¿Qué es el ALBA?
La Alternativa Bolivariana para las Américas y la independencia económica de América Latina y el Caribe.
Una integración legítima quiere decir que los países articulan sus economías para sacarle mejor provecho a los recursos naturales, humanos y materiales y ampliar el mercado en función del desarrollo humano. Precisamente aquí reside lo nuevo que aporta la Alternativa Bolivariana para las Américas y el Caribe (ALBA): la búsqueda de «ventajas cooperativas o compartidas», para combatir la pobreza.
Las «ventajas compartidas» es luchar por la creación de condiciones sociales para la reproducción material y espiritual de la vida humana; la política social de esta forma de integración significa que los países se integran para compartir las ventajas que resultan de un territorio, naturaleza e historia común, y de economías homogéneas y magnitudes de población similares.
Y es que el avance hacia la integración tipo ALBA sólo puede ser posible con el fortalecimiento de un mercado incluyente, complementado con el esfuerzo solidario de los Estados nacionales participantes.
No se puede desestimar al Estado orientador y gestor del desarrollo, que planifique y emita políticas económicas en función de ese desarrollo y que ejerza un liderazgo en la comunidad para defender el ecosistema y consolidar la participación democrática de la sociedad civil.
En la propuesta del presidente Hugo Chávez del ALBA, ese mercado incluyente significa, para empezar, crear un gigante petrolero latinoamericano: PETROAMÉRICA, pues PETROCARIBE es apenas una pequeña muestra de lo que esa estrategia puede representar. También incluye crear un Banco Intrarregional que facilite la independencia financiera de la región.
Mientras que la creación de TELESUR hará cada vez más posible que nos conozcamos y respetemos aquellos que debimos estar siempre unidos en América Latina y el Caribe como quisieron nuestros próceres, especialmente, Simón Bolívar y José Martí.
La independencia económica de América Latina y el Caribe es un objetivo estratégico muy difícil de alcanzar, pues exige tener presente todas las brechas abiertas que condicionan el desarrollo desigual de las economías en nuestra región. Las relaciones económicas internacionales tienen una larga historia y son complejas.
El término «interdependencia» encubre con frecuencia las relaciones de dependencia económica, tecnológica y política que caracterizan los mecanismos de dominación imperialista vigentes en el mundo actual. Precisamente, la integración para el desarrollo que caracteriza el ALBA es el camino para alcanzar la independencia económica.
América Latina es rica en materias primas, agua, petróleo, diversidad biológica; por más que oigamos repetir hasta el cansancio que en la «nueva economía» las materias primas que brinda el Tercer Mundo pierden su importancia.
Algunos recursos arriesgan su extinción, no solamente por el cáncer exponencial provocado por el derroche del consumo occidental, sino también por el desarrollo de la nueva industrialización de las periferias.
América Latina no es la primera región petrolera del mundo, pero produce alrededor del 15 por ciento del crudo mundial y posee el 11 por ciento de las reservas. De América Latina procede ahora el 37 por ciento de las importaciones petroleras de Estados Unidos debido a que los suministros latinoamericanos son más seguros y cercanos, en contraste con el Medio Oriente donde la situación se hace cada vez más convulsa y volátil.
Para el gobierno de Bush el petróleo latinoamericano es estratégico teniendo en cuenta el agotamiento de las reservas petroleras que en territorio estadounidense no alcanzan más de diez años.
América Latina es la región de mayor riqueza del mundo en términos de biodiversidad puesto que posee un 40 por ciento de las especies animales y vegetales.
Esto es irresistible para las transnacionales farmacéuticas y de la biotecnología que quieren privatizar y convertir en su monopolio esa riqueza en biodiversidad y los conocimientos tradicionales acumulados por nuestros pueblos.
América Latina posee la tercera parte del potencial mundial de agua utilizable, en tanto que el agua, ese insustituible soporte vital, se hace más escasa y se vuelven más sombrías las proyecciones de futuro en un mundo donde las élites desarrolladas derrochan el agua mientras que para los pobres es escasa y de mala calidad.
Por tanto, la interrogante consiste en explicar la falta de independencia económica de América Latina a pesar de contar con recursos tan importantes y decisivos para su desarrollo. En general, se ha despojado a los Estados nacionales de nuestra región de los recursos e instrumentos fundamentales para el desarrollo de cada país, sometiéndolos a un trato desigual, donde América Latina entrega sus riquezas y, mediante el mecanismo de exigir constantes y crecientes pagos de enormes sumas de dinero por concepto de deuda, los
Estados poderosos logran obtener ingresos fabulosos que son empleados para acentuar el grado de explotación y saqueo de los recursos de nuestros países pobres. Bajo el pretexto de proteger y ampliar la libertad de comercio, los Estados poderosos imponen a los Estados nacionales de nuestra región la desregulación de sus economías, no intervenir en la protección ambiental, social, en la regulación del movimiento de los capitales, de hecho, se otorgan plenos poderes a las transnacionales para actuar libremente.
Además, se dispone así para mantener el monopolio sobre el petróleo, la biodiversidad y el agua de la región, mediante el control de los Estados nacionales y sus políticas económicas, así como las patentes relacionadas con los recursos fitogenéticos y las patentes de punta.
De igual forma, se pretende destruir el papel del Estado sobre la enseñanza, la investigación y el desarrollo, con el objetivo de mantener el dominio absoluto en estas esferas y poder subordinar al recurso más valioso: el recurso humano.
Se necesitan líneas de acción concretas bien articuladas para llevar adelante nuestras legítimas demandas, que garanticen la soberanía alimentaria de nuestros pueblos y de nuestra biodiversidad, con una agricultura sostenible y una cultura de consumo acorde con nuestras identidades y necesidades racionales, la lucha por el respeto a los derechos humanos más legítimos, de identidad cultural, de igualdad social para la mujer, de acceso al desarrollo, la educación, el empleo, la salud, la vivienda, en general, una vida digna, a nuestros niños y niñas, jóvenes, obreros y campesinos, indígenas, intelectuales, pueblo en general.
La Alternativa Bolivariana para las Américas y el Caribe puede darle un gran impulso a estas demandas; porque integra en una unidad muy dialéctica, las cuotas de poder de los trabajadores representadas en la sociedad civil diversa y en los propios Estados nacionales que se sumen al camino de la Integración para el Desarrollo.
La breve experiencia iniciada por Venezuela y Cuba con la firma de los acuerdos ALBA son alentadores e ilustran el significado de las ventajas compartidas. Y eso es apenas el comienzo.
La integración para el desarrollo que caracteriza al ALBA es el camino para alcanzar la independencia económica.