Laberinto de regiones y gentes, antes llamado Provincia Gigante de las Indias, que fue en su tiempo la ruta principal de los españoles para la exploración y conquista de otras zonas del continente. Abundan los ríos y toda su geografía es de vastas dimensiones, con valles inmensos, tupidos bosques y agresivos y empinados cerros, que siguen siendo los mismos escenarios vistos por los primeros adelantados.

Como quiera que Paraguay tiene 406 752 kilómetros cuadrados y una población que apenas sobrepasa los seis millones de habitantes, con gran concentración en Asunción –su capital– y otras pocas ciudades, sigue pareciendo un país a la espera del tiempo, por descubrir. Por eso cada vez más ha escalado posición entre los mejores destinos del hemisferio occidental para el turismo de naturaleza y aventura, sin desdeñar otros muchos tópicos y atractivos que también valen la pena disfrutar, vivir y sentir. La extraordinaria riqueza y variedad de la geografía paraguaya se descubre incluso en las avenidas y calles arboladas de sus asentamientos urbanos, siempre con jardines, amplias y floridas; pero es verdaderamente explosiva en campo abierto, zonas más aisladas y reservas que resultan un rico compendio de flora y fauna salvajes de Suramérica. Asociados a los complejos hidroeléctricos binacionales de Itaipú y Yacyretá, se han establecido especiales sistemas de protección ambiental que hoy constituyen opciones de paseo para los visitantes como el Refugio Biológico de Tatí Tupi, las Reservas Biológicas Itabó y Limoy, el Refugio Faunístico Atinguy y el de Vida Silvestre Yabebyry, con accesos hasta sus inmediaciones y senderos abiertos para la realización de caminatas guiadas que permiten observar plantas y animales en sus inalterados y milenarios hábitat. Sitios como Mbaracayú, Cerro Corá, Defensores del Chaco e Ybyturuzú son imprescindibles en este apartado y asimismo el Pantanal, región limítrofe con Brasil, cuya capital Fuerte Olimpo, es una inmejorable base de operaciones para moverse por los alrededores, pues se trata de una bonita ciudad histórica de interesante patrimonio arquitectónico con excelentes hoteles y buena gastronomía, que por su ubicación resulta especialmente ventajosa en tanto permite acceder a los más impresionantes parajes naturales del norte de Paraguay irrigados por el inmenso río de igual nombre sin necesidad de extenuantes desplazamientos y con las garantías de una confortable retaguardia. La geografía diversa y desafiante y la red hidrográfica que es parte vital del llamado Acuífero Guaraní –una de las más importantes reservas de agua dulce del planeta–, son la base para el desarrollo de atractivas opciones de turismo de aventura y deportes con cada vez más adeptos. Una de larga tradición es la pesca deportiva en los ríos Paraguay, Paraná y Tebicuary, y asimismo el rappeling, el rafting, las cabalgatas y la espeleología, con lugares ya indeclinables en las ofertas de agentes de viajes y turoperadores que trabajan con este país, como el río Tagatiyá, el bosque Mbaracayú, la sierra de Ybytyruzú y las cavernas de Vallemí. Son posibilidades a la mano en cualquiera de los departamentos paraguayos –Alto Paraguay, Alto Paraná, Amambay, Boquerón, Caaguazú, Caazapá, Canindeyú, Central, Concepción, Guairá, Itapúa, Cordillera, Misiones, Ñeembucú, Paraguari, Presidente Hayes y San Pedro–, junto a la experiencia afín que suponen el llamado turismo rural y vivencial, cuya esencia o singularidad consiste en pasar unos días en estancias y granjas paraguayas, compartiendo la cotidianidad de sus propietarios, las labores de campo, sus comidas, rodeos y festejos. Este es el Paraguay profundo y enigmático que cualquiera debe proponerse conocer como una aventura a través de un calidoscopio de regiones, comarcas y paisajes difícil de igualar, de pueblo laborioso y noble; un país que muchos imaginan pequeño, sin saber que encierra entre sus fronteras una historia tan larga y una geografía tan diversa y extensa, como podrían ser las de todo un continente.

