Crucero por el Mediterráneo
Italia
Desde la terraza de nuestro camarote vemos aparecer Venecia como en un agradable sueño; se suceden los palacios, las mansiones, los canales...
Nuestro primer destino es una de las ciudades más bellas de Italia, Venecia. Llegamos alrededor de las nueve de la noche, el traslado al hotel comienza con un pequeño viaje en barca por la ciudad de los canales. Los hoteles del crucero se encuentran todos en el centro de Venecia, por lo que tienes toda la mañana para recorrerla. Sobre las dos de la tarde el personal del crucero viene a recogerte y te lleva hasta el impresionante barco, con una capacidad para tres mil personas entre pasaje y tripulación.
Bari Hacemos nuestra primera parada en la ciudad de Bari, situada al sur de Italia y fronteriza con Albania. Esta pintoresca ciudad tiene una parte amurallada cruzada por un laberinto de pequeñas callejuelas llenas de vida. Las casas están construídas dentro de cuevas y a cada paso te encuentras imágenes religiosas. Es una ciudad donde la vida se desarrolla en la calle.
Antes de llegar al siguiente destino, disfrutamos de una tarde en la cubierta del barco, con sus dos piscinas de agua salada e innumerables hamacas para contemplar la romántica puesta de sol desde alta mar.
Katakolon Al día siguiente llegamos a la ciudad griega de Katakolon donde se encuentra Olimpia, santuario de la antigua Grecia y cuna de los juegos olímpicos. Desde el punto de vista artístico, lo más interesante del santuario son los templos de Hera, Zeus y Deméter. De los tres, el más importante es el de Zeus, de estilo dórico y en cuyo interior, en la parte central, se colocó la famosa estatua de Zeus. La magnificencia del templo está realzada en el exterior con grandes losas de mármol y una rica decoración escultórica en frontones y metopas.
La visita a Olimpia, que dura aproximadamente 3 horas, la puedes hacer por tu cuenta, ya que en el puerto te encuentras taxistas que te llevan a Olimpia, o a través de las excursiones programadas por el crucero.
Turquía
Kusadasi El tercer día cambiamos de cultura. Nos encontramos en Turquía, en la ciudad de Kusadasi. Antes de adentrarnos en sus calles y disfrutar de los puestos callejeros, nos acercamos a Efeso, que conquistada por Alejandro Magno, pasó a los romanos, con quienes se convirtió en capital de la provincia de Asia Menor. En el siglo I, esta ciudad fue marco privilegiado de la predicación de San Pablo y uno de los primeros y principales núcleos cristianos. Con el tiempo, sobre todo tras la invasión de los otomanos, fue perdiendo importancia. Las excavaciones practicadas han puesto al descubierto los restos del teatro, el estadio, las termas y, sobre todo, del Artemision, templo dedicado a la diosa Artemisa, considerado por los antiguos como una de las Siete Maravillas del Mundo.
Por la noche, navegamos atravesando el estrecho de Dardanelos, que comunica el Egeo y el mar de Mármara y separa Asia de Europa. Es el momento de darse un paseo por cubierta, disfrutando de la vista y de la brisa del mar. Ésta es una noche especial en el crucero, es la cena de gala y el brindis con el capitán.
Estambul A la mañana siguiente despertamos anclados en la bahía de Estambul, antigua Bizancio y Constantinopla. Bajamos del barco y, como en otras ocasiones sin ningún trastorno en pasar aduanas, nos adentramos en esta preciosa ciudad. El taxi nos deja en el Palacio de Topkapi, residencia de los sultanes, conjunto de edificios donde cabe destacar los aposentos de las concubinas y los salones de las joyas. Un dato a tener en cuenta es que la entrada al Palacio sólo se puede comprar en moneda turca y que, mientras que el Palacio abre sus puertas a la nueve de la mañana, la oficina de cambio abre sus puertas a las diez. Del palacio bajamos andando hacia la Mezquita de Santa Sofía y la Mezquita Azul, donde, para entrar, debemos quitarnos los zapatos y cubrir nuestras piernas y cabeza con pañuelos que nos proporcionan a la entrada. Continuamos nuestra visita a la ciudad y nos adentramos en el Gran Bazar. Los colores, los olores, las voces te inundan, hay miles de tiendas, de joyas, de telas, de objetos antiguos. Sin darte cuenta te pierdes entre sus calles que parecen no tener fin. Al salir de allí decidimos llegar andando al barco y atravesamos la ciudad llena de gente y de ruido; una visión impresionante, ante la que no podemos por más que disfrutar de tan palpitante ciudad.
