La mujer asume varios de los oficios dentro del cultivo del tabaco. En la foto: ensartadora en una casa de tabaco en San Luis, Pinar del Río.
En Pinar del Río se cosecha el 70 por ciento del tabaco de la nación.
Las vegas de tabaco aportan un verde peculiar al cromatismo natural de la zona.

Cuando aún el sol no calienta lo suficiente y una bruma de verano augura la claridad de las horas posteriores, es el mejor momento para echar a andar por el Valle de Viñales. Ubicado en Pinar del Río, la más occidental provincia cubana, el valle tiene para sí toda la gama de colores que un amante de la naturaleza pudiera esperar. A simple vista afloran los mogotes repletos de un verdor que inunda los sentidos, donde se distingue a la palma real, el árbol nacional. Incrustados por esos parajes se encuentran los sembradíos de tabaco, con la peculiaridad de tener un suelo químicamente perfecto para la hoja y un clima muy acorde con su alta calidad.

Si empieza a caminar bien temprano, los más reducidos senderos le regalan todo el embrujo necesario para pasar un excelente día. Esta, sin dudas, es la magia principal del lugar. El Valle de Viñales es uno de los sitios turísticos más conocidos por los extranjeros que escogen a Cuba para sus descansos. Se trata de 132 km2 de extensión que se integran a la Sierra de los Órganos, incorporada a su vez a las Montañas de Guaniguanico. Para los naturalistas significa una complejidad geológica con predominio de rocas calizas, pizarras, esquistos y areniscas; y como complemento ideal aparecen las zonas cársicas, en particular los mogotes. Son estos lugares ideales para escalar, pues las cimas redondeadas contrastan con sus verticales sobre un suelo llano. El valle cársico, con un largo de aproximadamente 11 kilómetros y un ancho de 5, cuenta con 3 establecimientos hoteleros de reconocido prestigio: Los Jazmines, La Ermita y Rancho San Vicente.

Una hoja de Vuelta Abajo Pero hablar del Valle de Viñales jamás sería completo sin mencionar el tabaco, esa hoja para confeccionar los habanos que por la zona de Vuelta Abajo se señala como la de mejor capa.

Por la autopista nacional se llega fácilmente en un recorrido de tres horas en coche. Más al occidente, el rumbo conduce a la Sierra del Rosario con su Pan de Guajaibón, la montaña mayor de esa región con 699 metros sobre el nivel del mar. Ya hacia el sur de la capital provincial aparece la Meca del tabaco: las llanuras de San Juan y Martínez. Con su visión de vegas, unas al sol y otras tapadas –sobre todo las dedicadas a hojas de capa–, este camino bien puede terminar en las “escogidas”, proceso intermedio entre el campo y la industria.

Ya sea de ida o regreso, es imprescindible visitar la fábrica de tabaco Francisco Donatién, donde se confeccionan los puros Vegueros, y comprar una buena caja de estos cigarros u otras marcas de Habanos en su tienda El Estanco. Perfecto es presenciar el Mural de la Prehistoria, en el propio Valle de Viñales, obra del pintor cubano Leovigildo González que recrea sobre la pared de uno de los mogotes las distintas etapas evolutivas de la humanidad.

Muy larga es la lista de ese viaje, pero la esencia está en las excursiones para descubrir la naturaleza, conversar con la gente del campo, afable y comunicativa al por mayor, y adquirir –en el caso de los fumadores– un inmejorable Habano.

El viaje del Habano La maravilla del Habano tiene un paseo obligado hacia la joya vegetal que millones de personas en el mundo aprecian como algo irrepetible, cargada de un aroma especial y propio para sibaritas. En Cuba existen cinco zonas importantes para el cultivo del tabaco: Vuelta Abajo, Semi Vuelta, Partido, Remedios o Vuelta Arriba y Oriente, pero la más destacada es la primera, ubicada en Pinar del Río. Aquí se cosecha el 70 por ciento del tabaco de la nación, de ahí que al visitar las plantaciones de esa región se logre una idea bastante completa de dicho trabajo. Por este motivo las agencias de viajes han preparado visitas especializadas a esa área, sobre todo durante las fiestas del puro cubano.

El andar comienza en el campo; allí se preparan los viveros para crear una plántula, a la cual es necesario dispensar todos los cuidados del mundo para que prospere. En octubre comienza la tarea que se extiende por diferentes fases hasta el principio del año entrante. Dicen los expertos que los Habanos son únicos debido a su aroma, sabor y fortaleza, fruto de una combinación indiscutible entre el clima, el suelo y la experiencia, primero de los cultivadores y luego de los artesanos del torcido.