Asunción, la capital Con poco más de medio millón de habitantes, Asunción es una ciudad atrapada entre la inmensidad de la naturaleza que la rodea al este y el río Paraguay, lo que parece haber pautado también sus ambientes, sus espacios, que exhiben una hermosa vegetación, con árboles diversos y especies de mucha variedad, deliberadamente elegidas y plantadas para que luzcan sus flores en todas las estaciones del año. A falta de mar, los vecinos acuden a refrescarse al río en los días cálidos del verano austral, y sus hoteles y una buena parte de establecimientos recreativos disponen de piscinas de gran calidad y tamaño. No es una ciudad alta, de gran cantidad de edificios, sino más bien extensa, y por ello con múltiples apariencias, diferentes barrios con sus propias características y una eficiente infraestructura de hoteles y servicios, esenciales para la operación turística. Igual que ocurre en buena parte de las ciudades latinoamericanas, el casco fundacional y los ejes sobre los que evolucionó Asunción, acaparan la mayoría de sus atractivos estrellas, como entre otros el Museo Nacional de Bellas Artes, la Iglesia de la Santísima Trinidad, la Catedral, el Palacio de Gobierno y la Estación Central del Ferrocarril Carlos Antonio López, durante mucho tiempo el medio de transporte fundamental en el país. Es, además, donde se concentran ciertos rinconcillos especiales como restaurantes y cafés, teatros, galerías y salas de fiesta con espectáculos y buena música. Un mercado de artesanías bastante activo funciona cerca del Centro Cultural de la República como un gran escaparate de las más auténticas manifestaciones artísticas de los paraguayos, con artículos en cuero, ñandutí, cuerno de vaca, orfebrería en oro y plata a modo de filigranas, que recrean bordados y los combinan con piedras semipreciosas al estilo de la joyería colonial, cerámicas y mucho más. Siendo una ciudad con tan caudaloso y largo río, uno de los grandes paseos que ofrece Asunción es el crucero Paraguay, barco de época con amplios salones, restaurantes, bares, confortables camarotes y ruedas de paletas laterales como propulsión –estilo Mississippi–, que sigue el curso fluvial de igual nombre al norte o al sur en días alternos, haciendo paradas en sitios espectaculares. Ruta Jesuítica Aunque las misiones jesuíticas del cono sur americano se extendieron hasta el nordeste de Argentina, el sur de Brasil y Uruguay, las más famosas se establecieron en la antigua Provincia de Paraguay o Guaranítica, donde se fundó una treintena de estos asentamientos, tipo pueblos o reducciones, que contaban con iglesia, plaza, la Casa de los Regidores, el Cabildo, los talleres, el almacén o tambo y las viviendas de los indios, a quienes los misioneros les asignaban parcelas de tierra y les enseñaban a cultivarla y manejar el ganado. El crecimiento económico e influencia de las misiones despertó una enconada ojeriza entre los poderes de la época y generó sucesivos intentos de someterlas a la voluntad de las autoridades coloniales españolas hasta que, finalmente, la orden fue expulsada de las posesiones americanas por decreto real en 1767. Hoy constituyen un singular circuito de interés histórico y arqueológico que, de paso, tanto en el departamento de Misiones, como en el de Itapúa, tiene otros muchos ingredientes. Son las más famosas y, además, Patrimonio de la Humanidad, la Reducción Jesuítica de la Santísima Trinidad, en la que siguen en pie la gran iglesia mayor, el colegio, los talleres, las casas de los indios y el cementerio; y la de Jesús de Tavarangüe, respectivamente fundadas en 1706 y 1685. San Ignacio de Guazú, Santa Rosa de Lima, Santa María de Fé, San Cosme y San Damián y Santiago, completan lo mejor de este episodio de la historia diocesana paraguaya, donde además de admirar centenarios edificios que son joyas del barroco americano, abren museos que exhiben antiguas reliquias, desde estatuas y tallas hasta joyas de oro y piedras finas, así como pliegos de algunas ediciones príncipes salidas de la imprenta que los padres fundaron con carácter itinerante en 1705 y que proveyó entonces de numerosos libros, partituras, calendarios, tablas astronómicas y santorales. Todo esto se encuentra hacia el sur de la ciudad de Caazapa, a unos 200 kilómetros de Asunción, y hay que decir que este paseo puede ser de interés para cualquiera, independientemente de aprehensiones religiosas o arqueológicas, pues se trata de una hermosa región de pueblos tradicionales y t‑ípicos en medio de una naturaleza exuberante.