La música tradicional cubana divierte a quienes visitan estos lares.
El Pico Turquino, lugar de relevancia geográfica e histórica en la Sierra Maestra.

Serenata cubana en Bayamo. Como un caudal delicado e ininterrumpido de composición poética y melodía, transcurren hoy las canciones de la trova, en sus diversas variantes. Algunos la entienden como el rebrote de una fuente tan antigua como aquella considerada la primera canción cubana, de 1851, con la que el criollo Pancho Castillo y Moreno reconquistó el amor de Luz Vázquez, en la primera serenata romántica nocturna a una dama en Cuba. La composición se interpretó junto a la ventana de la bella muchacha, que emocionada abrió e invitó a pasar a los músicos, reconciliándose con el amado. Todos ellos, incluida la joven, tomaron parte en el grito de rebeldía contra la colonia iniciado el 10 de octubre de 1868. El criollo Carlos Manuel de Céspedes, autor de la letra de la serenata de 18 años atrás, fue jefe de la rebelión y reconocido Padre de la Patria. Luz Vázquez no titubeó en acercar la tea incendiaria a su propio hogar de Bayamo, cuando los cubanos decidieron quemarla antes de que cayera en poder del enemigo. La insigne bayamesa partió con sus hijos pequeños a la guerra y fue ejemplo de mujer patriota en los montes. No olvidó jamás su serenata, de la que derivaron otras muchas canciones de amor y firmeza revolucionaria, orígenes legítimos en la saga trovadoresca de hoy.

La montaña más alta de Cuba. Es el Pico Turquino, de 1 974 metros, dentro de la vertiente sur de la Sierra Maestra. Se le puede divisar desde Bayamo y más lejos, en su silueta verdeazul y sus tres cúspides. A mediodía se habrá disipado un tanto la niebla húmeda de la vegetación tropicalísima de su entorno, pero al atardecer la suave penumbra lo hará desaparecer otra vez. Llegar hasta el Pico por el norte es introducirse en un verdor intenso y ávido, subir las serranías escalonadas, por senderos bajo la vegetación. Por el sur, un tanto más vertical, con el mar Caribe a la espalda, puede que se avance más rápido y se cruce por grupos de helechos arborescentes, montes cerrados y nubes bajas que se interponen, con trinos de pájaros que no se identifican y pinos tropicales autóctonos. Es elevarse por nuevos trillos con el gavilán rapaz en lo alto, al acecho. Se habrán cruzado rutas secretas de la guerra de guerrillas que dirigió Fidel, escenarios de combates y hasta la comandancia, y así llegar a la cima, despejada y fría.

En Manzanillo se baila el son. En esta ciudad oriental ribereña del Golfo del Guacanayabo existe una forma distinta de escuchar y bailar el son, porque se interpreta con el órgano oriental de manigueta y fuelle, y con las piezas musicales memorizadas a la antigua, caladas en cartón, y no pocas veces acompañadas de pailas cubanas, güiro y tumbadoras, y tal vez cornetas. El voluminoso instrumento entró a Cuba procedente de Francia en la medianía del siglo xix, pero prendió pronto por esta población. Su cadenciosa melodía aporta al montuno oriental una singularidad única, todavía más cubana, porque el aparato y su ritmo no se quedan aquí, sino que se llevan casi en andas hasta el último de los caseríos del campo, así sea en las montañas, para bailar son suave y arrimao sobre la tierra misma. Aunque cierto es que con el órgano oriental se puede cantar y bailar bien el danzón y la guaracha, u otra cosa, como si fuera una orquesta completa, en cualquier lugar del Oriente de Cuba, hasta en el salón más emperifollao.