Mi historia inspira a la gente
Se le hace difícil a la gente creer que el hoy gran bailarín de renombre internacional Carlos Acosta pudo haber estado en el «banco» del Royal Ballet de Londres. Pero si este cubano nacido en el habanero barrio de Los Pinos, en Arroyo Naranjo, lo escucha, enseguida se presta a aclarar la situación: «No fue exactamente así. Más bien no se me explotaba de la manera que yo quería. Es muy fácil encasillarte: tú eres el bufón o haces guaguancó, pero no serás el príncipe. Y yo consideraba que no estaba allí para dar brincos nada más. Yo soy un artista.
«Por tanto, tuve que situar las cosas en su lugar. Cuando se bailaba Romeo y Julieta, me llamaban para Mercucio. No se trataba de que tuviera algo en contra de ese rol, pero me molestaba que no se pensara en mí como Romeo. Tampoco me daban las noches de apertura. En cambio, las hacía un bailarín de menor categoría, y llegó el momento en que ya no pude aguantar. Lo expliqué, me dieron la oportunidad, y ahí mismo se fastidiaron (sonríe)».
Desde entonces a la fecha ha llovido mucho, y Acosta, quien llegó a conquistar codiciados galardones como los Grand Prix de Lausanne, Suiza, y de la Bienal de Danza de París; el Premio al Mérito en el Concurso para Jóvenes Talentos de Positano, Italia, y el de Vignale Danza..., ahora es Doctor Honoris Causa de la Universidad Metropolitana de Londres.
¿Dónde está el techo de Carlos Acosta?
Yo no me he puesto ninguno. Sigo aprendiendo, sigo haciendo lo que me estimula. No soy de esas personas que viven con un techo. ¿Qué vendrá después? No sé… Me gustaría ayudar más a mi país y a quienes me necesitan en el mundo. Sé que me he ganado un prestigio que podría explotar en ese sentido.
«Ahora continúo enfrascado en mi carrera, pero en un futuro lo haré, sin dudas, porque mi historia inspira a la gente. Soy una persona muy aferrada a mis raíces, que reconoce la grandeza de nuestra nación, nuestra historia y nuestra cultura. Y el mundo necesita a personas que tengan credibilidad, que la gente pueda escuchar.
«Esa es un arma poderosa que si se utiliza en beneficio de los demás, sería maravillosa. La gente está sedienta de arte, necesita soñar, y uno puede ayudar a propiciar esos sueños; así que hay que seguir, sobre todo para alimentar la esperanza de los míos, que pese a las dificultades continúan ofreciéndote su amor, su solidaridad y su única tacita de café. Esa es mi Cuba y su gente, y por ellos tengo que seguir.
Sin dudas, resultó un gran acontecimiento cultural la actuación del Royal Ballet en La Habana, en 2009…
Me siento honrado de haber sido parte de la presentación del Royal Ballet en La Habana. Todavía se habla de lo que ocurrió por aquellos días, cuando la más importante compañía del Reino Unido, bajo la dirección de Monica Mason, deslumbró a los cubanos con obras que jamás habían podido apreciar como Chroma, Un mes en el campo, Romeo y Julieta y Manon, de Kenneth MacMillan. Sinceramente fui muy afortunado bailando en homenaje a Alicia Alonso y para este pueblo, mi pueblo, que siempre llevo en el corazón. Ya sabes que mi mayor ambición es que la gente disfrute de mi arte. Deseo que la persona que acuda al teatro para verme, olvide, por un momento, sus problemas cotidianos.
«Lograrlo, para mí, no tiene precio. En todo este tiempo me he preocupado por ser el mejor que yo pueda ser, por explotar al máximo mis condiciones. No me quita el sueño si estoy o no dentro del ranking mundial. Lo mío es que el público se conecte con lo que hago».
Continúas enfrascado en tu objetivo de acercar culturalmente, cada vez más, a Cuba y el Reino Unido...
Efectivamente. Un ejemplo de ello es Cubanía, que se ha estado presentando en la en la capital británica. Yo soy algo así como el curador de dicho espectáculo, que se hizo realidad gracias a la productora ¡Como No! del Reino Unido, pues fui quien pensé en su composición y convoqué a los que artistas que participarían, tanto de Cuba (también músicos), como reconocidos bailarines y coreógrafos que viven en el Reino Unido y forman parte de compañías como The Royal Ballet y Rambert, al estilo de Zenaida Yanowsky y Pieter Symonds.
¿Cuánto queda del muchacho de Los Pinos?
Soy de los que me siento en una esquina con mis amigos y tomo ‘chispa de tren’. Pero ese muchacho no funciona en otras esferas. Tienes que saber entender que no debes dejar de superarte, porque si te abandonas eres ordinario. Y yo seré humilde, de Los Pinos, pero no ordinario. Aún continúo siendo el mismo, amigo de mis amigos y de la gente de buen corazón. Si algún día me ves que reniego de compartir con mi gente, hálame las orejas, porque ya no sería Carlos Acosta. Ya no sería un buen artista.