Lo único que Martha Jiménez tiene claro en su vida es que está viviendo un tiempo. No el signado por el calendario, con números y fechas, sino el que ella dicta y controla cuando el trance creativo la posee.
En las afueras de un hotel de Nueva York el frío arrecia, pero Martha no deja de sonreír. La Gran Manzana ya conocía su arte en el Centro de Estudios de Arte Cubano, mas nunca antes se había enrolado por estos lares en un proyecto de semejantes dimensiones como el de la Galería Ágora, enclavada en el distrito de arte de Chelsea.
El Misterio como Musa es un proyecto que convoca por un año a catorce creadores de todo el mundo «cuyo quehacer transmite el significado de sentirse humanos. Desde los secretos del universo hasta las aguas inexploradas del subconsciente, la exhibición observa de cerca el alcance de la imaginación humana», refieren especialistas del Centro. Entre ellos figura Martha, elegida como la única cubana en la muestra por «sus alusiones abiertas a obras y estilos canónicos que a menudo combinan varias inspiraciones artísticas e históricas en una sola pieza, revelan cómo el arte ocupa un espacio relacional en el mundo moderno, en oposición a la forma en que se relacionaban las obras en épocas anteriores (…) La importancia de la obra de Jiménez reside en cómo recrea estos precedentes visuales, lo cual permite a su intuición contemporánea comentar sobre lo que de otro modo podría ser olvidado», añaden los expertos.
Tres lienzos y dos esculturas de la serie Anhelos conforman la propuesta de la cubana. «Se trata de una constante en mi trayectoria, porque nació del recuerdo de ver a Carmen, mi madre, sentada a la máquina de coser. Ella nunca fue costurera profesional, pero siempre estaba dándole al pedal».
Esculturas monumentales en Turquía, exhibiciones en espacios de renombre del universo artístico, reconocimientos nacionales y foráneos entretejen una trayectoria de más de veinte años de trabajo. Martha, en cambio, dice ser simplemente una mujer aventurera, desconocedora aún de cómo su obra conmociona a medio mundo.
«Debe ser ese lenguaje universal que dicen tiene el arte —intenta justificar—. Ver una máquina de coser, por ejemplo, es ver a mi madre. Creo que así le sucede a todos los que se acercan a mi obra. La máquina de coser, y otros personajes que recreo, como las chismosas, habitan en todas partes del mundo. Pareciera que la gente trae los recuerdos de su infancia, de su ciudad… cuando están delante de mi obra, y por eso un símbolo los transporta al pasado de cada uno. El mundo cambia, pero existen historias que no deben perderse».

¿Cómo reinventarse?
Puedes ser fiel a tu idea, pero si no buscas las innovaciones dentro de esa misma idea es difícil avanzar. La monotonía es lo peor para un artista, porque dejas de sorprender al público que espera por ti. Cambio es dinamismo, innovación, y para mí también es sentirme viva como persona y como creadora. Me gusta explorar siempre. Empecé a hacer las esculturas, después vinieron las monumentales en Turquía, pero más tarde me atreví con el grabado. Me encanta la acuarela… No sé, yo era loca, y me encaramaba en escaleras altísimas que no puedes ni imaginarte. El arte es más fuerte que yo.
 
¿Y si la obligan a decantarse por una sola manifestación?
La escultura y el modelado. Es algo que me inhibe, me transporta y no sé de mí. Ahora me hace un poco de daño el trabajo con los gases y los esmaltes, pero me fascina modelar. Yo no sigo patrones: modelo lo que sale de mi mente.

Vive y muere por Camagüey. Lo confiesa no porque la mítica Plaza del Carmen, en tierra agramontina, constituye esa suerte de escenario a cielo abierto donde yacen sus famosas Tres chismosas, ni porque a pocos pasos se erige el estudio donde a diario cientos de turistas llegan en su búsqueda, sino porque «cada persona debe tener un lugar al cual pertenecer en la vida, y el mío es Camagüey».
La perseverancia, revela, es el credo de su vida. «He sido una madre y abuela un tanto atípicas, pero lo he hecho, y he sido artista al mismo tiempo. Todo es posible si se tienen las ganas. En mi época de estudiante éramos dos hembras en un grupo de doce alumnos, porque no era muy común que las mujeres fueran artistas, pero era mi sueño y decidí luchar por él».

¿Cuál es la escultura de sus sueños?
Precisamente la que habita ahí, en mis sueños, la que todavía no tiene forma y yo voy moldeando con mis manos según me llega la inspiración.