Sobre Alfredo Jaar (Chile, 1956) se han escrito más de treinta libros. Destacados pensadores del mundo han dedicado la brillantez de sus textos al artista chileno con mayor reconocimiento en la escena internacional, en- tre ellos, por ejemplo, Georges Didi-Huberman, Jacques Ranciére, David Lévi-Strauss, Gianni Vattimo y –desde Chile– principalmente, Adriana Valdés. Uno de los últimos aportes de esta destacada crítica de arte y literatura está en el catálogo de la gran exposición que lo trajo de vuelta al país natal, de donde emigró en 1981 a Nueva York. Jaar. SCL 2006 está a la altura del esfuerzo de producción homónimo que en Fundación Telefónica reunió trabajos de diversas etapas. En casi trescientas páginas, hay un acercamiento a su obra con fotografías de 1979 a la fecha, y las voces de teóricos locales nuevos, en apuesta de la propia académica: Ana María Risco, Rodrigo Zúñiga, Sandra Accatino, Bruno Cuneo y Pablo Chiuminatto.

Singular y lúcido aporte es, sin duda, cada ejemplar de esta bibliografía al conocimiento, la difusión y la reflexión de una obra clave, eminentemente contem- poránea al asumir diversos formatos y espacios en un cruce de ética y estética, donde pueden ser temas la fotografía, la problemática de la imagen y la representación, la crítica al poder y los órdenes geopolíticos actuales. Sin embargo, ¿logra alguna publicación captar al mismo tiempo la personalidad del artista, arquitecto y cineasta, rasgos de su propia historia y temas más bien íntimos como su paradojal relación con Chile, por ejemplo?

Elisa Cárdenas es autora de Alfredo Jaar. Gritos y susurros, el primer libro sobre el artista que –pese al cruce de registros y de asumirse con un estilo híbrido– se sitúa desde el periodismo, teniendo como eje una serie de entrevistas realizadas en 2005 por la periodista al artista en su estudio de Nueva York. Con un rango de especialización que permite ampliar el horizonte de información desde la crónica hacia la crítica y el fino análisis, prima en ciento cuarenta páginas una narración fluida que no evade a ratos el tono íntimo, nutrido de la voz del propio Jaar.

El libro “no se plantea como una biografía, sino fundamentalmente como un instrumento de difusión”, escribe la autora que cuenta con una trayectoria en el periodismo cultural chileno de unos quince años. De hecho, es pensado en un principio “como un producto periodístico-cultural que mostrara más abierta y democráticamente la obra de Jaar al público nacional”, con un valor agregado al enfocarse en su circulación local.

La escena de arte contemporáneo en Chile ha estado marcada por gran inquietud creativa, por un alto nivel de crítica y teorización; sin embargo, también, por carencias institucionales, una editorialidad elitista, y un periodismo cultural manejado primordialmente por criterios mercantiles y nociones de espectáculo. Los numerosos catálogos y libros publicados sobre obras y artistas nacionales tienen en su mayoría fines, si no académicos, narcisistas. No hay revistas especializadas de calidad ni publicaciones de arte chileno accesibles a públicos no iniciados, de modo que la única posibilidad de dato masivo es alguna nota esporádica en el trasnoche del noticiero, en las múltiples carteleras o en ciertos artículos informativos que deben sintonizar con los titulares de farándula. Frente a la desinformación, no hay crítica de arte que aborde los temas cruciales y menos que proponga una discusión pública.

En este contexto, la presencia de Jaar ha permanecido aislada en el acontecimiento de aquella retrospectiva de 2006, una de las exposiciones más visitadas en los últimos años, que marcó un hito para el artista en Chile luego de que por más de 20 años ninguna institución, ni menos voluntades privadas asumieran la necesidad de traerlo.

A tres años de la muestra, ¿qué sabe el público chileno sobre uno de los artistas más relevantes en la escena contemporánea internacional?

El libro debe su título a una de las obras de Jaar, a su vez inspirada en una película de Bergman, uno de sus directores favoritos. Gritos y susurros es extensible al espíritu que conduce su obra, “muchas veces adoptando un tono de denuncia y muchas veces combinando esos discursos críticos y políticamente determinantes con formatos y visualidades delicadas, sintéticas, casi susurrantes”, dice la periodista.

La publicación tiene imágenes aportadas por el propio Jaar, quien siempre se mantuvo vigilante durante su producción. En nueve capítulos, el orden no es cronológico sino temático, resaltan los aspectos fundamentales de su trabajo, según la propia autora: sus inicios en Nueva York, su forma de trabajo, la idea de intervención pública, la importancia de África en su poética, la fotografía y la problemática de la imagen, su retorno al cine con la obra “Muxima” (2005), sus incursiones en Net Art con instalaciones virtuales, su modo de resistencia cultural y la relación con Chile.

