Desafiando las «Aguas Blancas»
Rafting en Centroamérica
La accidentada topografía, los abundantes recursos fluviales y la exuberante naturaleza, han convertido a esta región en uno de los destinos más buscados por los amantes del turismo de aventura y especialmente de esta modalidad. Para que descienda vertiginosa la adrenalina de los más audaces balseros del mundo, existen excelentes condiciones en no pocos ríos centroamericanos.
Entre las muchas opciones de turismo de aventura que ofrece Centroamérica, probablemente una de las que devuelve mayor satisfacción a los visitantes es la práctica del rafting, privilegiada por el caudal, la sinuosidad y el accidentado recorrido de varias decenas de ríos en la región, que en determinadas secciones permiten alcanzar grandes velocidades y presentan retos importantes hasta para los más intrépidos. Tal es la preferencia de los rafters por las corrientes centroamericanas que en los primeros días del pasado mes de octubre, tuvo lugar en Costa Rica el campeonato mundial de esa modalidad, con la asistencia de más de 370 competidores de una treintena de países. El río Pacuare, en Turrialba, fue el escogido para la celebración del evento, entre otras cosas, también, por las excelentes condiciones de su equipamiento, la destreza de sus guías y el alojamiento cercano. Después de una exhaustiva evaluación, la Federación Internacional de Rafting declinó los otros candidatos para acoger la competencia: Italia y Australia. Pacuare, avalado entre los mejores cinco ríos del mundo para esta actividad, tiene abundantes cascadas y entre ellas sobresale la de Huacas, de 150 pies, considerada una de las grandes bellezas del país. Además de buen caudal durante todo el año y copiosa vegetación, la naturaleza le ha provisto de algunas caídas o desniveles ideales para practicantes hábiles, con un trayecto clase V-VI, incluso, el cual va desde Bajo Pacuare a San Martín, y que sólo se recomienda para los mejor entrenados. De menor complejidad, pero también desafiante y sobrecogedor, es el tramo entre San Martín y Siquirres, considerado de tercera clase. Importante reto ofrece, también, la intranquila corriente del río Reventazón. En su sección de Peralta hasta Angostura (clase V), los rápidos apenas permiten tomar aliento a los rafters, aunque existen opciones para los menos expertos, como el tramo de Tucurrique a Angostura (clase III), de cerca de 20 kilómetros, uno de los más populares de Costa Rica. El río Sarapiquí (II-III) depara un buen viaje a los iniciados, con opciones «amables» en sus extremos y un área intermedia de aguas blancas. Otras corrientes navegables, según la experiencia del practicante, son las del Savegre, el Naranjo, el General y el Corobicí, este último recomendable para quienes comienzan la práctica del singular deporte extremo y para viajeros que al navegar también pueden disfrutar de la naturaleza. Esta es una modalidad muy beneficiosas para empresas que buscan fomentar el trabajo en equipo entre su personal, pues siempre se siguen las instrucciones o comandos del guía para el buen control de la balsa. Algo similar a lo que buscan los empresarios con sus negocios: mantenerse a flote.
De Honduras a Panamá, balseando Los bosques lluviosos de la costa caribeña de Honduras albergan varios cursos de agua importantes en este país, algunos de interés para el rafting. Goza de popularidad entre los balseros que viajan a la región el río Cangrejal, de aguas cristalinas y rápidos excitantes (III-IV), en medio del Parque Nacional de Pico Bonito. Aunque de acceso más controlado, la Reserva de la Biosfera de Río Plátano, es también de interés. El curso fluvial desciende veloz desde las montañas y desemboca en el mar Caribe, en un recorrido que permite combinar la observación de una exuberante vegetación con el reto de remontar sus rápidos, clase III. La posibilidad de contactar con las culturas de los nativos pech, miskitos y garifunas, añade una nota muy singular al viaje. Rafters menos experimentados o turistas aprendices de esta disciplina, tienen por otro lado la opción de disfrutar un rato de navegación a través del río Sico, cuyas pendientes de complejidad II-III, regalan sucesivos momentos de emoción, mientras se pueden observar aves de vivos colores y otros muchos animales. El Salvador también se ha sumado a las ofertas centroamericanas para el rafting, gracias a los ríos Lempa, Paz, Metapan y Banderas, cuyos rápidos van de la categoría I a la V, dependiendo de la época del año. El país se ha vuelto un imprescindible en la ruta regional para la modalidad. Cerca de la frontera entre Costa Rica y Panamá se encuentra el Chiriquí Viejo, un río de aguas blancas de clase mundial, a siete horas por carretera de la capital del istmo, pero a sólo 30 minutos por vía aérea. Con alrededor de 130 kilómetros de extensión a través de montañas y forestas, la corriente ofrece múltiples desafíos para aprendices o intrépidos. Lo mejor de todo es que en su curso aparecen tramos que pueden vencerse hasta en compañía de niños y otros solo destinados para los practicantes de clase mundial. El río alcanza sus más altos niveles durante los meses de octubre a noviembre, el punto alto de la temporada lluviosa, pero si el practicante prefiere rápidos más leves, lo ideal es acercarse entre marzo y mayo. De los 11 millones de visitantes que recibe Centroamérica cada año, se calcula que un poco más de la mitad busca acompañar sus vacaciones de momentos de aventuras y cerca del 80 % entrar en contacto directo con la naturaleza, a través de las diferentes ofertas o modalidades concebidas para su disfrute. El rafting ofrece una armónica combinación de ambas opciones.
Rafting práctico El descenso de ríos es una actividad deportiva y recreativa que consiste en recorrerlos en la dirección de la corriente (río abajo), por lo general sobre algún tipo de embarcación o balsa. Por lo común los ríos que se navegan tienen algún grado de turbulencia, éstos también son llamados ríos de «aguas blancas» debido a que este color es característico del arremolinamiento en los cuerpos de agua. Otra denominación para este tipo de ríos es simplemente «rápidos». Las embarcaciones más comunes que se utilizan son la balsa, la canoa o el kayak, que puede ser rígido o inflable.
Los rápidos Existe una clasificación internacional ampliamente aceptada para clasificar el descenso de los ríos según su grado de dificultad al navegarlos: Clase I. Muy fácil. Aguas casi planas, muy poco turbulentas, con olas pequeñas. Totalmente navegable. Clase II. Fácil. Aguas un poco turbulentas con huecos y hoyos de no más de 25 centímetros, remolinos pequeños sin peligro alguno para un nadador. Clase III. Intermedio. Aguas turbulentas con huecos y olas medianas de no más de un metro, remolinos de cuidado para un nadador y de alguna consideración para una embarcación. La navegación requiere buena técnica y conocimiento del río. Existen algunos pasos técnicos de atención. Clase IV. Difícil. Aguas blancas muy turbulentas, pero predecibles. Huecos y olas de hasta dos metros, remolinos considerables para una embarcación. Pueden existir cascadas de consideración. La navegación requiere muy buena técnica y conocimiento del río. Existen pasos estrechos que requieren maniobras técnicas complicadas. Clase V. Experto. Aguas blancas muy turbulentas poco predecibles con olas y huecos de más de dos metros. Remolinos y cascadas de peligro. Requiere un grado de técnica experto y muy buen conocimiento del río. Necesidad de maniobras extremadamente técnicas. Clase VI. Extremadamente difícil o no navegable. Se considera muy difícil o imposible de navegar.