San Peter, el rehabilitador de talentos
En Cojímar, refugio costero del oeste de La Habana, donde Ernest Hemingway conoció y convivió con los protagonistas de El viejo y el mar, la novela que lo consagró con el Nobel de Literatura, nació, creció y todavía «hace milagros» San Peter, un fantástico salvador de celebridades en riesgo de perder sus excepcionales facultades.
Fue Antonio Gades, el famoso intérprete de baile flamenco, quien al descubrir los poderes del rehabilitador físico Vladimir Lahens Valiente lo bautizó como San Peter, en una humorística alusión al cambio de nombre de Leningrado a su original San Petersburgo. Él fue quien atendió a Rafael Alberti, al astro argentino del fútbol Diego Armando Maradona, al cantautor Pablo Milanés, entre otras muchas celebridades. Varias pinturas y poemas dedicados de puño y letra por Alberti adornan la sala de su modesto apartamento, situado sobre el consultorio que atiende su esposa Yolanda, médico de esta comunidad hace 23 años. Aquí entrevistamos a este formidable rehabilitador físico, quien develó los misterios de su profesión y un fabuloso anecdotario.
¿Quién es San Peter y cómo fue que conociste a Gades, Alberti y tantos personajes?
Nací en 1962. Estudié para ser Profesor de Educación Física y después hice la Licenciatura en Cultura Física. Al graduarme me asignaron la sala terapéutica de un policlínico aquí en Cojímar. Trabajé 12 años en el Centro de Investigaciones Médico Quirúrgicas (CIMEQ). A mediados de 1991 me encomendaron la atención del bailarín español Antonio Gades. Tuvo un accidente en su yate, cayó de gran altura y se fracturó el manguito rotador del hombro. Los médicos en Europa le dijeron que se olvidara de volver a bailar. En ese momento tenía comprometida una gira por Europa y Japón, y una lesión que necesitaría mucho tiempo de rehabilitación. Se hizo un intensivo. Fue muy disciplinado, demostró un espíritu de sacrificio muy grande. Gades confió en el sistema médico cubano para recuperarse.
Yo necesitaba conocer todos los movimientos que ejecutaba en su baile. Me propuso que viera sus películas Bodas de sangre, Amor brujo y Carmen. Entonces yo recorría en bicicleta 60 kilómetros diarios en el viaje de ida y vuelta al hospital. Me quedé dormido viendo las películas en su presencia. Al día siguiente, cuando traté de disculparme, me dijo: «San Peter, no te preocupes, te voy a contar lo que me pasó en Moscú, cuando en una gala de ballet me quedé dormido a la vista de todo el público del teatro». Llegamos a ser muy amigos y después lo demostró.
¿Y con Alberti cómo fue?
Gades le recomendó a Rafael Alberti que viniera a Cuba a recuperarse de las fracturas de su pierna derecha a causa de un accidente automovilístico. Tenía 90 años, y a esa edad la lesión comprometía su locomoción. Se decidió que lo acompañara a Europa para seguir el tratamiento. Pasé casi un año con él, viviendo en su propia casa. Su recuperación fue larga, paciente y dolorosa. Lo acompañé en la gira por Europa. Lo vi actuar en el Olimpia de París junto a Paco de Lucía. En la Expo Mundial de Sevilla, en 1992, estrenó la obra La Gallarda, que Rafael escribió durante su exilio en Argentina. En Sevilla un hombre lo identificó y empezó a entonar «se equivocó la paloma», poema al que puso música Juan Manuel Serrat. Se formó un coro enorme. Alberti se emocionó y me dijo: mira, todavía me reconocen y recuerdan mi poesía.
Alberti, con 90 años, era un tipo muy vital y jovial. Después de esos grandes recitales en el Olimpia de París, que era algo agotador, salía impregnado de energía y ahí nos proponía ir a cenar, a tomar algo y disfrutar de la noche parisina. Me decía: cómo este hombre con 90 años puede querer seguir y yo con 30 estoy loco por dormir.
¿Qué importancia le atribuyes a esas experiencias?
Yo era un rehabilitador muy joven. Me ayudó mucho tratar personas tan destacadas y a la vez tan sencillas y humildes, con tanta capacidad de sacrificio. Mi profesión y mi familia, mis dos hijos, son lo más importante en mi vida. A lo largo de mi carrera me tocó atender a personalidades destacadas del arte y la cultura, deportistas olímpicos, líderes políticos y personas de muchas otras ocupaciones, y esa experiencia contribuyó a mi formación profesional. Pero esta es la primera vez que menciono públicamente a algunos por sus nombres. Desde hace 10 años, tomé la decisión de trasladarme al Instituto Nacional de Deportes (INDER) y dedicarme a la docencia. Mi mayor ambición ahora es alcanzar el grado de Doctor en Ciencias y la categoría de Profesor Titular en febrero del año entrante.