Arquitecto e ingeniero civil renombrado, Carlos Segrera Fernández inició una nueva era constructiva en Santiago de Cuba al impulsar el progreso urbanístico y arquitectónico en esa ciudad donde impuso su sello.
José María Heredia.
duardo Rivero

 Porque su cultura y sus expresiones artísticas parecen infinitas, Santiago de Cuba siempre invita a volver

Santiago de Cuba. El proceso de asentamiento de su fisonomía cultural logra momentos de esplendor con la fundación del Colegio Seminario San Basilio Magno (1722), la Real Sociedad Económica de Amigos del País (1787), y la aparición de la primera imprenta (1792) con Matías Alqueza, en la cual los villancicos de Esteban Salas hallan su reproducción.

Según el poeta e investigador León Estrada, el primer poema de tema y autor local publicado en el territorio corresponde al presbítero Miguel Joseph Serrano. Son octavas reales acerca del terremoto de 1766. Santiago de Cuba es ciudad telúrica. Sin embargo, su literatura alcanza la mayoría de edad con el poeta Manuel Justo de Rubalcava (1769-1805) y el erudito periodista Manuel María Pérez y Ramírez (1772-1852).

Rubalcava marca su orgullo hacia la tierra que le vio nacer desde la naturaleza, mas sería José María Heredia quien aceleró el proceso de gestación del espíritu cubano, al modo de decir de Leonardo Padura. El Himno del desterrado resulta una viva anticipación: Aunque viles traidores le sirvan,/ Del tirano es inútil la saña,/ Que no en vano entre Cuba y España/ Tiendo inmenso sus olas el mar.

Todavía habrá que agregar a la intocable elegíaca Luisa Pérez de Zambrana, y en el tránsito de dos centurias, al patriota Emilio Bacardí (1844-1922). Entregó sus inapreciables Crónicas de Santiago de Cuba, así como una narrativa histórico-ficcional sin abandonar jamás su labor política y social. Capital resulta su afán por salvar reliquias de la guerra de independencia y al arte cubano, con la creación en el estertor del siglo XIX del primer museo cubano.

El poeta santiaguero José Manuel Poveda aparece como figura descollante en los albores del XX, con su libro Versos precursores. Durante la República, Santiago de Cuba se ve animada por publicaciones y grupos literarios, así como por la fundación de la Universidad de Oriente (1947), que sobreviven en medio de no pocos esfuerzos.

En el último medio siglo, se crea la primera casa editorial fuera de la capital del país, Oriente (1971), y en período más reciente surgen otras como Caserón y Santiago. Una red de centros de enseñanza, instituciones y proyectos comunitarios incorporan la cultura a la vida cotidiana.

El ensayista José Antonio Portuondo, además de los poetas César López y Antón Arrufat reciben el Premio Nacional de Literatura. José Soler Puig, distinguido con similar lauro, regala un fresco de la lucha clandestina con la novela Bertillón 166, y Olga Portuondo Zúñiga, merece un Premio Nacional de Ciencias Sociales que reivindica la memoria local. Las poetas Teresa Melo y Lina de Feria se acreditan el premio Nicolás Guillén de poesía, y la narradora Aida Bahr el Alejo Carpentier; muestrario mínimo de las metáforas e historias de las letras de estos tiempos.

CINCO SIGLOS DE ESPÍRITU
La historia cultural salta de las letras a otras manifestaciones. Santiago de Cuba funda caminos pioneros en las artes plásticas. Cuando hablamos de Tadeo Chirino (1717-1791) nos referimos a uno de los primeros pintores cubanos con obra conocida, según apuntan las investigadoras Bárbara Argüelles y Rosaida Savigne.

Asimismo, en el Museo Arquidiocesano se atesora el Santo Ecce Homo, óleo sobre madera del pintor colombiano Francisco Antonio. La figura de Jesús atada a una columna tras haber sido flagelado. Pintado en Cartagena de Indias, llega a la Isla en 1610 y se le considera la obra pictórica más antigua de Cuba.

José Martí bautiza a José Joaquín Tejada como el pintor nuevo de Cuba. En el periódico Patria del 8 de diciembre de 1894, en Nueva York, escribe sobre su pieza La lista de lotería y remarca su aire fresco, su color natural. Su figura se une a Federico Martínez y Juan Emilio Hernández Giró en el ocaso de los 1800. Precisamente el nombre de Tejada es el escogido para la Academia de Artes Plásticas (1935), que ha formado a generaciones de artistas. Las luchas estudiantiles por su reconocimiento oficial forman parte del indomable espíritu oriental.

