Omara Portuondo

Su casa de Cayo Hueso, en La Habana, era un hervidero de ritmos. Omara creció escuchando a Ernesto Grenet y Sindo Garay. Para la mujer de suaves maneras y proyección vocal envidiable, estas fueron las lecciones de canto más genuinas. Después vino la prueba de fuego, una tras otra. En la década del cincuenta del siglo pasado integró la Orquesta Anacaona, luego formó parte del cuarteto vocal femenino más importante de la música cubana: Las De Aída; ha grabado más de 28 discos, recorrido el mundo entero con la agrupación Buena Vista Social Club y compartido escenario con Édith Piaf, Pedro Vargas, Rita Montaner, Bola de Nieve, Benny Moré y Nat King Cole. Hoy la ”novia del feeling” sigue tan enamorada de la música como de la vida. 
Cuánto incidió el entorno en el que vivía Omara de niña en su formación?
Todavía tengo mi barrio dentro de mí, mi casa en la calle Salud, me encantan esos lugares populares. Recuerdo mi participación en las congas que se hacían. Mi padre y mi madre me dieron la oportunidad de iniciarme en este mundo.  Me gustaba mucho participar de las Ferias que se hacían en el popular Parque Trillo, me daban placer los pregones. El medio que me rodeaba  me propició  la curiosidad por la música. Era muy feliz en mi casa con mis padres.
¿Cómo llega realmente a la música?
No, yo no llego a la música, la música es la que llega a mí. El oído musical te lo da la naturaleza. Es una condición con la que se nace.
¿Qué más solía hacer la Omara niña, la Omara joven
En la escuela primaria me destaqué jugando basketball y después natación. Me encantaba la rumba, el baile, estuve en el grupo de Alberto Alonso, uno de los fundadores del Ballet Nacional de Cuba. Me hubiese gustado ser una bailarina de ballet clásico.  Admiro a Alicia Alonso, ella luchó mucho para que en Cuba tuviésemos ballet.
Trabajé en Tropicana, cantaba y bailaba  folklor, la música popular. Actualmente disfruto del béisbol. Mi padre fue jugador famoso de beisbol.
Una evocación: Las De Aida
Aida Diestro influyó mucho en mi carrera, fue excelente como ser humano, maestra, aprendí mucho a su lado. Ella había estado relacionada con los integrantes del  grupo del feeling, al que yo había pertenecido.
En una ocasión, cuando Orlando de la Rosa, quien tenía su cuarteto vocal,  necesitaba dos voces femeninas para una gira internacional a Estados Unidos,  lleva dos cantantes, a Elena Burque y a mí.
Allí comenzó mi cercanía a los cuartetos vocales y a Elena, a quien ya conocía porque ella asistía a los programas radiales donde yo participaba y me escuchó cantar.
Haydee Portuondo, mi hermana, tenía muy buena voz, era cantante lírica, tenía un órgano vocal muy agudo. Moraima Secada, que antes fue plisadora de sayas, fue una excelente cantante también. Las cuatro bajo la dirección de Aida Diestro, que adecuó nuestras voces como cuarteto, conformamos uno de los cuartetos femeninos más emblemáticos de la música cubana de todos los tiempos.
¿Por qué desde hace décadas la llaman la novia del feeling?
Cuando tenía doce o trece años supe que había un grupo de muchachos de distintas profesiones y oficios  en la calle San José, allí se reunían a cantar, entre ellos: Cesar Portillo de la Luz que era pintor, José Antonio Méndez, Frank Emilio que ya era un pianista reconocido y Rosendo Ruiz, hijo.
Yo fui entrevistada en la emisora 1010 en la calle Reina, el locutor era Manolo Ortega, hacíamos un programa que se cantaba en inglés,  el presentador me dice si me molestaba que me llamara Omara Brown, la “Novia del feeling”. Y yo le dije que no, por supuesto, pero quedó la “Novia del feeling”.
A partir de noviembre me presentaré  junto al Buena Vista Social Club en México, Brasil,  Argentina, Chile y otros países.
La música cubana se disfruta en el mundo entero, el público nos da una excelente acogida, yo seguiré –como digo yo– emitiendo sonidos, esos que a la gente le gustan, porque pueden estar seguros, que lo que me queda por vivir será cantando.