Paso a paso, esta región ha ido ascendiendo en las preferencias de los viajeros y hombres de negocio asociados a la industria del ocio en el mundo. Sus atractivos múltiples y diversos y las potencialidades que ofrecen los escenarios naturales centroamericanos, se suman a un rico universo patrimonial, la presencia de ancestrales culturas vivientes, ciudades coloniales y modernas y una vasta extensión de costas con playas paradisíacas por el lado del Caribe y del Pacífico.

Que Centroamérica constituye un maravilloso conjunto de destinos turísticos con escenarios y propuestas capaces de sorprender al más exigente de los viajeros, es algo que hace rato lograron concienciar sus propios mecanismos turísticos multilaterales. Desde hace años trabajan de conjunto en la promoción de los siete países del istmo –Belice, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá–, como un universo común de 522 725 kilómetros cuadrados de placer para el visitante, que regala la impresión de que nada en el planeta puede ser tan rico y a la vez tan diverso en posibilidades y disfrute. Una combinación de lujo ofertada por los grandes turoperadores especializados en la región y considerada un excelente repaso del variado mundo centroamericano, lo constituye el circuito Ruta Colonial, que incluye 16 sitios declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y recorre el antiguo «camino real» construido por los españoles durante la colonización, uniendo aldeas indígenas y pueblos históricos con siglos de existencia en parajes de singular naturaleza. Dioses de fuego y naturaleza espectacular El istmo centroamericano constituye una gran suma de volcanes, cordilleras, ríos, lagunas, enorme biodiversidad que representa el 8 % del total planetario, cientos de kilómetros cuadrados de áreas protegidas con 14 Reservas Mundiales de la Biosfera, medio centenar de etnias que conservan sus antiguos modos de vida, culturas e idiomas propios, misteriosos templos ceremoniales y un magnífico inventario de tesoros urbanos, además de infraestructuras de calidad y todos los servicios de rigor para el turismo. Los volcanes abundan en el paisaje y a pesar de su imagen a veces amenazadora, constituyen en la práctica inmejorables opciones de paseo para ecoturistas y visitantes amantes de la aventura y el contacto con la naturaleza, a través de opciones como el canopy, sobrevolando el interior quebradizo de grandes cráteres; o sky en las laderas arenosas y hasta buceo en gigantescas lagunas de agua dulce que el magma volcánico en las entrañas de la tierra mantiene tibias todo el tiempo. Algunos son famosos, como el joven Santa María y los ya históricos que victimizaron a la hoy Antigua Guatemala –el Agua, el Fuego y el Acatenango– cuando era una ciudad próspera hacia 1770; o el maravilloso Apaneca, en El Salvador, que tiene una hermosa laguna verde en el cráter por el azufre de su lecho y que en este país, con 177 conos y depresiones volcánicas, se le considera una joya de la naturaleza. Un mito ya de Costa Rica es el Arenal, por sus sorpresivas erupciones; e ineludibles resultan, en Nicaragua, el Mombacho y el Masaya, impresionantes por sus gigantescas escalas y biodiversidad. Ríos presurosos –hay muchos en Centroamérica– discurren a través de cañones y quebradas ideales para el rafting, sin que apenas pueda decirse que un lugar es mejor que otro. Los saltos se descuelgan de altas cumbres tapizadas de bosques nubosos en los que parece morar la certeza de no existir más que agua, pumas, monos, osos hormigueros, tapires, quetzales y unos vecinos semidesnudos con rayas de tizón en las mejillas, todavía viviendo a expensas de las frutas que recolectan y de los animales que cazan. Si ya a Costa Rica se le ha reconocido como meca del medioambientalismo en América Latina, nadie dude, sin embargo, de explorar igualmente Honduras, Guatemala, Nicaragua, Panamá, Belice… Tienen mucho de común y a la vez de singular e irrepetible para complementarse y son todos sitios muy dignos para cualquiera que se sienta atraído por la naturaleza. Lo otro es el mar en ambos litorales, las playas aisladas del mundo, las islas de corazón verde y los archipiélagos adyacentes donde puede seguirse el itinerario del perfecto turista, que sólo espera el sueño de 15 días de vacaciones