Nos adentramos en el Gran Bazar. Los colores, los olores, te inundan, hay miles de tiendas, de joyas, de telas, de objetos antiguos. Sin darte cuenta te pierdes entre sus calles.
Grecia Nuestra última escala es en la capital de Grecia, Atenas. Atracamos en el puerto del Pireo, donde el tráfico es el de una gran ciudad en hora punta. Tenemos las horas justas para acercarnos a la Acrópolis y disfrutar del Partenón, el templo más representativo del arte clásico griego. La acrópolis de Atenas adquiere su gran esplendor con Pericles, momento en el que se construye el Partenón, los Propileos, el Erecteo y el templo jónico de la Victoria Áptera. Convertidos en polvorín por los turcos, los Propileos estallaron a causa de un incendio en 1640. Reconstruida en el siglo pasado, la Acrópolis ateniense fue incluida por la UNESCO en el patrimonio mundial en 1987. Después de visitar la Acrópolis, todo lo que nos pueda mostrar Atenas queda minimizado: paseos por la ciudad, compras por la famosa plaza de Plaka y nueve vistas a uno de los puertos más antiguos del Mediterráneo, “El Pireo”.
El crucero está llegando a su fin, nos disponemos a disfrutar al máximo nuestra última noche a bordo, con el consuelo de que, al amanecer, nos espera una gran ciudad, la hermosa Venecia. Contemplar desde la terraza de nuestro camarote la ciudad de Venecia es algo indescriptible. Aparece frente a ti como un agradable sueño, se suceden los palacios, las mansiones, los canales. Los campanarios de las iglesias son tantos que no los puedes ver todos... y a lo lejos la majestuosidad de la plaza de San Marcos con sus dos columnas, las góndolas que no paran de moverse, quién sabe si a modo de saludo o siguiendo el canto alegre de sus gondoleros. Sin duda, llegar nuevamente a Venecia es el mejor regalo para poder llevar con alegría el fin de este maravilloso viaje.
La acrópolis de Atenas adquiere su gran esplendor con Pericles, momento en que se construye el Partenón, el templo más representativo de la cultura clásica griega.
Vida a Bordo
El Barco: cafés, restaurantes, teatro, casino; todas las comodidades a bordo
Cuando entras en el barco, lo primero que ves son tres ascensores de cristal que llevan a los diez puentes de los que está dotado. Nos dirigimos cada uno a nuestro camarote, de los que existen varios tipos; el nuestro es un camarote exterior, y consta de baño, sofá cama, cama de matrimonio y un balcón sobre el mar que permite una visión de la naturaleza inusual y fascinante. Una vez en el mismo, aparece tu camarero personal quien te explica el uso de la tarjeta del barco. Esta tarjeta es personal e intransferible, y sirve como documento de identidad dentro del barco, así como de visa para cualquier consumo que realices a lo largo de los siete días que dura el crucero. Dedicado a Fellini y a la Dolce Vita, éste es un nuevo concepto de barco que alegra la vista y está lleno de sorpresas. En el interior nos encontramos con espectaculares salones, distintos unos de otros en ambiente y decoración, desde el Madame Butterfly a la reproducción del Café Florian de Venecia, desde el Casino hasta el Restaurante Tiziano, decorado al estilo de principios del siglo XX. Además la nave cuenta con dos teatros, una discoteca, nueve bares, cuatro piscinas, un gimnasio, cuatro jacuzzis, centro médico, biblioteca, capilla de rito católico, sala para niños... en definitiva, todo lo que puedas necesitar para pasarlo bien. La navegación suele ser por la noche para que podamos disfrutar de los diferentes e interesantes destinos del crucero a la luz del día.