La Catedral de La Habana es un ejemplo representativo de barroco y el neoclásico de la arquitectura cubana.

Justo por la amplia calle que llega hasta la Catedral de La Habana, a cien metros del magno templo de fachada barroca e interior neoclásico, todavía hoy se mantiene la costumbre de reparar las pequeñas embarcaciones de pesca. Suelen vararse en plena calle y sus dueños parecieran que lo hacen para seguir una lejana tradición habanera de los años iniciales de la Villa de San Cristóbal de La Habana, cuando se llegó a construir el primer bajel hecho en bahía.

Por esta orilla corría un estero que se adentraba en una marisma, para llegar bien tierra adentro. Los vecinos de hace cuatro siglos lo llamaban el boquete, y era conocido porque entonces se podía comprar pescado fresco, precisamente cerca de la luego llamada Plaza de San Juan de Dios, donde ahora se halla la imagen escultórica de Miguel de Cervantes Saavedra. La pequeña ciénaga litoral se cegó en las primeras centurias y hasta uno de sus rincones, llamado a propósito el Callejón del Chorro, desde el siglo XVI, llegaba el primer acueducto del poblado, la Zanja Real, que trasegaba aguas desde el río Casiguaguas.

La explanada, al otro lado de la rústica población y del Convento de Santa Clara de Asís, pronto se vio cerrada por grandes y suntuosas mansiones, en torno a la entonces nombrada plaza de la ciénaga, y en los finales del siglo XVIII por las dos torres desiguales y el templo catedralicio. Los excesivos detalles arquitectónicos interiores de las naves central y laterales del templo, fueron aligerados por mandato del obispo de Espada, conservándose los viejos altares a cada lado y las tumbas en el suelo. Desde hace tiempo se rumora que en algún sitio de esta Catedral, donde reposaron a todo lujo los restos mortales de Cristóbal Colón entre 1796 y 1898, podría estar una caja misteriosa con polvo de los huesos del Descubridor. Ha habido excavaciones discretas, pero nada se ha encontrado.

Los estilizados interiores neoclásicos de la Catedral, luego ornamentados con frescos del pintor Giuseppe Perovani, fueron visitados por el Papa Juan Pablo II en una celebración litúrgica durante su visita a Cuba el 25 de enero de 1998. Hacia la Plaza de la Catedral convergen el bello Museo de Arte Colonial, el antiguo Palacio del Conde Lombillo y varios recintos de artes plásticas, restaurantes y galerías. Al doblar la bocacalle, la original Bodeguita del Medio, criollísima fonda que visita cuanto personaje se apee en La Habana. Muy cerca está abierta la casona de principios del siglo xix donde desarrolló Alejo Carpentier su novela El siglo de las luces, el mismo sitio por el que iban y venían del balconcillo Sofía y sus hermanos, deslumbrados por lo nuevo que llegaba desde Europa con el iluminismo.