para tumbarse sobre la arena muy blanca, tostarse al sol y recibir el don de una langosta braseada en cuyo caparazón de nácar se refleja una línea de cocoteros y el resplandor del agua color turquesa. Joyas culturales únicas Aunque para los que comercializan el destino centroamericano las ofertas asociadas al disfrute de la naturaleza representan entre un 15 y un 20 % de sus ventas, hay que decir que cada vez más la arqueología, las ciudades coloniales de gran belleza y en buen estado de conservación y las culturas indígenas vivientes, se imponen como atractivos turísticos en la región. Son países unidos por un pasado común legado por los conquistadores españoles y la magia y el misticismo heredado de una de las culturas más sorprendentes que el mundo haya conocido: la Maya. Medio centenar de etnias indígenas con cientos y miles de comunidades salpican la espectacular geografía del istmo, dando vida a sus ritos ancestrales, sus idiomas propios, sus cultos al fuego y sus curiosas danzas y cantos que celebran la bendición de los dioses, el éxito de las cosechas o el reencuentro con los antepasados y queridos seres difuntos. Antiguas glorias Mayas abundan en Belice, Guatemala, Honduras y El Salvador, fundamentalmente. Tikal –Patrimonio Natural y Cultural de la Humanidad– considerado por los guatemaltecos el gran centro de esa cultura en el país, es de referencia para el mundo; y asimismo, Copán, en suelo hondureño, gran ciudad con monumentos como el Templo de las Inscripciones y la Escalera de los Jeroglíficos, que vivió sus mejores días poco más de 2000 años atrás, cuando era habitada por unas 28 mil personas. Con mucho menos edad, pero también repletos de historia, hay en Centroamérica miles de monumentos de la etapa colonial, en ciudades y pueblos hermosos llenos de reminiscencias hispánicas con un halo de intimidad poética reforzado por el peso de los años. Muchas conservan las calles empedradas y son de ventanales amplios y portales corridos como recurso para protegerse del fuego solar y los aguaceros tropicales; y el secreto en ellas es dejarse llevar, explorar cada rincón, entrar en sus iglesias, pasear bajo los árboles en sus plazas, visitar sus mercadillos de frutas y artesanías. Granada, por ejemplo, es una bella ciudad colonial en Nicaragua y también lo es en el propio país, Masaya. Guatemala tiene un gran centro histórico en su actual capital, pero la Antigua Guatemala es la gran joya local en materia de legado arquitectónico español. Fuertes y construcciones castrenses levantadas como defensas contra los piratas se encuentran en las costas de Belice, Honduras y Panamá, donde está el hermoso complejo de Portobelo, importante centro militar y económico de la etapa colonial y una de las paradas de la Flota de la Plata. Las fiestas populares que tienen un voluminoso calendario en cualquiera de los siete países centroamericanos, los trajes típicos, las comidas y la música, complementan el rico panorama cultural en la región, el ideal de cualquier turista que busque hacer un viaje único, sorprendente, inolvidable y diverso.

En Centroamérica –Belice, Guatemala, Honduras, Nicaragua, El Salvador, Costa Rica y Panamá–, ha proliferado una fabulosa oferta de paquetes y circuitos multidestinos con combinaciones y diseños que regalan la impresión de que no hay destino en el planeta tan rico y a la vez tan diverso en posibilidades y disfrute.

Centroamérica es una de las regiones del planeta donde mejor se conserva la naturaleza, con amplias reservas de bosques tropicales, siempreverdes y nubosos, que los especialistas consideran la segunda Amazonas del hemisferio occidental. Dispone de abundantes recursos hidrográficos y extensos litorales con excelentes playas y la integran siete países con un total de 40 millones de habitantes. La región, que recibe por año un promedio de poco más de 11 millones de turistas, ha ido despertando el interés de grandes inversionistas y mejorado sensiblemente sus infraestructuras y conexiones aéreas internacionales; mientras cada vez más se convierte en foco de trabajo de importantes grupos hoteleros internacionales, que aprecian su buena posición geográfica y perciben su potencial y el inevitable paso hacia posiciones superiores en el mercado mundial de la industria del ocio.