Después del campo, donde priman el sembrado, el tapado, el regadío y la recogida (etapa más delicada), se pasa a las casas de selección y despalillo, así como la confección de las gavillas y las pacas para el envío a las fábricas. El secreto está en la combinación de cinco tipos de hojas: volado, seco y ligero para la tripa, seguidas por el capote y la capa, esta última la de más minuciosos cuidados.

La etapa de la fábrica es muy interesante. En Cuba existen decenas de industrias para el torcido a mano, ubicadas en su mayoría en La Habana, entre ellas las famosas Partagás, H.Upmann, Romeo y Julieta, La Corona y El Laguito. Se sintetiza la elaboración en los departamentos de Ligas, Fumigación y Escaparates. En el primero se determina la mejor combinación de las hojas según la marca o la vitola. Entonces la cadena va desde la fumigación (inocua para el deleite del producto), rezagado (selección y control de la calidad), la ligada y el torcido del puro. Esencial resulta esta etapa en la que centenares de tabaqueros hacen surgir los habanos a golpe de una tabla y una chaveta, instrumentos para marcar las dimensiones del cigarro y realizar los distintos cortes, respectivamente. El torcido es digno de seguir de cerca para captar la delicada acción de las manos sobre las hojas, la combinación de la rapidez y el detenimiento; de ahí que los torcedores apenas atiendan a los visitantes cuando están en la galera.

Luego vienen otras fases como el control de la calidad, la escogida, el anillado, el fileteado, el terminado y la colocación en bellos estuches que marcan las diferencias y determinan la atención de los compradores en las Casa del Habano y otros establecimientos.

La cuna de las mejores marcas En la porción occidental de Cuba el tabaco es ley y orden de una cultura con historias mágicas. La atmósfera de laboriosidad y naturaleza que se puede sentir desde los primeros pasos por ese lugar rivalizan con las mejores obras de arte. Pinar, como simplemente la llaman sus vecinos, es un lugar muy especial donde están significadas la mayoría de las más de 30 marcas de Habanos en existencia en estos momentos, pues de allí salen las hojas a las fábricas.

Sin embargo, sus leyendas muy bien pueden venir de la mano de algunos nombres como el del español don Jaime Partagás, quien era dueño de plantaciones en las vegas de Vuelta Abajo, apasionado por el humo y las bellas mujeres, hasta el punto de que su muerte está vinculada a estos placeres. Partagás visitaba con frecuencia los mismos sitios que hoy usted puede apreciar en todo su esplendor; se extasiaba con la voluptuosidad del tabaco cubano y amaba el Caribe en su expresión más sustancial y a veces peligrosa. Además de su conocida industria de puros en La Habana, el campo le llamaba poderosamente la atención con su ritual de flores del tabaco, las enormes hojas y el colorido particular de las vegas.

Por esta zona, en 1860 el peninsular José Gener compró su finca nombrada Hoyo de Monterrey, donde aún se conserva una arcada con la indicación pertinente. Este hombre también apreció la vinculación perfecta del producto terminado con su origen. La mayoría de las marcas de Habanos se crearon de 1810 a 1840, en una primera etapa, y todas obtuvieron sus hojas de Pinar del Río, donde aparecen representadas desde la capa hasta la tripa de un puro. Hoy continúa esta tradición. Las más significativas marcas están ligadas a esta región, incluidas las añejas como Partagás, Hoyo de Monterrey, Montecristo, Punch, Bolívar, Rafael González, Por Larrañaga, hasta las más recientes, sobre todo la sin par Cohiba.

Resulta curioso que cuando los españoles se encuentran con el tabaco el desarrollo del cultivo estaba en el Oriente cubano. Luego pasó a vegas cercanas a la capital en la provincia de La Habana, sin embargo, por las características del suelo Pinar resultó siempre el reino perfecto.

Más allá de esa preferencia de los productores por Pinar del Río se puede mencionar a dos marcas de la época actual como propias de esta zona: Vegueros y Vegas Robaina. La primera, presentada al mundo oficialmente en 1996, se enrolla en la fábrica Francisco Donatién de la ciudad cabecera con cuatro vitolas (Seoane, Mareva, Veguero Especial 2 y Veguero Especial 1).

Por su parte, Vegas Robaina toma nombre del mejor cosechero de tabaco de Cuba, don Alejandro Robaina, y del buen tabaco que se cultiva en las Cuchillas de Barbacoa. Cuenta con las vitolas Famosos, Familiar, Únicos, Clásico y don Alejandro, presentadas en 1997 en España.

Estamos entonces soñando en humos con gustos, aromas y espiritualidades que tienen denominaciones específicas, sitios inenarrables en bellezas, historias, leyendas y el concebido valor de lo autóctono.