Las marcas del tabaco cubano han dado la vuelta al mundo. En la actualidad se cuentan unas 40, pero los registros recogen en sus archivos más de 600 marcas a lo largo de la trayectoria industrial del tabaco torcido. En 1831 se imprimieron los primeros dibujos sobre papel para envasar tabacos en el taller La Lealtad y unos años después, las cajas de cedro se decoraban con marcas litografiadas a un solo color.

A mediados del siglo xix más de 250 marcas competían en el mercado con dibujos cada vez más complicados. Algunos fabricantes patentaban varias marcas y las vendían aún sin haberlas usado, o bien les atribuían nombres que aprovechaban la popularidad de otras conocidas, como es el caso de El Ciervo y El Ciervo de Oro. Estas prácticas dieron lugar a muchas reclamaciones y litigios. No fue hasta 1870 que la legislación logró imponer un orden en la aprobación de las licencias, y a partir de entonces, comenzaron a aparecer los espléndidos diseños de marcas litografiadas a todo color, con relieves y dorados, distintivos del Habano e imitados luego por las fábricas tabacaleras de otros países.

La litografía fue una industria que tomó auge paralelamente a la del tabaco. La habilitación de las cajas, además de los anillos de los puros, contaba con cuatro tipos de grabados. Dos de ellos, el hierro y la contraseña, eran externos y usados como sellos inviolables, y los dos restantes, la vista y el bofetón, eran láminas colocadas en el interior de la caja de tabacos que quedaban expuestas al abrirla y causaban un deslumbrante efecto.

Sobre ellas se estamparon alegorías, paisajes típicos, personajes célebres de la literatura, la escena y la política, edificaciones, y una variedad extraordinaria de figuras y rostros femeninos enmarcados en escenarios tropicales, a veces exóticos. Las marcas de tabaco dieron vida a una mitología propia, con un repertorio de imágenes tomado de diferentes culturas y contextos históricos, o recreado con plena imaginación, para complacer a una clientela cosmopolita.

Como muestra de esta singular producción artística inseparable de la elaboración del habano, reproducimos dos pares de hermosas litografías correspondientes a la vista y al bofetón, que pertenecen a la colección de la investigadora Zoila Lapique. En 1886 José de la Sala Muñiz solicitó la aprobación de los dibujos de su marca Rosa de Vuelta Abajo con mujeres de aspecto criollo en un ambiente natural. La decoración aspira a captar el sentido autóctono de la tierra donde se produce el mejor tabaco del mundo, la región del Occidente de Cuba, mientras el motivo de la rosa que aparece en el título se identifica con la presencia femenina.

La marca Punch, inscrita desde mediados del siglo xix, estaba dirigida al mercado inglés, y tomó su nombre de un personaje de la comedia y de la caricatura similar en Inglaterra al Polichinela francés. Punch era también una especie de bebida o ponche y el título de un conocido semanario londinense.

En 1900 fue renovada la inscripción por su propietario, Manuel López y Fernández, con nuevas litografías. Una de ellas muestra al célebre bufón rodeado de cuatro pequeñas escenas descriptivas de la fabricación del tabaco torcido en las manufacturas, y la otra, el proceso de cultivo de la hoja con una composición similar. Ambas constituyen toda una lección gráfica del nacimiento del habano puesta ante los ojos de sus fumadores lejanos.