La frase es de Constantino Ribalaigua, más conocido por Constante, quien le sirvió a Hemingway un daiquirí como los que tomaban otros a esa hora caliente, pero sin azúcar, con el mismo hielo picado y el doble de ron blanco. Dicen que el afamado escritor norteamericano había entrado un día cualquiera de 1934, solo buscando un sanitario; pero quienes conocieron de su búsqueda insaciable de lo audaz y lo sublime, dudan que fuera por azar que haya encontrado El Floridita, el lugar del cual solo la desgracia y la muerte lo puede haber separado.
Cuando iba de pesquería en su yate El Pilar, su chofer pasaba antes a recoger los litros del daiquirí que él seguiría disfrutando, hasta para cazar con torpedos los submarinos nazis entre las costas cubanas y la corriente de El Golfo. Allí se conserva su lugar de siempre, donde citaba a sus famosos amigos que venían de visita, en la esquina de la barra donde rumoran que, de una sola sentada, se tomó dieciséis copas de su coctel preferido.
La publicación extraordinaria de esta revista monográfica de Excelencias Turísticas, en ocasión de la entrega a La Habana del Título de Capital Iberoamericana de la Coctelería, busca conducir al amable lector por la apasionante historia de las barras y cocteles más famosos en esta urbe próxima a cumplir sus 500 años de vida.
Cuando en mi condición de embajador de la Academia Iberoamericana de Gastronomía, respaldé la firma en la Feria Internacional de Turismo de España (FITUR), -apenas unas horas después de la entrega del Premio Excelencias a Cuba como Destino Seguro-, lo hice con la absoluta convicción de que era un verdadero acto de justicia histórica el acuerdo entre Rafael Ansón, presidente también de nuestra academia española, y Manuel Marrero, ministro de turismo de Cuba; incluso con aquellos que fundaron en la capital de la Isla, y aún sostienen, la primera Asociación de Cantineros del mundo.
Los catedráticos y los bármanes de la Isla han acreditado el por qué el Daiquirí es cubano hasta la médula, y siguieron su rastro desde su nacimiento en las minas de hierro -¡Oh, Santiago!- el día en que se le acabó la ginebra al ingeniero norteamericano Jennings Cox, y por lo que su amigo y capitán del Ejército Libertador, el italiano Giacomo Pagliuchi, bautizara el trago con el nombre de las minas. La mezcla de ron, jugo de limón y azúcar llegó con ellos al bar del hotel Venus, en Santiago de Cuba, desde donde lo tomó el cantinero español Emilio González para popularizarlo en la barra del Hotel Plaza en la capital cubana, y darlo a conocer a su amigo Constante, el propietario del bar El Floridita.
Es inexacto que la Wikipedia quiera entregarle la paternidad del daiquirí al general Shafter, quien torpemente comandó a los scouts hasta la playa cubana del mismo nombre, anheló con saña el hundimiento de la escuadra española del Almirante Cervera en la bahía, y negó sin remordimientos la entrada de las tropas cubanas a la entonces capital de Oriente. No fue hasta 1909 que el almirante Lucius W. Johnson llevara la bebida que conoció en la Isla de Cuba, al Club del Ejército y de la Marina en la ciudad de Washington, Estados Unidos.
Por suerte para nosotros, Hemingway dejó testimonio escrito de que “mi Daiquirí en el Floridita, y mi mojito en La Bodeguita”, porque era su eterno itinerario del Hotel Ambos Mundos hasta el Parque Central, por entre los casi siete mil bares de entonces. Lejos estaba de imaginar quien entregara su medalla del Nobel de Literatura a la Virgen de la Caridad del Cobre que, con su andar por las calles de La Habana, nos ayudaría a crear una guía para la nueva ruta.
Tome esta revista monográfica, y nuestra Guía de la Ruta de la Coctelería, para caminar entre los bares más famosos, y los museos, restaurantes, y hoteles antológicos de La Habana. Pida los cocteles que hicieron la historia, certifique con un cuño, y hasta con un selfie que Ud. estuvo aquí, tocando la historia, con los bármanes que han ganado campeonatos mundiales y panamericanos de la IBA.
Es por ello que el Ministerio de Turismo de Cuba, la Academia Iberoamericana de Gastronomía, y el Grupo Excelencias, lo invitan a La Habana, Capital de Todos Los Cubanos, Ciudad Maravilla, Destino Seguro, y ahora Capital de la Coctelería Iberoamericana.
Y como que vista hace fe: ¡Ahí está la ruta, Papá Hemingway!