Excmo. Sr. Pierre-Enmanuel De Bauro. Embajador de Bélgica
Cuando el Excmo. Sr. Pierre-Enmanuel De Bauro llegó a Cuba designado como embajador del Reino de Bélgica, el país caribeño le resultaba un sitio desconocido. Junto a su esposa y tres hijos decidió entonces compartir sus labores de diplomático con el deseo de descubrir esta tierra que lo acoge desde hace un año y medio. A pesar de tan corto tiempo, De Bauro confiesa que podría estar hablando horas y horas sobre la cultura cubana. En la oficina de la sede diplomática en La Habana, rodeados de la sobriedad y elegancia europeas, transcurrió esta conversación con alguien nada ajeno al encanto insular. Ante esta certeza vinieron las primeras interrogantes relacionadas con la vida del embajador en Cuba.
¿Después de varios meses residiendo en la isla, qué lo seduce de este país? «Venir a Cuba ha sido una experiencia muy positiva. He recorrido muchas partes del país y me ha gustado ver que es una nación con una gran variedad, con una riqueza muy fuerte en el pueblo. Es difícil elegir, me llaman la atención la naturaleza, las ciudades históricas y el patrimonio arquitectónico de La Habana, Trinidad y Cienfuegos. También me han fascinado las playas de la costa norte y he visitado la zona oriental, donde conocí la Sierra Maestra, la Gran Piedra y Santiago de Cuba. Sin duda, vivir aquí es agradable, hay mucha cultura que descubrir».
Si hablamos de cultura cubana me gustaría detenerme en uno de sus elementos más representativos. La revista Excelencias dedica este número a la Feria Internacional del Habano y a uno de los símbolos identitarios que trasciende las fronteras para llevar al mundo el aroma del país. ¿Cuál es su relación con el tabaco cubano? «Antes de venir a La Habana no era fumador de puros, pero estando aquí le he dedicado bastante tiempo. He estado en contacto con fábricas y torcedores, algo que me ha parecido muy interesante. En Bélgica los Habanos son muy populares, tenemos muchos fumadores que los prefieren, pues allí existen vínculos estrechos con la industria tabacalera cubana. En mi país está presente Habanos S.A. que se encarga de la distribución de este producto, importante no solo a nivel cultural, sino también a nivel comercial».
Muchos fumadores convierten la degustación del habano en un momento especial, asumen algunos rituales e, incluso, le otorgan a esta ocasión cierta intimidad. ¿Sigue usted algún ritual a la hora de fumar? ¿Por qué elige el tabaco cubano? «Para mí es el placer de disfrutar de algo muy bueno, conversando con amigos o solamente degustando el puro para descansar un poco. Me ayuda a pensar de una manera muy suave y a bajar el nivel de estrés. Creo que eso de pasar el tiempo y deleitarse con algo es una actitud de vida. Acompaño el habano con un trago de ron, que es lo natural aquí, pero lo más interesante es la cultura que está detrás de cada puro. No soy realmente un gran fumador, no tengo una marca específica, lo hago con mucho gusto, para disfrutar realmente».
Más allá de su preferencia por el tabaco cubano ¿qué otros elementos distintivos de la cultura le llaman la atención? «Fuera de esa práctica, se encuentra también todo lo que tiene que ver con el patrimonio arquitectónico. Hay aquí una diversidad y riqueza increíbles, únicas en el Caribe. Eso me interesa mucho a nivel personal, es un tema de la cooperación entre Cuba y Bélgica. Me fascinan, además, muchos pintores cubanos, grandes clásicos como Wifredo Lam, René Portocarrero, Amelia Peláez, y jóvenes como Kcho y tantos otros. También me agrada la escultura y la fotografía de varios artistas, continuadores de una fuerte tradición. La danza, el ballet y la música, por supuesto, son muy dinámicos en Cuba».
Puentes de amistad A la vez que De Bauro insiste en descubrir a Cuba a partir de sus rasgos culturales, su vida se nutre del deseo de lograr el entendimiento entre las personas. Con este empeño, llegó a las relaciones internacionales para consagrarse como un diplomático de carrera que ha prestado servicios en las embajadas de Bélgica en Colombia y Estados Unidos, en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Bruselas y la Casa Real de su país.
Ubicada en el centro del viejo continente, en Bélgica confluyen las culturas germánica y latina, condición que la abre al mundo en busca de contactos con el exterior. La nación europea destina cuantiosos recursos al comercio y a las inversiones extranjeras. Como parte de sus prioridades, la colaboración internacional se extiende a varias regiones, entre las que sobresale el país caribeño. A nivel de universidades, organizaciones no gubernamentales y programas de desarrollo de Naciones Unidas, la ayuda se inserta en sectores claves como la agricultura, biotecnología, gestión ambiental y patrimonio. A este último corresponden la construcción de viviendas destinadas a los habitantes del Centro Histórico de La Habana Vieja, los cursos de capacitación en la escuela taller Gaspar Melchor de Jovellanos y la presencia belga en el Museo del Chocolate, a donde acuden maestros chocolateros para revelar sus conocimientos.
Tales intercambios le han permitido a De Bauro acercarse a los cubanos, considerados por él como serios profesionales. Los vínculos de amistad otorgan un sabor especial a la colaboración que ocupa un lugar preponderante en la agenda del embajador. No se arrepiente de su elección como diplomático por eso confiesa sin reparo: «Me gusta todo lo que tiene que ver con el diálogo, hacer puentes entre la gente y países. Me atraen los vínculos entre los individuos, entre naciones y el carácter humano de las relaciones internacionales». Con ese espíritu asume De Bauro su labor en Cuba, la isla que descubre cada día desde su oficina, recorriendo sus paisajes naturales e históricos o robándole al tiempo el aroma de un Habano.