Perfumes únicos, personalizados, acorde con los gustos y preferencias de cada cliente.
Los pétalos macerados transfieren su fragancia, encerrada en singulares frascos de cristal.
Una amplia oferta de aromas, elaborados de forma artesanal, como en los viejos tiempos.

En la misma calle que reunía a los comerciantes de la colonia, un establecimiento de rústico mobiliario confina en grandes escaparates las esencias naturales de más de doce plantas. Azahar, pachulí, vetiver, violeta, tabaco, jazmín, embriagan con sus aromas a la Perfumería Habana 1791, remedo de aquellos talleres que elaboraban y vendían las populares aguas de colonia.

A la entrada, una colección de objetos de cobre del siglo XVIII, perteneciente a la colección Soler del Museo de la Ciudad, anticipa la singularidad del lugar. Anunciada en el entorno con una marquesina de vitrales, fruto de la creación de la maestra Rosa María de la Terga, Habana 1791 exalta el valor natural de sus producciones artesanales.

El ilán ilán y la picuala que habitan el patio de la Casa de la Obra Pía, junto a otras flores del entorno, son la base para la confección de las colonias. Con la gracia del oficio, la alquimista macera los pétalos que luego conformarán la amplia oferta de aromas. Grandes recipientes de vidrio sirven de depósito a las aguas de colonia que, a elección del cliente, son vaciadas en rústicos frascos de cristal, sellados con un corcho y acompañados por etiquetas con sencillos versos dedicados a las flores.

Para guardar la esencia preferida, el visitante podrá escoger entre la variedad de joyas que resaltan el fino trabajo de los orfebres de la Congregación San Eloy. Frascos de cerámica de la familia Velásquez Vigil y otros elaborados por integrantes del grupo Terracota 4 constituyen envases exclusivos para los aromáticos líquidos. Un gran incensario de Amelia Carballo preside el primer salón, que exhibe en sus vidrieras exquisitas piezas de los plateros, almohadillas de olor, adornos de naturaleza muerta, velas, entre otros productos de delicada confección. Gustadas por los habaneros, las bolsitas de tela con pétalos olorosos constituyen detalles que propician una atmósfera acogedora en los hogares u oficinas. A solicitud del interesado, Habana 1791 realiza perfumes únicos o se acerca a los olores que el cliente desea portar. Una vez confeccionada esta fragancia personalizada, puede llevarse consigo en alguno de los dijes o pendientes de plata que allí se expenden.

Una de las exclusividades de la perfumería de La Habana Vieja son las sesiones de aromaterapia. Tras indagar en los conflictos emocionales de los asistentes a la consulta, la alquimista coloca en un incensario los aceites esenciales capaces de aliviar el problema y, por unos minutos, el “paciente” queda tendido inhalando el aroma. De la experiencia de esta profesional resultan combinaciones capaces de apaciguar los más diversos estados de ánimo. Según Yanelda Mendoza, la depresión necesita del azahar y de las colonias de limón, para calmar a los ansiosos puede usarse la rosa o el sándalo, mientras la lavanda hace notar al tímido. Los temas del corazón no escapan de esta peculiar sesión que sugiere a los interesados en nuevas conquistas, fragancias afrodisíacas con jazmín y pachulí. Complementan la aromaterapia, masajes faciales y del cuerpo, la indicación de aceites para baños de relajación, entre otros recursos estimulantes de salud y belleza.