Fin de Semana en La Toscana
En Italia se recogen unas diez especies de trufas, la más valiosa es el Tuber magnatum Pico (la trufa blanca) que siempre ha mantenido el primer lugar no sólo en la mesa sino también en los precios. No existen trufas tóxicas, pero que hay algunas que se reconocen por su mal olor o la falta de olor, que pueden provocar ligeras molestias gastrointestinales. A algunas de estas se las llaman “falsas trufas”. Además de Italia, algunas especies se pueden encontrar en pequeñas cantidades en Alemania, Suiza, República Checa e Inglaterra.
Considerada por los antiguos alimento de los dioses con poderes afrodisíacos, que según la mitología el casquivano Júpiter conocía muy bien, durante la Edad Media sin embargo, se desarrolló una gran desconfianza hacia este “extraño” producto de la naturaleza, al cual se le atribuyeron efectos venenosos. Pero en los últimos dos siglos volvió a las cocinas, y de cualquier forma las recetas populares nunca dejaron de apreciarla y utilizarla en diversos platos, que hoy debido a su precio elevado, pondría en dificultades a los mejores gourmets, pues 200 gramos cuestan más de mil euros. En Madrid, un kilo puede llegar a más de 3.000 euros, y hay quien en subastas ha pagado hasta 30.000 euros por ejemplares gigantes.
Para el conocedor que prefiere hacer un recorrido “gourmet” por el área, puede comenzar con una visita a la Bodega de Varramista, perteneciente a la familia de Enrico Piaggio – diseñadores y fabricantes del legendario Scooter Vespa), con degustación guiada de varios tipos de sus vinos con tapas variadas. El matrimonio en 1959 de la hija de Enrico, Antonella, con Umberto Agnelli (empresas Fiat), unió a las dos familias más poderosas de la industria automotor italiana.
Siguiendo nuestra ruta, posteriormente llegamos a Val d´Arno, en Montopoli, donde se puede degustar una cena de platos típicos en el Hotel Quattro Gigli. Al día siguiente, nada mejor que comenzar en el restaurante le Combaie, en la Catena de San Miniato, y tener un encuentro con el Chef Daniele Fagiolini, que presenta diversos platos y cócteles realizados con la trufa, ya que el restaurante forma parte de la Asociación del “Amico del Tartufo”.
Posteriormente, en el propio San Miniato es imprescindible encontrarse con un experto en trufas como Giampiero Montanelli, que realiza para los visitantes una demostración de cómo se efectúa la búsqueda de la trufa con perros entrenados. Finalmente, la Visita al centro histórico de San Miniato nos lleva a las calles principales de la ciudad, donde se desarrolla la Muestra Mercado de la Trufa Blanca, y se pueden encontrar ejemplares tan suculentos como costosos.
La ciudad tiene uno de los mejores récords de la región en esta especialidad, y la trufa mayor que se ha encontrado llegó a pesar 2.520 gramos, la cual fue presentada al presidente de los Estados Unidos Harry S. Truman, con gran fanfarria. Pero las trufas de San Miniato también tienen una marca de excelencia, no sólo por su calidad y la fertilidad de los bosques, sino por el cuidado con que se cosechan y el elevado respeto por el medio ambiente con el cual se trabaja.
La recogida de trufas está regulada por estrictos controles y leyes regionales que definen como son recolectadas y comercializadas. Por eso, la Trufa Blanca de San Miniato es servida en los mejores restaurantes del mundo. Realizada con selectividad y moderación, la producción se limita debido a la brevedad de la estación que se reduce a Octubre, Noviembre y Diciembre.
Este hongo delicioso, sin embargo, no solo implica un plato suculento y un eje del comercio local, sino también un elemento de cultura, pues desde hace 30 años, la Muestra del Mercado de la Trufa Blanca transforma la ciudad durante todo el mes de noviembre, en una enorme tienda al aire libre, desde la histórica Piazza del Duomo, y en numerosas esquinas del centro los mercadillos despliegan sus olorosas ofertas junto con otras especialidades culinarias de la zona.
No en balde, Brillat Savarin, en su “Fisiología del gusto”, escribió en 1825 “La Trufa es el diamante de la Cocina”; mientras otro gran conocedor, Rossini, la definía como “El Mozart de los Hongos”, que se puede ver y degustar todos los años en San Miniato.