- El Pecio fantasma de Siboney
MÁS DE UN SIGLO DESPUÉS DE QUE TUVIERA LUGAR UNO DE LOS HECHOS MÁS TRASCENDENTALES EN LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD, REAPARECE EL HUMILDE Y ÚTIL PUENTE DE SHAFTER PARA OFRECER SU PROPIA VERSIÓN SOBRE LA GUERRA HISPANO-CUBANO-NORTEAMERICANA
En el fragor de las labores rescatistas, a unos 3 m o 4 m de profundidad, muy cercano a la orilla y de manera inesperada, se hallan los restos de un barco desconocido que nunca antes se había observado en la zona. Inmediatamente se notifica el descubrimiento a la Delegación Provincial del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, donde al instante se conforma un equipo de trabajo con especialistas en Arqueología, de conjunto con el Centro de Estudios de Biodiversidad. De forma paralela, y coordinada con él, un equipo multidisciplinario de especialistas del Proyecto de Gestión y Manejo del Patrimonio Natural y Cultural Subacuático comienza también a investigar sobre la identidad y causas del naufragio.
A medida que la noticia se expande, empiezan a llegar a las orillas de la playa una multitud de curiosos, la televisión y algunos medios de prensa que publican el hallazgo con el sugerente título de: «Barco Fantasma de Siboney». Ni con los periodistas, ni con el pesquisaje entre los pobladores de más edad se obtienen respuestas: ni siquiera los más viejos pescadores de la zona lo habían visto antes. Resultaba evidente que la excepcional e imprevista aparición estaba determinada por la cantidad de sedimentos de arena de aluvión y piedras que, durante el huracán, extrajo la fuerza del mar de la zona baja de la playa, depositándolos en la margen costera y convirtiéndolos en una duna de significativas proporciones, la cual desaparecería pocos meses después tras el influjo de la dinámica estabilizadora del sitio.
El movimiento de los sedimentos había desenterrado y dejado semidescubierta la estructura perfecta de una embarcación que aparecía «cercenada» por la acción del tiempo y del medio extremadamente hostil en el que reposaba. La fuerza de la tormenta había conseguido desvestir, en poco menos de 1 m, un pecio ignoto al que no solo había que identificar y catalogar, sino que, por encima de todo, había que proteger de la acción de los elementos naturales y antrópicos.
Tras meses de búsqueda ingente, que incluye trabajos de ubicación geográfica y de marcación, calas de prospección, análisis del patrón de construcción del barco, estudios geofísicos del entorno y de su biodiversidad, labores de fotografía y fotogrametría del sitio arqueológico y, sobre todo, un profundo análisis histórico de fuentes documentales, tradiciones y leyendas, además de una consulta colaborativa con archivos y especialistas extranjeros, se pudieron acopiar las suficientes evidencias para devolverle al barco fantasma algunos nombres y, más que eso, su lugar en la historia.
Basado en las presunciones y teorías a priori de los equipos de especialistas se logró confirmar y documentar por las fuentes de la época el hecho real y la existencia en el tiempo de un barco denominado The scow (la barcaza), que arribara con los grandes transportes norteamericanos en 1898 en medio de la Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana. Al dañársele las máquinas de vapor, el General del V Cuerpo del Ejército de Estados Unidos William Shafter, al frente de las tropas del desembarco, decidió ubicarlo en forma tangencial al extremo del terraplén y del muelle flotante, improvisado por la ingeniería norteamericana, para facilitar el desembarco de tropas, armamentos y otros medios en la citada playa de Siboney, uno de los puntos de desembarco escogidos para realizar su plan de tomar la ciudad de Santiago de Cuba, segunda en importancia en la Isla.
Entonces, The scow es rebautizado por la soldadesca como Puente de Shafter y consignado así, incluso, en la papelería del General correspondiente a la Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana. Contribuye de ese modo a facilitar un desembarco que no dejó de ser desordenado, con caballos ahogados y pérdida de otras valijas, pese a la poca resistencia de fuerzas españolas y el apoyo de protección de fuerzas cubanas que sitiaban a la ciudad de Santiago de Cuba. Es también el inicio de una aventura bélica del General norteamericano, quien tuvo el desafío propio de transportar una anatomía personal de más de 300 libras de peso, en un clima especialmente caluroso.
Todo parecía indicar que aquel pecio fantasma guardaba puntos de coincidencia geográfica con la barcaza empleada como pasarela, de la que, además, no se tenían noticias documentadas de que hubiese sobrevivido a la contienda bélica, pues no se le vuelve a mencionar como integrante de la flota estadounidense.
Durante la investigación se encuentran fotos históricas del sitio durante el famoso desembarco de las fuerzas norteamericanas en 1898, algunas de ellas muy elocuentes: evidenciaban un transporte de las fuerzas estadounidenses (Rompeolas) encallado y de pantoque, casi en la misma ubicación del hallazgo.