Elisa Cárdenas cita tanto al autor como textos teóricos u otras voces en entrevistas paralelas; recorre obras a través de fotografías y un relato propio que permite configurar de manera visual y analítica estos trabajos, muchos difíciles de entender a partir de una sola imagen al tratarse de experiencias que han involucrado distintas etapas, sitios urbanos e incluso la acción de los espectadores. El texto aborda al mismo tiempo momentos biográficos, desde la infancia hasta sus últimas visitas a Chile, recuerdos de sus primeros años como artista en el país que entonces estaba en dictadura, su aislamiento dentro de la naciente neovanguardia, su ingreso a la escena neoyorkina y de ahí al circuito internacional. Perfila al melómano y fanático lector, a un amante del cine y la poesía que mantiene un trabajo colaborativo con grandes intelectuales, especialmente de la periferia; perfila su situación en el mundo, su condición de artista globalizado, en permanente viaje, requerido por instituciones, museos y universidades; y nos lleva de pronto a la atmósfera de rigor y sofisticación que hay en su espacioso taller de Chelsea.

Elisa Cárdenas resalta en varios signos la severa metodología del artista; los nuevos conceptos de arte que plantea su obra; la crítica permanente a los sistemas de arte, de mercado y sociopolíticos; la relación que entabla con la realidad, apuntando a las paradojas de un planeta sobrepoblado de imágenes y de información, al rol de los intelectuales y de los artistas en este contexto, para notar repetidas veces aquel sesgo de una producción que se sitúa en las fisuras del orden contemporáneo revelando aquello que no vemos de tanto ver. Resalta el compromiso, la poesía, la belleza, la relación con la imagen. El libro nos acerca incluso a esa realidad que los medios de comunicación omiten o adornan y que Jaar investiga, sin evadir la crítica de algunos detractores que consideran su obra una “suerte de estilización del sufrimiento humano”. Para el artista, se trata de asumir el gesto revolucionario de Marcel Duchamp, quien “abrió un camino del pensamiento, de la percepción, de las ideas para respaldar el arte y ya no solamente la visualidad”. Señala la autora: “La belleza, en efecto, asoma muy a menudo, y con ella la reflexión de un cierto misterio, un haz luminoso aún en medio de la miseria… El testimonio visual entra al territorio del arte y desde allí es enunciado”.

Alfredo Jaar. Gritos y susurros es un aporte al periodismo cultural, insiste la autora: “Un género que tiene muy poco espacio en los medios nacionales, pese a que muchos de nuestros grandes escritores desarrollaron esta área en diferentes periódicos y revistas de su época”. Elisa Cárdenas ve en Jaar:

un artista complejo, con algunas obras de tendencia neoconceptual, pero que logra seducir y captar la atención del público común y corriente, además de tratar temas que inciden en la sociedad en su conjunto. Estas características vuelven relevante un acercamiento desde un periodismo cultural informado, con un lenguaje al alcance de todos.

El aporte se contextualiza ade- más en el movimiento de galerías de arte contemporáneo generado los últimos años en torno al centro de Santiago y, en forma paralela, al circuito que se formó en los 90 en barrio alto con criterios más bien tradicionales. De hecho, el libro fue presentado por Editorial Contrapunto dentro de Ch.ACO, la primera feria de arte contemporáneo chileno, que se realizó a comienzos de octubre de este año en esta ciudad. Jaar fue allí una apuesta de algunas salas que intentan fomentar el coleccionismo de las nuevas tendencias: por lo menos dos galerías –Florencia Loewenthal y Animal– tienen obras del artista, con lo cual queda demostrado no sólo el interés en traerlo, sino también en comercializarlo. Y esto es un gran cambio en la escena local donde solían ser apetecidos, entre los artistas nacionales de renombre internacional, Roberto Matta, Claudio Bravo y Guillermo Muñoz Vera, surrealista el primero e hiperrealistas los otros. La jugada fue aceptada por el público, y Jaar fue de los más consultados.

El libro constituye además un trabajo de autogestión que sintonizó con el interés de Contrapunto de fomentar publicaciones de arte local. Tanto la investigación como la producción fueron etapas financiadas a través de FONDART (Fondo para el Desarrollo de las Artes), que en su línea de investigación en artes visuales es –junto al Fondo del Libro– la única instancia de apoyo a publicaciones independientes. Mientras los dominios económicos y los conglomerados periodísticos no asuman la necesidad de informar y formar en esta área a un inquieto público, Alfredo Jaar. Gritos y susurros es un indicio de que algo se está removiendo para salir del sistema de desinformación al que estamos aquí sometidos y, sintonizando con la obra de Jaar, apunta a revelar aquello que los poderes no nos dejan ver.

Alfredo Jaar. Gritos y susurros: Elisa Cárdenas, Editorial Contrapunto, Santiago de Chile, 2009.