PARA VER EL ESPÍRITU
Ignoro si curar un libro –organizarlo, ser responsable de todas la imágenes, de todas las viñetas, de todos los textos lo mismo críticos que informativos– lo incapacite a uno para escribir una reseña sobre el mismo. Pregunto, porque eso estoy haciendo ahora y no me parece prudente atraer sobre este hermoso tomo un estrépito que no merece.
Como creo que el libro salió bien y tampoco me disgusta recordar todo lo que hicimos –siempre desde una ciudad del interior de Cuba– para reunir en un espacio editorial armonioso y lógico la visión útil de la obra de un creador que está vivo y no cesa de trabajar, me atreveré a hacerlo y que sea lo que sea acaba de salir de imprenta en Santiago de Querétaro, México: Lescay, espíritu en formas, que en 177 páginas hace un amplio recorrido por la obra del artista plástico cubano Alberto Lescay Merencio.
Como se conoce, la plástica de Lescay está comprometida con el descubrimiento (y la exposición) de la realidad espiritual del Ser Humano sumergida en su materialidad. Dicho así, parecería casi un cantinfleo de mi parte, pero no hallo otra manera de definir la relación entre Éste y El Otro lado de las personas, las cosas y los procesos históricos.
Es como si en la obra de este artista, la dialéctica histórico-político- cultural caribeña contuviera muchos más elementos de los que se suelen tener en cuenta, y el temple espiritual de todas y cada una de las individualidades humanas que han sido, son y serán, ocupara siempre el primer plano.
Hace unos años, el mismo que esto escribe creyó ver partir la obra de Lescay de tres momentos iniciales: magia, eros y vuelo, para extenderse luego por un camino que nadie mejor que el propio creador definió con la frase “Veo el espíritu y trato de mostrarlo”. De eso se trata, hacer visible. Digo visible: algo que puede señalarse con la mano, ser descrito, poseer color. Además de su temática centrada en la espiritualidad de la raíz conga en la cultura cubana, la obra de Alberto Lescay Merencio posee marcas estilísticas muy personales.
Concebido en cinco partes y dos anexos, el volumen reserva una sección a los textos críticos y cuatro más a las disciplinas artísticas en las que ha incursionado Lescay: “Concibo la escultura a partir del espacio total”: con imágenes en blanco y negro de todos sus monumentos y algunas de sus obras ambientales y de pequeño formato, así como sus coordenadas técnicas.
Quizá la escultura resuma mejor que cualquier otra manifestación lo que expresábamos en el párrafo anterior: desde los héroes de la Patria conmemorados hasta cuerpos que surgen reclamando su sitio en el espacio; “La terracota, la cerámica; lo más noble”: imágenes en colores y coordenadas técnicas. La mano trasmite al barro su impulso de vida, por ello quizá toda cerámica debiera considerarse sagrada; “Siempre dibujar, ya sea mentalmente o sobre un soporte cualquiera”: con imágenes en blanco y negro o colores de diversas técnicas y materiales utilizados por el artista.
En el dibujo, a mi modo de ver se manifiesta un Lescay diferente, hecho a las sutilezas de las tintas, el conocimiento de los soportes y, más que todo, con un total dominio de la línea; “Pintar es el divertimento más sufrido que conozco”: un viaje por su obra pictórica más significativa, construida a partir de amplios trazos, mezcla de técnicas, colores mayormente térreos y cálidos, libertad formal y compositiva y un estilo que, creo que para simplificar, suelen llamar “expresionismo abstracto”, pero lo mismo incluye objetos y personas reconocibles que espacios y movimientos que no vacilo en llamar misteriosos.
La sexta parte consta de una “Cronología ilustrada del artista” (1950-2007); las fotos en sepia y color que aparecen relacionadas después de la cronología, grafican momentos importantes en la vida de Lescay.
Y, por último, aparecen unas “Referencias sobre el Artista”, con bibliografías pasivas y activas; ilustraciones, fotografías y cubiertas con obras del autor, publicidad gráfica original, autores de palabras para catálogos, obras de, o sobre, Lescay en otros soportes.
No es justo cerrar la reseña sin reconocer las delicadas viñetas, realizadas por Lescay expresamente para el libro, así como la colaboración de fotógrafos, diseñadores e impresores donde se aúnan creatividad, saber técnico e imaginación.
Para terminar, creo que el arte cubano contemporáneo debe agradecer al Sr. José Oleszcovski Wasserteil, de México, el principalísimo papel que tuvo en la materialización de un libro tan hermoso y oportuno sobre un creador residente, no sólo en la isla de Cuba, sino en la oriental provincia de Santiago de Cuba: lograr un objeto editorial eficiente y atractivo lejos de la experiencia acumulada por las editoriales habaneras, podría señalar un interesante camino para el libro de arte cubano.
Antonio Desquirón Oliva (Cuba) Crítico de Arte desquiron@yahoo.com