Cubrir la ruta jacobea en bicicleta se ha convertido en una de las experiencias más enriquecedoras para miles de peregrinos

Por millones se cuentan los aventureros que cada año realizan un recorrido convertido en un reto cargado de ilusión. Para quienes –independientemente de sus creencias religiosas– buscan descubrir la plenitud de la vida a través de la naturaleza y la cultura, completar una de las rutas del Camino de Santiago constituye una experiencia única, reconfortante… inolvidable.
La milenaria tradición de llegar hasta la Catedral de Santiago de Compostela trasciende la fe cristiana y emerge como una magnífica oportunidad para crecer en cuerpo y alma. Y aunque lo más habitual es encontrar peregrinos andando durante todo el trayecto, se dice que actualmente uno de cada diez cubre la ruta jacobea montado en una bicicleta.
Las razones son muchas, pero sobre todo se trata de una alternativa interesante para quienes pretendan descontar una cantidad mayor de kilómetros en cada jornada, sin que ello signifique renunciar al descubrimiento de las costumbres de antaño, a encontrarse con los lugareños de cada pueblo siempre dispuestos a brindar su mejor hospitalidad, o a disfrutar de memorables paisajes durante todo el recorrido.
Para llegar en bicicleta hasta donde se supone fueron descubiertos los restos del Apóstol Santiago el Mayor por el año 813 D.C., se pueden elegir varias de las rutas establecidas, como la Vía de la Plata, el Camino Primitivo o el del Norte. Sin embargo, uno de los más populares es el llamado Camino Francés debido a su fácil acceso y por la enorme riqueza cultural y la extraordinaria belleza del entorno a lo largo de más de 750 km de su trazado.
Cualquiera que sea el escogido exigirá a los bicigrinos, en primer orden, una adecuada preparación física y la capacidad de adaptación a las condiciones del trayecto. Además, quienes decidan protagonizar esta especie de aventura deberían también planificar cada jornada, contar con una bici apta para transitar por superficies irregulares con muchas subidas y bajadas , así como con el avituallamiento mínimo para las posibles necesidades que encontrarán en el camino.
Al igual que más del 90 % de los peregrinos, quienes se lanzan sobre los senderos al «lomo» de sus bicicletas suelen elegir los meses entre mayo y septiembre para cumplir su sueño, teniendo en cuenta las mejores condiciones climáticas de esos días, sobre todo en la región de Galicia. De tal forma, no solo se aseguran un trayecto menos complicado, sino también la posibilidad de hacer suyos impresionantes parajes, pueblos prácticamente recónditos, gente excepcional y un sinfín de elementos y culturas que pueden generar en cada bicigrino una nueva percepción de España.
El espectro visual a través del recorrido parece infinito y va desde trigales hasta abundantes prados donde los tonos verdes hacen la distinción de los paisajes gallegos y asturianos. Justo junto a la silueta de los Pirineos, así como a la ribera del Ebro, emergen muchos de los tesoros naturales de la región como el Parque Natural del Valle de San Emiliano, ubicado al norte de León, o la Reserva Natural de Fuentes Carrionas o Fuente de Cobre, al límite con Cantabria.
El Monumento Natural Ojo Guareña, localizado en Burgos, o el Parque Natural Sierra de Cebolleras –también conocido como La Rioja– al sur de Logroño, son otros puntos en las posibles rutas que no dejarán indiferentes a los entusiastas ciclistas por conformar un ecosistema de extraordinarios valores. Entre ellos sobresale Las Médulas, cerca de la ruta francesa, y considerado por los expertos como el más valioso desde el punto de vista histórico y arqueológico de toda España.
Sin dudas, son motivos suficientes para decidirse por vivir el placer de formar parte de esta apasionante historia por caminos que desde 1993 fueron considerados como Patrimonio de la Humanidad. Y para ello basta con los deseos, una buena bici, la adecuada preparación… y grandes dosis de ilusión.