Caetano Veloso, La voz que no envejece
El cantautor brasileño posee uno de los timbres más singulares de la ya de por sí diversa e imantadora escena musical de su país. Oscilando de los tonos más dulces, casi un susurro, a los más enérgicos, este compositor e intérprete nacido en Bahía en 1942 no se cansa de arriesgar y fundar
En una mano la guitarra. Enfundado en un sobrio traje, se desplaza sutil, como si flotara, hasta ocupar una silla solitaria en medio del escenario del teatro habanero Karl Marx. Había sido invitado a la ceremonia inaugural de una edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana. No era demasiado difícil asociarlo con ese entorno. A sus incursiones en el séptimo arte se suma su declarado apego por esa manifestación. En más de una ocasión ha afirmado que compone y organiza sus discos «como si fuera un filme». Será por eso que sus temas son como cuadros de una película que va del lenguaje minimalista a la efusión de imágenes, mientras él mismo se echa al público en el bolsillo con ese don que, a falta de mejores nombres, resumiremos como carisma.
Uno de los fundadores del movimiento tropicalista, junto con Gilberto Gil, Gal Costa y María Bethania, Caetano reúne en su haber unos cuarenta discos, y se precia de no sentirse completamente satisfecho de ninguno, así como tampoco de sus canciones. Será por eso que busca, incansablemente, esa otra creación que no termina de llegar, pero que en el desfile por la sonoridad brasileña toda (tan disímil, tan rica, tan cargada de atrevimientos y rupturas), nos permite encontrarlo al final, con la voz límpida y redonda que canta el portugués de una manera única y lo descubre para nosotros: misterioso, dulce, seductor.
Desde pequeño aprendió a tocar el piano en su casa, y se dice que a los nueve años compuso su primera canción, un baião. Desde finales de la década de los sesenta vería crecer una trayectoria discográfica que ha sido consecuente con la herencia musical de su país, pero también uno de los más claros ejemplos de quiebre con respecto a eso que todos esperamos escuchar desde el Brasil. Así nos ha llegado con aliento a «transamba» y «transrock», conceptos que una vez inventó para definir canciones en las que mezcla ambas sonoridades.
Caetano canta y nos encanta, transmitiéndonos su visión de una tierra que es plural e inatrapable como su geografía. Nos guiña un ojo desde aquel traje, se acomoda en la solitaria silla sobre el escenario y deja que fluya: música, voz, ritmo, susurro, misterio «hecho en Brasil», que es como decir «hecho en Caetano Veloso»