Las artesanías constituyen un factor de desarrollo tanto socioeconómico como cultural. Trinidad conserva una importante tradición textil heredada y preservada por sus habitantes que unida al crecimiento del mercado turístico ha estimulado fuertemente la productividad y creatividad de las artesanas, mayoritariamente mujeres, quienes han encontrado en el producto artesanal una fuente de ingresos y de mejoramiento de sus condiciones de vida. Las técnicas artesanales tradicionales constituyen uno de los ámbitos más representativos donde se manifiesta el patrimonio cultural inmaterial de la legendaria villa trinitaria.

Existen referencias muy antiguas sobre la realización de las labores manuales en la decoración de la lencería y bordados, inicialmente como un medio para el entretenimiento de las mujeres  de las clases más poderosas económicamente y luego con la crisis que atravesó la ciudad, como medio de sustento de numerosas familias al comenzar la comercialización de las producciones que se realizaban. 

Una trinitaria, María Lema Insúa, obtuvo medalla de  oro en la Exposición Universal de París en 1867 con un pañuelo deshilado y bordado, exquisita pieza donde además de sus motivos textiles se podía leer su nombre y la fecha. Trinidad fue cuna de las más bellas labores realizadas en lienzo, filigrana de la aguja, aunque son los deshilados y las randas los puntos textiles que más llaman la atención en estas artes. En la ciudad aún se conserva una lexicografía local utilizada por las bordadoras desde tiempos remotos para reconocer los bordados hechos sobre el tejido: “la barahúnda“, “la semillita de melón “, “el farolito”,  y la propia “randa trinitaria”.

Producto de la crisis económica del siglo XIX este arte dejó de ser un producto íntimo para convertirse en un medio de subsistencia, siendo la lencería trinitaria altamente cotizada en el resto de la isla. En los últimos años, con el impulso económico dado por el turismo, y partiendo del precepto de que el sector de la artesanía desempeña un papel cada día más significativo,  en nuestra ciudad esta labor recobra su majestuosidad.

Por la necesidad de mantener la huella de una época pasada y el valor artístico  artesanal que posee, resulta prudente dedicar esfuerzos y recursos para la revitalización de esta labor manual. Es por ello que en el 2008 el Centro de Promoción Cultural de la Oficina del Conservador de Trinidad y el Valle de los Ingenios desarrolló, en colaboración con la UNESCO, un proyecto dirigido a minimizar sus riesgos de pérdida y estimular la continuidad y calidad de estas prácticas artesanales, procedentes de nuestros antepasados. 

El proyecto Agujas-Trinidad y el taller Entre Agujas, potenciaron una reorientación en los diseños de los productos confeccionados por los tejedores y bordadores de esta antiquísima villa. 

La clave ha estado en revelar las significaciones de ese patrimonio cultural que la comunidad posee, identifica y recrea en aras de perpetuar la memoria colectiva de una ciudad  a medio milenio de su fundación.

La ciudad amanece y vive en el llamativo entretejido cultural de sus más antiguas tradiciones. Las labores de la aguja en la legendaria villa trinitaria constituyen un enclave de identidad cultural.