Desafío en la altura
Arriba, en la altura, la sensación que se siente es indescriptible. «Cada cual tiene sus propios motivos para hacer esto», afirma Jorge.
«Unos para desafiar el peligro, probarse a sí mismos, o mantenerse en forma practicando un deporte, que si se hace bien, no es más riesgoso que cualquier otro. Pero en fin, los motivos van por dentro. Aunque para mí, estar allá arriba es algo único».
Como Jorge, decenas de jóvenes en Cuba han comenzado a practicar un deporte que tiene miles de aficionados en todo el mundo, pero que hace apenas diez años no se conocía casi en la Isla.
«No es lo mismo escalar, aclara Alexei Suárez, quien coordina el Grupo para el Desarrollo de la Escalada en Cuba, que hacer excursionismo y subir montañas».
«Lo principal de la escalada es que se practica a mano, ya sea escalada en lugares naturales o urbana, en edificios, y las cuerdas son un complemento que garantiza la seguridad del deportista, para evitar accidentes».
Este deporte, complejo y difícil de asegurar, por los recursos que requiere, muchos de ellos muy caros, comenzó a practicarse en Cuba hace apenas diez años, pero en los últimos cinco es que ha tenido su mayor impulso.
De hecho, ya en la Mayor de las Antillas hay unas trescientas rutas abiertas, y plazas fuertes para los escaladores como Viñales, donde solo allí hay 12 sectores y unas 240 rutas equipadas.
«Abrir una ruta y equiparla significa ir poco a poco escalando a mano para colocar las chapas atornilladas a la superficie rocosa, que servirán despúes para colocar los ganchos y la cinta esprés, que permiten poner la cuerda, la cual da seguridad al escalador en caso de una caída, pues evita que este llegue al suelo», explica Jorge del Sol, estudiante de cuarto año de la Facultad de Historia de la Universidad de La Habana, quien ya ha tenido la oportunidad de escalar en otros países, como Francia, España, Suiza, y enfrentarse a paredes heladas.
«Aunque es relativamente joven, este es un deporte que atrae a muchos turistas, quienes vienen a Cuba para practicar la escalada y a la vez disfrutar su clima, conocer de su historia».
La mayoría incluso vienen entre noviembre y febrero, en la temporada alta de turismo, pues en verano les es muy difícil soportar los rigores de una pared en un clima tan fuerte como el cubano.
«Eso explica los intercambios y también parte del desarrollo de esta disciplina, gracias a la ayuda que recibimos de muchos amigos», explica Jorge del Sol.
En lugares como el Valle de Viñales, en Pinar del Río; Jaruco, en provincia La Habana; sitios como el conocido «boulder», en las márgenes del río Almendares, en plena capital, o el emblemático Morro de La Habana, cada vez es más frecuente encontrar a jóvenes practicar el escalaje o aprendiendo a hacerlo de la mano de los más experimentados.
¿Y el peligro?, les preguntó. «Hay sus riesgos, pero son mínimos si se aplican las medidas de seguridad correctas. Nunca hemos tenido un accidente. Ninguno de nosotros quiere morirse. al contrario, esta es una forma más de disfrutar la vida».