorados por completo.

Esta caverna, como la del Indio, es una de las muchas que se adentran en el interior del lomerío de la Sierra de los Órganos, que de parte a parte atraviesa Pinar del Río, y de la cual forman parte también los mogotes, que ayudan a separar entre sí a valles interiores como Dos Hermanas, Guasasa; y a todo el territorio de los municipios aledaños, como Guane, Minas de Matahambre o San Juan y Martínez.