Son tres denominaciones imposibles de separar, como la propia historia de esta industria, que no podría ser apartada jamás de la historia de Cuba El siglo XIX fue testigo de la aceptación en el mundo de nuestro Habano, denominación de origen que desde la última década del siglo XVIII ya era utilizada oficialmente para el tabaco de Vuelta Abajo. Cuando se habla de La Habana, se piensa en el Habano. Cuando se habla del Habano, se piensa en Cuba. La aceptación del Habano a nivel mundial como un regalo de los dioses desde Cuba es un hecho consumado.

Son tres denominaciones imposibles de separar, como la propia historia de esta industria, que no podría ser apartada jamás de la historia de Cuba

El siglo XIX fue testigo de la aceptación en el mundo de nuestro Habano, denominación de origen que desde la última década del siglo XVIII ya era utilizada oficialmente para el tabaco de Vuelta Abajo. Cuando se habla de La Habana, se piensa en el Habano. Cuando se habla del Habano, se piensa en Cuba. La aceptación del Habano a nivel mundial como un regalo de los dioses desde Cuba es un hecho consumado.

La industria del tabaco cubano ha incidido significativamente en el enriquecimiento de nuestra cultura, nuestra identidad. En esta maravillosa historia los envases, donde los grandes propietarios comercializaban sus producciones, fueron motivos para resaltar las costumbres sociales y culturas más populares. La marca o hierro de garantía fue una vía para enfrentar desde aquellos tiempos a los falsificadores.

Antes de la segunda mitad del siglo XIX, los tabacos para fumar se envasaban en grandes cajas de madera que contenían de cinco mil a diez mil piezas, dispuestas en atados o mazos de cien a cincuenta tabacos cada uno. La aparición de las pequeñas, hechas de finas maderas preciosas cubanas, preferentemente cedro, constituyó una evolución en las presentaciones del preciado producto.

Las cajetillas se adornaban con una etiqueta impresa, litografiada a una sola tinta, sobre papel de diferentes colores, donde se señalaba el nombre del fabricante y otros datos de interés.

La litografía es un arte que no podemos dejar de mencionar por su repercusión. Vistas, Bofetones, Tapaclavos o Contraseñas, Papeletas y Filetes, Sortija, Anillos o Anillas vinieron a embellecer como nunca antes las cajas de puros habanos. Con ellas, el grabado artístico se enriqueció notablemente. El arte de coleccionar estas piezas, conocido como Vitolfilia y Memorabilia, también constituyó una expresión de desarrollo cultural.

Al Habano lo han acompañado desde las décadas 40 y 50 del siglo XIX, diferentes objetos y utensilios destinados a los fumadores: cajas o vasijas para el polvo de tabaco o el rapé, tabaqueras, bolsas, braceros, ceniceros, boquillas, cortapuros, pipas y humidores, confeccionados en gran variedad de formas y material. Cigarreras, cañuteros o petacas de cuero, cartón, hoja de lata, madera, pasta o suela, charoladas o pintadas, marfil o nácar… toda una admirable artesanía vinculada a la actividad comercial. También la Tabaquera ocupaba un lugar preferencial en los utensilios del fumador.

Las Pipas, algunas muy sencillas como las encontradas en hallazgos arqueológicos, u otras más refinadas, han hecho de este objeto algo muy singular que ha llegado a caracterizar personajes como el conocido Sherlok Holmes.

En los palacetes de la nobleza criolla o europea, podíamos encontrar las conocidas Escupiteras y las Campechanas como parte de las piezas del salón relacionadas con el fumador.

Igualmente, al Tabaquero lo caracterizaba la elegancia en el vestir: camisas claras, guayaberas criollas, pantalones oscuros, zapatos de dos tonos, y en la mayoría de las ocasiones, su levita y su sombrero. Por otra parte estableció en su quehacer diario un lenguaje que enriqueció este importante aspecto de la cultura. En el léxico del Habano encontramos palabras tan intersantes como: capa, capote, cogollero, gavilla, despalillo, tripa, chinchalero, torcido, mancuerna, anillas, habilitar, acabado, escaparate, desbotonar, regalía y muchos otros. Su vocabulario también se ampliaba al escuchar en la fábrica la lectura de obras famosas, aspecto que lo distinguía del resto de los obreros.

Poesía, música, arquitectura, artesanía, orfebrería, plástica, litografía, vitolfilia, memorabilia, grabado, fotografía y literatura están presentes en el buen Habano, para deleite de aquellos que no han podido escapar a su mágico encanto.