Bien como profesores, bien como alumnos, a ella se vinculan Antonio Ferrer Cabello, el retratista de los músicos de la Casa de la Trova; Miguel Ángel Botalín, José Julián Aguilera Vicente y José Loreto Horruitiner. Todos apresan a su manera el rostro urbano de la ciudad y sus sombras luminosas.

La fundación del Grupo Galería en el histórico 1953 y su revista homónima significan una revolución para la ciudad, que hizo saltar los cerrojos del decimonónico y abrirse a las tendencias contemporáneas del arte, incluida la danza o el teatro. A la luz del tiempo, podrá tomarse como uno de los antecedentes de la creación del Comité Provincial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), que ya suma tres décadas y media a la vanguardia de la creación.

Santiago de Cuba atesora el legado de René Valdés Cedeño, Luis Mariano Frómeta, Caridad Ramos y Mario Trenard, desde las formas volumétricas; y de Julia Valdés, Miguel Ángel Lobaina, Carlos René Aguilera, Suitberto Goire y Marta Mosquera, desde el grabado, la pintura y el diseño. También la vertiente naif de Ruperto Jay Matamoros, Lawrence Zúñiga y la vitalidad del grupo de creadores del municipio de Mella. 

Entre los símbolos más notables de la ciudad destaca la Plaza de la Revolución Antonio Maceo, inaugurada en 1991. En el conjunto monumentario los gigantescos machetes corresponden a Guarionex Ferrer; mientras que  la figura ecuestre del héroe de Baraguá, fue realizada por uno de los creadores más prolíficos: Alberto Lescay. La Fundación Caguayo que preside este último ha dejado en el país y el Caribe ejemplos paradigmáticos del arte monumental.

Mucho antes, Carlos Segrera (1880-1922) renueva el paisaje arquitectónico de la otrora capital de Oriente. Basta apreciar sus imponentes edificaciones: hoteles Imperial y Casa Granda, Club San Carlos, Museo Emilio Bacardí, Palacio de Gobierno Provincial, la Catedral remozada, entre otras.

La modernidad pasa por el audiovisual. Alrededor de 1930 se producen las primeras transmisiones regulares de la radio santiaguera. Poco después, llega La serpiente roja y su detective Chan Li Po, de Félix B. Caignet; que precede a la mítica radionovela El derecho de nacer (CMQ, 1948). Actualmente, el territorio posee un sistema integral (CMKC, casa matriz) y las voces de Navarro Coello, Guzmán Cabrales, Noel Pérez, Maricela Carbonell, Ramón Capote, Ado Sanz o Rebeca Hung, resuenan todavía entre su gente.

Uno de los capítulos más singulares de la cultura cubana es la creación en 1968 de Tele Rebelde, el primer canal televisivo después del triunfo de la Revolución Cubana. Las anécdotas al borde de lo increíble se aprietan: cámaras rudimentarias en busca de la noticia, los actores tocados por la gente para ver “si eran de verdad”, un cronista de lujo como Rolando González y su revista Guión 5, aventuras y novelas (El Zorro o Doña Guiomar) que se resisten a pasar.

Se nos quedan tantas cosas: montemos en la máquina del tiempo para asistir a una función del Cabildo Teatral Santiago y sus relaciones, a la puesta De cómo Santiago Apóstol puso los pies en la tierra, con Raúl Pomares, Rogelio Meneses y Dagoberto Gaínza, al frente. Disfrutar el eros caribeño –desbordado e intenso– de Teatro de la Danza del Caribe, con el inolvidable Eduardo Rivero y su clásico Súlkary. Ver los toques africanos y trajes versallescos de la Tumba Francesa La Caridad de Oriente, Patrimonio de la Humanidad. Vivir el Festival del Caribe, con la poesía de Jesús Cos Causse y el pensamiento infinito de Joel James; con la cultura popular y tradicional flameante, como bandera, en cada pecho santiaguero. Y, por supuesto, arrollar detrás de una corneta china. Mas, no hay tiempo…

Santiago de Cuba cumple medio milenio. Y es una ciudad que invita a volver, una ciudad que te mira a los ojos, que no puede beberse de una sola vez.