Uno de los momentos más desconcertantes es cuando al fechar los restos del pecio, se evidenció que la construcción databa de la primera mitad del siglo XIX, lo que en apariencia contradecía el escenario histórico donde supuestamente había culminado su vida útil el Puente de Shafter. Sin embargo, se encontraron referencias documentales y gráficas de que la barcaza-pasarela era ya una embarcación con muchos años de construcción y servicio en el momento en que arribara a Siboney.
El estudio de las evidencias arqueológicas, restos del pontón, ruedas de ferrocarril, herrajes de la arboladura del barco, partes de las máquinas y otras muchas increíblemente conservadas, y, finalmente, la aparición de unas fotografías aportadas por Patrick McSherry, editor del Spanish American War Centennial Website, confirman los estudios realizados por los investigadores cubanos. Existía plena coincidencia con la descripción hecha por Shafter en su papelería acerca de la barcaza empleada para el desembarco y el barco fantasma de Siboney: el humilde y útil Puente de Shafter, que reaparecía más de un siglo después para ofrecer su propia versión sobre uno de los hechos más trascendentales en la historia de la humanidad: la Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana.
Meses después del paso de la tormenta y a causa de la propia dinámica del sitio costero, el pecio volvió a ser cubierto por los sedimentos del fondo marino, casi en su totalidad, creando una protección natural frente al espolio y las agresiones antrópicas y naturales. Sin embargo, en octubre de 2012 un nuevo fenómeno hidrometeorológico extremo tocó tierra en la costa suroriental cubana, a escasas millas de la playa Siboney: el huracán Sandy desplazó las toneladas de sedimentos y descubrió otra vez la estructura del barco, provocando daños importantes a algunos de sus elementos estructurales.
UNA VENTANA A LA HISTORIA UNIVERSAL
El 25 de enero de 1898, con la excusa de asegurar los intereses de los estadounidenses en la Isla, amenazados por la guerra entre españoles y cubanos, llegó a La Habana el acorazado Maine, enviado por el gobierno estadounidense en una supuesta visita de cortesía que sería devuelta por el crucero acorazado español Vizcay a la ciudad de Nueva York. El 15 de febrero, una explosión –que sigue generando investigaciones e hipótesis– ilumina el puerto de La Habana: el Maine ha saltado por los aires y con ello se generan las condiciones para que Estados Unidos se involucre en el conflicto y le declare la guerra a España, que ya había gastado hasta el último hombre y la última peseta por preservar su dominio en la Isla, frente a las ansias independentistas de los cubanos. El hundimiento del Cristóbal Colón marca el fin del imperio español, el nacimiento del imperio estadounidense y un cambio de época.
Los vestigios de aquella cruzada naval conforman lo que hoy conocemos como el Parque Arqueológico Subacuático Batalla Naval de 1898. Está conformado por seis sitios arqueológicos, donde yacen los pecios vinculados al desembarco y el conflicto naval, así como por todas aquellas evidencias materiales pertenecientes a los buques, o que guardan relación de una forma u otra con los hechos, como por ejemplo: mástiles, masteletes, restos de las jarcias de las arboladuras, herrajes, partes de los emplazamientos y la artillería, entre ellas proyectiles de grueso y mediano calibre; otros elementos como fluserías, balaustres y mecanismos del sistema de propulsión. Por las características del entorno donde se encuentran estos pecios, así como por la naturaleza de los hechos históricos, es común que las piezas arqueológicas se encuentren diseminadas en un radio que puede variar, desde escasos metros hasta un kilómetro, en los perímetros del pecio.
Las playas Juan González, Bueycabón, Rancho Cruz, Mar Verde, La Mula –en Ocujal del Turquino– y la misma rada santiaguera, constituyen sitios arqueológicos en los que yacen con diferentes grados de conservación y colapsados por el tiempo y la historia, los restos de lo que fuera la temida Escuadra de Operaciones de las Antillas: los cruceros acorazados Cristóbal Colón, Almirante Oquendo y Vizcaya; los destructores Furor y Plutón; y el norteamericano Merrimac. Ellos han conquistado el protagonismo de una historia a la que le ha nacido un nuevo testigo excepcional: el Barco Fantasma de Siboney.
A diferencia de los otros, él fue parte de un drama que tuvo su epicentro en tierra: sobre él desembarcaron cuantiosas tropas que participarían en la toma de Santiago de Cuba, en encarnizados combates contra un aguerrido ejército español, que ahora se enfrentaba a los cubanos y a los norteamericanos, estos últimos sin la preparación adecuada, con un uniforme nada apropiado para el intenso calor del oriente cubano, con pólvora negra que delataba sus posiciones, expuestos a enfermedades que diezmaban sus tropas, y con los conflictos raciales, ideológicos y culturales de una joven nación que intentaba irrumpir en los destinos del mundo, estrenándose como un nuevo imperio.
Todos estos pecios son testigos extraordinarios de acontecimientos que cambiaron el escenario geopolítico internacional de finales del siglo XIX, y son una invitación a descifrar el lenguaje del tesoro del patrimonio cultural y natural subacuático, como una ventana a la historia universal.