- Acueducto de La Habana. El regalo de Albear
DESDE EL SURGIMIENTO DE LA ZANJA REAL, MUCHO TUVO QUE CORRER EL TIEMPO PARA PODER ABASTECER DE AGUA A LA CIUDAD QUE NACIÓ EN EL PUERTO DE CARENAS, ALEJADA DE LAS PRINCIPALES FUENTES DE ABASTO DEL PRECIADO LÍQUIDO
No por azar el puerto de Carenas fue escogido por los españoles para establecer un asentamiento; pero desde la fundación de la villa de San Cristóbal de La Habana sufrieron la escacez de agua potable, por lo que fue prioridad la instalación de un sistema efectivo de abasto.
Durante las primeras décadas, los habitantes de San Cristóbal emplearon los pozos ubicados en su entorno, favorecidos por las características del subsuelo, al estilo del de La Anoria, uno de los más nombrados de la época y cuya explotación comenzó en 1559. Otras fuentes empleadas durante el siglo XVI se encontraron en los ríos Luyanó y La Chorrera, actual Almendares, que surtía a la población a través del pozo de la Madama, desde donde el líquido se trasladaba en toneles utilizando pequeñas embarcaciones o en tinajas y botijas a lomo de mulos y asnos.
De la necesidad de surtir agua a la villa surgió lo que se conoce como el Sistema de Acueductos Históricos de la Habana Colonial, Conjunto Patrimonial Hidráulico Urbano, declarado Monumento Nacional en enero de 2009. Formado por la Zanja Real desde finales del siglo XVI hasta la terminación del Acueducto de Fernando VII en 1835, y posteriormente, en la segunda mitad del siglo XIX, por el Acueducto de Albear, el mismo narra la historia de la ampliación de la ciudad.
La autorización para la construcción de la Zanja Real fue otorgada por el rey en 1544, pero debido a la falta de fondos se dilató el comienzo de las obras, por lo que en 1548 se acordó el impuesto denominado «sisa de la zanja» a los navíos que arribasen al puerto. No fue hasta 1566 que iniciaron los trabajos bajo la dirección del Maestro Mayor de la Fortaleza, Francisco de Calona. Las obras fueron concluidas hasta la bahía en 1575, pero la inestabilidad de las explanaciones inutilizaba algunos de sus tramos, así se decidió mantener la sisa hasta culminar correctamente el encargo. En 1589 el Ingeniero Consultor y Director de las Obras de la Zanja Real, don Juan Bautista Antonelli, se responsabilizó con la empresa.
Antonelli proyectó una represa en el río Almendares en El Husillo: una casa de compuertas desde la cual se regulaba el paso del agua y un canal de toma de la presa construido en sillería en la ribera derecha. Con una longitud total de 11,1 km, la Zanja Real abastecía la villa y sus alrededores por medio de un complejo sistema de canales, ramales e hilos de agua que a lo largo de su recorrido surtía a las fortalezas, conventos, cuarteles, hospitales, edificios públicos, así como los egidos y a los vecinos a través de las fuentes públicas, y a quienes podían pagarlos, por medio de las pajas de agua y los aljibes.
En 1592 La Habana recibió el título de ciudad, año en el que culminó la construcción del primer acueducto que conducía las aguas a una velocidad de 0,20 m/seg, vertiendo diariamente 70 000 m3. Por su dudosa calidad, debido a la contaminación de las crecidas de los ríos y el vertimiento de desechos, así como por su empleo como baño público y para los animales, se promovió el encañamiento y cobertura de los ramales. Durante 243 años en la urbe solo existió la Zanja Real que, ante su expansión, fue quedando obsoleta, hasta que en 1895, a raiz de la Guerra de Independencia, se rehabilitara.
Como resultado del acelerado crecimiento poblacional hacia 1831, por Decreto Real fue aprobada la edificación del Acueducto de Fernando VII, necesario para abastecer a los más de 100 000 habitantes de la villa. Partiendo de la presa del Husillo se previó el empleo de tuberías de hierro fundido de 42 cm de diámetro para la conducción del agua, la cual sería transportada a lo largo de 7,5 km desde el río Almendares hasta la Puerta de Tierra. Este acueducto, inaugurado en 1835, tenía como objetivo mejorar las condiciones higiénicas, pero debido a errores de cálculos para lograr la conducción por gravedad hasta las casas y edificios públicos, resultó ser un fracaso. No obstante, fue el antecedente de la mayor obra de ingeniería hidráulica colonial de Cuba, el Acueducto de Albear, considerado una de las 7 Maravillas de la Ingeniería Civil Cubana.
Tres siglos después de la culminación de la Zanja Real, se puso en funcionamiento el tercer acueducto de la villa. Este proyecto recibió medalla de oro en la Exposición Universal de París de 1878, pues conjugaba en su genial diseño los más avanzados elementos tecnológicos, ecológicos, estéticos y económicos con los fundamentos sanitarios, éticos y legales de la época. Con la garantía del abastecimiento de agua sana y la seguridad de su funcionamiento por el efecto de la gravedad y un sistema de desinfección por cloración, el Acueducto de Albear fue la construcción de su tipo más avanzada de su tiempo, que sobresalía por la belleza y utilidad de todos sus componentes.
Entre sus principales elementos, el de Albear posee un muro-presa y estanque de recolección de los manantiales de Vento, conjunto que se conoce como la Taza de Vento, que a su vez cuenta con un canal de derivación y un tunel bajo el río Almendares con dos torres y sifones. Otra de sus estructuras significativas es el canal de conducción del agua entre Vento y Palatino, que incluye 24 torres cilíndricas para el registro e inspección, además para la adecuada circulación del aire en el canal, a lo cual se suman otras cinco torres cuadradas de compuertas de desagüe e inspección. Impresionantemente bellos resultan los tanques de Palatino que constituyen espejos de agua capaces de almacenar el líquido necesario para el consumo de la ciudad en un día, adornados con surtidores decorativos. Con una altura de 34 m.s.n.m, a partir de estos depósitos se distribuía el agua a traves de una compleja red de conductoras subterráneas, hasta los lindes de la bahía, impulsada por la fuerza de gravedad.
A 125 años de su puesta en marcha, el Acueducto de Albear suministra agua diariamente al 15 % de la población de la capital, fundamentalmente de los municipios de la Habana Vieja, Centro Habana y sus zonas aledañas. Declarado Monumento Nacional el 11 de enero de 2009, continúa bombeando, cual corazón puro de la ciudad, el líquido vital a través del complejo entramado de arterias invisibles que yacen, desde hace más de un siglo, bajo las calles de La Habana, y hoy forma parte de esta ciudad real y maravillosa a la cual don Francisco de Albear regaló el milagro de las aguas.